A lo largo de la historia, la Psicología se ha caracterizado por realizar un estudio casi sistemático de los aspectos que ponían en peligro la vida de las personas (un ejemplo es que de las seis emociones básicas descritas por el afamado psicólogo Paul Ekman – ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa – solo una, la alegría, es positiva). Sin embargo, como se ha ido descubriendo últimamente, esta no es su única utilidad. Es importante destacar que la Psicología, aparte de resolver problemas y ayudar a las personas en situaciones de tensión o crisis, actúa también como herramienta preventiva ante la aparición de dichos escenarios, y como mecanismo de optimización de recursos ya existentes.
Es cierto que el hecho de que haya existido un mayor interés por el estudio de lo perjudicial ha permitido desarrollar modos de intervención novedosos para infinidad de trastornos (en este sentido cabe destacar, como ejemplo, todas las técnicas de modificación de conducta existentes en la literatura psicológica), pero el lado negativo reside en que ha restado importancia al impacto que el lado positivo de las cosas genera en las vidas de los individuos (que también es amplio).
Beneficios de la Psicología Positiva
Como estamos apuntando, esta tendencia ha dado un giro de 180 grados en los últimos años y con la entrada del nuevo siglo se han generado distintos modelos que se han interesado más por los beneficios que lo positivo genera en la vida de las personas a todos los niveles. En el ámbito psicológico Martin Seligman y Mihály Csikszentmihalyi propusieron una nueva corriente denominada Psicología Positiva. Seligman la definió como “el estudio científico de las experiencias positivas, los rasgos individuales positivos y los programas que ayudan a mejorar la calidad de nuestras vidas al mismo tiempo que reducen los indicios de posibles patologías”. Para él (tal y como lo cuenta en una charla TED), la Psicología Positiva tiene tres objetivos:
- Debe ocuparse tanto de las debilidades humanas como de sus fortalezas.
- Debe estar tan ocupada para construir fortalezas como en reparar daños.
- Debe estar interesada en hacer de la vida de las personas normales algo pleno.
¿Dónde está aquí es el problema? Resulta que pese a que los científicos e investigadores tratan de generar poco a poco modelos positivos, la sociedad sigue sin fomentar este punto de vista. Como afirma Baron-Cohen, para desarrollar la empatía, un aspecto fundamental es la educación en empatía. ¿Y cómo podemos lograr eso? Él afirma que algunas de las estrategias a seguir son: proponer un ambiente en el que se favorezca la comunicación de emociones, pensamientos y sentimientos; reforzar el hecho de hablar sobre ello… Es decir, que para que los individuos puedan desarrollar emociones positivas es clave tratar de potenciarlo desde edades tempranas.
Como estos autores apuntan, la Psicología Positiva trata de estudiar los procesos relacionados con las cualidades y emociones positivas del ser humano con el fin de producir una mejora en su calidad de vida y en los que le rodean, y pese a que el ejercicio de estas emociones se considere efectivo a corto plazo, además, permite desarrollar en las personas herramientas valiosas útiles en los momentos de crisis. La alegría, por ejemplo, permite tomar riesgos y ser creativo, aumentar las relaciones sociales… entre otras muchas habilidades.
Emociones positivas VS Emociones negativas
Se podría decir, como afirma María Luisa Vecina que las funciones de las emociones positivas complementan las de las emociones negativas y, de hecho, ambas son igual de importantes evolutivamente hablando. Mientras que las negativas favorecen formas de pensar que reducen el abanico de respuestas (por ejemplo, ante el ataque de alguien de forma inesperada es más adaptativo reaccionar agresivamente o huyendo que no hacerlo) y las segundas favorecen formas de pensar que lo amplían, es decir, generan soluciones más creativas, sensatas y diferentes (en situaciones sociales, por ejemplo, permiten responder de forma asertiva en con el fin de que la interacción sea óptima).
Otro de los beneficios encontrados es que son capaces de reducir el tiempo. Es muy común haber escuchado expresiones como “el tiempo ha pasado volando” o “¿ya se ha terminado?” cuando nos encontramos realizando una actividad que nos produce gratificación. Esto se explica porque entramos en un estado de flujo que hace que nos impliquemos tanto que hasta perdamos la noción del tiempo.
Asimismo, experimentar emociones positivas de forma habitual reduce la probabilidad de desarrollar enfermedades, tanto físicas (enfermedades cardiovasculares) como mentales (depresión), y aumenta el bienestar, la calidad y esperanza de vida, el sueño, el humor…
Por último, ayudan a afrontar la diversidad de manera que cuando nos encontremos en momentos de crisis seamos capaces de reaccionar de manera adaptativa. En relación a ello, Aldwin y colaboradores (1994) verifican en un estudio que el hecho de experimentar un suceso traumático genera en el 100% de los casos algún efecto negativo del hecho traumático vivido, pero además, el 60% son capaces de reconocer, también, algún efecto “positivo”.
Sin embargo, es importante destacar que desarrollar emociones positivas de forma exagerada también puede conllevar problemas. Uno de los más comunes es el exceso de confianza y autoestima. Ello puede afectar en muchos aspectos: por un lado, en cuanto al desarrollo de expectativas, las personas con una confianza más alta, generarán expectativas menos realistas que los que tengan una confianza menor, lo que provocará un aumento de la probabilidad de error. Por otro lado, también pueden influir negativamente en la capacidad de atención, haciendo que se pasen por alto elementos esenciales de la situación; pensar que uno siempre tiene la razón…
En resumen, poniendo todo lo explicado en una balanza, parece que experimentar sensaciones positivas, aparte de ser fácilmente accesible, resulta muy beneficioso en todos los sentidos. Yo no dudaría en tratar de llevarlo a cabo, ¿y tú?
Siempre positivo, nunca negativo…
Por Félix Marquiegui Carrasco.