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Un sentimiento llamado Rugby

Entro en la Catedral, ¿en qué catedral? No es una Catedral normal, me encuentro en la catedral del rugby, Twickenham, Londres. Aquí es donde surgió todo este mundo, donde William Webb Ellis, cansado de las reglas absurdas del fútbol, cogió el balón con las manos y avanzó hasta marcar gol. Este acto generó un nuevo deporte que hoy en día mueve a millones de personas por todo el mundo.

Sigo dentro de la catedral y veo a 82.000 personas de diferentes equipos viviendo, sintiendo y disfrutandodel partido, unidos por una única pasión: el rugby. De hecho, hace poco se ha jugado el Escocia-Inglaterra, el germen del Seis Naciones, uno de los torneos de selecciones más antiguos del mundo, donde la competitividad va más allá del juego, ya que se trata de una rivalidad social y política, y me sorprende que, a pesar de todo, nunca se falta al respeto a nadie, ni al árbitro, ni a los jugadores ni a la afición del equipo contrario, siempre se cumplen las normas. Y ahora, ¿qué está pasando? ¿Por qué todo el mundo se calla de repente? ¿Es porque estoy en la Catedral? Ah, no, es porque un jugador va a tirar a palos, y, por respeto, se guarda un silencio sepulcral, 82.000 personas en absoluto silencio. Acaba el partido y las aficiones rivales se hacen fotos y comentan las jugadas del partido mientras, unos algo más decaídos por la derrota y otros más felices por la victoria, vuelven a sus respectivos hogares a descansar.

Como por arte de magia, de esta catedral me traslado al Central de la Universitaria (Madrid), estadio de rugby donde los Leones, apodo de la selección nacional española, disputa sus partidos habitualmente y cuyo arquitecto, Javier Barroso, fue el arquitecto del Estadio Vicente Calderón (siempre ha habido vínculos entre el futbol y el rugby). Aquí los Leones se están jugando su pase al mundial y en el que 15.600 espectadores rugen como nunca, alentando a su equipo para conseguir esa ansiada victoria, que ya ha llegado solo por conseguir la unión, que ya quedará para la historia, de miles de personas cantando al mismo son por un mismo objetivo.

Rugby: valores por encima de todo

Ha terminado el partido, y lo mejor está por venir: es hora de comer y beber en el tercer tiempo, tradición que consiste en reunir a ambos equipos y a los árbitros tras el partido para tomar unas cervezas y confraternizar. Da igual el resultado, da igual el color de la camiseta que lleves, da igual si eres árbitro, entrenador o jugador, aquí lo único que importa es comer y recuperar fuerzas después de un duro partido.

Después de haber estado en la Catedral del rugby, Twickenham, y de haber pasado un tiempo en el Central me vuelvo a casa pensando. No es sólo que Nelson Mandela lo utilizara para unir a toda Sudáfrica, ni que el considerado mejor jugador del mundo (único capitán que ha levantado dos veces la copa Webb Ellis) lleve el agua a sus compañeros durante un partido importante. Tampoco que el origen de que suenen los himnos cuando se enfrentan dos naciones es originario de este deporte, cuando el capitán galés le pidió permiso a su entrenador para cantar el himno de su país antes del partido contra Nueva Zelanda, la gran favorita, y que como consecuencia todo el estadio lo cantara junto con sus jugadores, animando a su equipo a conseguir una victoria contra todo pronóstico. Ni siquiera de que el mejor árbitro de rugby del mundo sea homosexual y nadie haya hablado de más sobre dicha condición sexual, o que una danza maorí, considerada guerrera, sea el emblema de una de las mejores selecciones del mundo, sino que se trata de un sentimiento que va más allá del deporte, porque el rugby no es un deporte de equipo, sino que es EL deporte de equipo.

Por Sofía Peláez Frontera.

@sofiapelaez09

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