La Inteligencia Emocional (IE) según Mayer y Salovey es “la capacidad para percibir, asimilar, comprender y regular las emociones propias y la de los demás”, por ello es un predictor sobre el éxito futuro en prácticamente todos los aspectos de la vida ya que mejora un gran número de habilidades tales como la comunicación y empatía, que son necesarias para la solución de conflictos sociales y problemas en la propia familia, la escuela, el medio ambiente en general y la vida profesional, son importantes tanto en un sentido personal, como en un sentido social.
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¿Cómo podemos medir la Inteligencia Emocional?
Para conocer las medidas de la Inteligencia Emocional nos podemos basar en diferentes escalas, las cuales dependen de cómo se defina la Inteligencia Emocional ya que no existe un consenso sobre lo que es. Sin embargo, existen características comunes en las definiciones sobre Inteligencia Emocional anteriormente comentadas, por ejemplo, en todas se hace hincapié en los elementos que intervienen en el reconocimiento y la regulación de las propias emociones y las emociones de otros, así como la asimilación de éstas. Salovey y Mayer (1990), sugieren que la Inteligencia Emocional debe ser evaluada mediante ejercicios de resolución de problemas (por ejemplo, la prueba de Mayer-Salovey-Caruso de Inteligencia Emocional (MSCEIT): Mayer, Caruso y Salovey, 1999).
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Inteligencia Emocional en la actividad física y el deporte
Se sabe que la actividad física juega un papel importante en la mejora de la salud emocional de los individuos. Así, las emociones son un aspecto integral e importante de la naturaleza humana y de la motivación hacia el comportamiento. Basándonos en estudios que relacionan la Inteligencia Emocional con el deporte podemos hablar de la investigación llevada a cabo por ÇoBan et al. (2010) el cual determina que el nivel de participación en actividades sociales y deportivas se relaciona con diferencias estadísticamente significativas en los niveles de Inteligencia Emocional. Por lo que las actividades sociales tienen efectos positivos en el desarrollo de las habilidades interpersonales, de forma que las personas con habilidades emocionales más desarrolladas, superarán los problemas y harán frente al estrés con mayor facilidad. Por lo que se cree que las personas con elevados niveles de Inteligencia Emocional tienen mayores niveles de participación en actividades sociales. Además, las personas que tienen fuertes relaciones interpersonales posiblemente tengan más facilidades para entrar en un nuevo círculo de amigos y adaptarse a nuevos ambientes, que aquellos con débiles relaciones interpersonales. También hay numerosos estudios que han mostrado que los jóvenes que poseen habilidades sociales y emocionales son más felices, tienen más confianza en sí mismos y son más competentes como estudiantes, miembros familiares, amigos y trabajadores (Shapiro, 1997).
Por Betty San Gil