Es habitual encontrarnos con situaciones donde se nos exige trabajar con personas poco habituales dentro de nuestro circulo con el fin de conseguir uno o varios objetivos. Podríamos pensar en cuando dos empresas trabajan juntas para conseguir un objetivo común, cuando se forman equipos con nuevos fichajes para conseguir una meta o cuando debemos trabajar con otros departamentos de nuestra empresa para alcanzar un resultado compartido (win to win).
Ante estos escenarios tenemos varias formas de interactuar con la otra empresa, con el otro profesional o con el otro departamento. Podemos pensar que la otra parte nos puede quitar mérito, nos puede entorpecer nuestra faena o nos puede frenar nuestro recorrido dentro del equipo, de la empresa, o dentro de nuestra profesión. En definitiva, que la otra parte nos puede quitar más de lo que nos puede dar. Así, partiendo de este tipo de pensamientos o interpretaciones no es extraño desconfiar de esta nueva parte.
Ante esto, tenemos un amplio abanico de opciones de interacción, desde la opción de que ambas partes desconfíen entre si y nadie gane casi nada (nada más allá de un resultado normal y a corto plazo), hasta la opción de que las dos partes se conozcan, identifiquen puntos de unión, identifiquen puntos de desencuentro, y trabajen con humildad y confianza plena hacía la otra parte, y, al fin, ganen, ganen algo más.
Y esto aparece en muchas situaciones de nuestra vida, situaciones dónde existen relaciones que imponen un ganador y un perdedor, o en el caso de que no se imponga alguien que gane y alguien que pierda ya nos solemos encargar nosotros mismos de crear estas dos figuras, incluso dentro de nuestro mismo grupo.
Es evidente que hay relaciones que su propia naturaleza exige que alguien gane y alguien pierda, como podría ser un partido de fútbol. El problema surge cuando ese tipo de relaciones aparecen dentro del mismo equipo, entre jugadores, entre miembros del cuerpo técnico, entre directivos o entre personal del club. Y es en estas situaciones dónde aparecen los problemas.
Si dentro de nuestro equipo imponemos ganadores y perdedores, probablemente podamos tener muestras de rendimiento a corto plazo del grupo de ganadores, pero, ojo, en gran parte a costa de la comparación con los que pierden.
Pongamos el ejemplo de un cuerpo técnico de un equipo filial, estando en una dinámica de resultados negativa, con conflictos entre jugadores y con una visión indefinida a largo plazo. Probablemente los jugadores estén descontentos con el cuerpo técnico y el cuerpo técnico con los jugadores.
Supongamos que los jugadores tienen objetivos individuales dirigidos a mostrar su valía para ascender al primer equipo o realizar grandes actuaciones para ponerse en el escaparate de fichajes de otros clubes. Es posible que esos objetivos lleven al equipo a un juego individualista, dónde exista la constante comparación con iguales, dónde unos ganen y otros pierdan.
En cuanto al cuerpo técnico, podría ser que echasen la culpa de esos malos resultados a los propios jugadores, buscando su afán por “competir” y ganar haciendo el camino de forma puramente individual.
Así, podríamos ver comportamientos dónde un jugador buscase “ganar” aunque sus compañeros perdieran, es decir, que por ejemplo un jugador no pase la pelota buscando exhibirse. En cuanto al entrenador, podría mostrar preferencias por jugadores que seguramente no sigan las políticas de esfuerzo, comportamiento o rendimiento presentadas a principio de temporada.
Bien, lo que está claro es que el cuerpo técnico depende de los jugadores y los jugadores dependen del cuerpo técnico, es decir, ambos grupos representan una relación interdependiente. Esta relación se puede dar de muchas maneras. Por ejemplo, por parte del cuerpo técnico pueden buscar ganar ellos a costa de que sus jugadores pierdan (algo complicado), buscar que ellos pierdan pero sus jugadores ganen, buscar que ambos pierdan y, por último, la que, para mi, es la mejor opción, que ambos ganen (win to win).
Para que ambos ganen es necesario que las dos partes sean valientes, honestas, humildes, sinceras y, sobretodo, con una gran auto-conciencia. Se basa en prestar mucha atención al proceso de comunicación, en escuchar a los demás integrantes de nuestro equipo con aceptación e intención de aprendizaje. Asimismo, implica que nosotros expresemos nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras preocupaciones, nuestras motivaciones, con sinceridad y valentía. Con todo esto, habremos creado un escenario que permitirá conocernos mutuamente en un nivel superior, dando paso a encontrar nexos y discordancias a negociar para lograr el objetivo que se quiere conseguir.
Que todos ganemos implica que mi victoria no se logre a expensas de que el otro pierda, o deje de ganar. Que todos ganemos implica cooperación, no competición. Recuerda: win to win.
Con todo esto, hay que decir que existen relaciones que implican un ganador o un perdedor. Nadie se imagina que en un Real Madrid – FC Barcelona, los capitanes, antes de elegir campo, decidan suspender el partido para así “ganar los dos”. No tendría sentido. Aun así, dentro de su propio equipo debe existir la cooperación para conseguir un objetivo común, algo motivador que implique y necesite la figura de todos los integrantes de ese equipo.
Para acabar, y citando al gran Stephen Covey, la idea de ganar/ganar va mucho más allá de los resultados, se basa en la interacción entre las dos partes.
“¿Quién está ganando en su matrimonio?. Si no están ganando los dos miembros de la pareja, no está ganando ninguno“.
Y tú, en tu equipo, en tu empresa o en tu profesión, ¿ganas o pierdes? Y tus compañeros, ¿ganan o pierden?
Si con la lectura de éste artículo te llevas algo, sin duda, ¡ganamos los dos! ¡Win to Win!
Rubén Bravo Carvajal