La verdad es que poco se puede añadir a todo lo que se ha escrito ya sobre Rafa Nadal. El tenista manacorí de 28 años es para muchos el mejor deportista español de todos los tiempos. Y no es para menos. Si tuviésemos que repasar sus logros, este artículo comenzaría y terminaría con tal empresa. Pero no es ese el objetivo de este artículo.
Lo que queremos reflejar hoy aquí es el trabajo mental, mencionado en innumerables ocasiones, que se desprende de la observación directa de sus partidos.
Llaman la atención una serie de características que se atribuyen fundamentalmente al trabajo de optimización y desarrollo que desempeñamos desde el área de la psicología deportiva y el entrenamiento mental. Si bien es cierto, que desconozco si alguna vez trabajó directamente con algún colega, puedo atribuir sin temor a equivocarme, que sus características son las propias de los deportistas que trabajan duramente por controlar el aspecto mental del rendimiento deportivo.
Entre esas características destacaría la dureza mental, también llamada resiliencia en nuestro campo. Cuántos fueron los partidos en los que le vimos levantarse, cuando todos lo daban por vencido, luchando hasta la última bola de partido. Quién no ha visto llorar a toda una leyenda del tenis como Roger Federer, rendido al tesón del mallorquín en aquellos partidos interminables en los que se paraba el mundo por un momento, para ver a los cabezas de ranking de la ATP. ¿Cuestión de fe? Hasta las creencias se pueden entrenar.
Resulta curioso también observar las rutinas de competición de Rafa Nadal, propias de un paciente de trastorno obsesivo compulsivo, como Jack Nickolson en “Mejor imposible”, pero dirigidas todas ellas a una sola cosa, mantener la atención en el momento presente, en el aquí y ahora en donde se juegan y se ganan los partidos. En donde, como en una receta de cocina, cada paso lleva al siguiente, y no hay lugar para la duda.
Es ejemplar, para cualquier persona relacionada con el mundo del deporte, la conclusión de que alguien sea capaz de motivarse, una y otra vez para lograr el mismo objetivo, sin saciarse ni sucumbir ante el hambre de otros. Ganar 9 veces Roland Garros no está al alcance de cualquiera. De hecho, de nadie más que él.
Y es que Rafa Nadal siempre entendió cuáles eran sus fortalezas y debilidades como tenista, y supo explotar al máximo su potencia, su resistencia, su dureza mental, su ritmo de juego. Llevando al rival a aquello que los americanos denominan el Play my play, es decir, imponiendo su estilo.
Respecto al ámbito de las emociones, sin ser de los tenistas más expresivos, ha sabido utilizar su corporalidad y su inteligencia emocional para imponerse en los momentos de duda del contrario, y para no dar pistas de cuando el día no era precisamente el más favorable.
Pero si algo marca la diferencia en la gestión mental que hace Rafa Nadal de los partidos, según mi punto de vista, eso es sin lugar a dudas su estilo de atribución responsable de los éxitos y los fracasos. Me cuesta recordar declaraciones en las que se le oiga dar excusas ante una derrota, atribuyendo a factores externos tipo jueces, público o a una china en el zapato por ejemplo. Tampoco recuerdo salidas de tono en la gestión de las victorias, sacando pecho o mostrando actitudes vanidosas. Y es que mantener esa ecuanimidad, es la base de la excelencia, de no relajarse en exceso y de seguir teniendo hambre y ganas de aprender. Perseverancia como base del éxito.
Carlos Rey