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Porque la magia es real y porqué esta frase es cierta

No es casualidad que la gran mayoría de los niños crean en la magia, pero tampoco lo es que muchos adultos sigamos creyendo en ella.

El término “magia” proviene de la palabra griega mageía y hace referencia a todo aquello que es o que aparenta ser sobrenatural. En otras palabras, magia también es aquello que no podemos explicar. De hecho, sucede así porque su explicación solo la conocen unos pocos.

Los magos, artistas de lo sobrenatural, también son artistas de la mente. Poseen conocimientos acerca de una gran cantidad de procesos neurales y los utilizan a su favor. Nos confunden, y sí, nos engañan.

Magia: ¿un truco del mago o del cerebro?

La magia es un fenómeno calculado meticulosamente.

Imagina que te encuentras en un espectáculo de magia. En el escenario, un mago, en este caso, el Gran Tomsoni, sitúa a su ayudante un poco más cerca del público y un foco la ilumina. El mago informa de que va a cambiar el color blanco del vestido que lleva puesto la mujer a rojo. Nosotros, instintivamente, centramos la mirada en la mujer. Tomsoni da una palmada y una fuente de luz roja cae sobre la chica. Exhalamos un bufido; lo que acaba de hacer no es ninguna proeza porque el vestido, aunque bañado de luz roja, sigue siendo blanco. De un momento a otro, el mago vuelve a dar una palmada y al mismo tiempo que vuelve a atenuarse la luz. El público se llena de vítores y aplausos porque esta vez el vestido sí ha cambiado a rojo.

El relato anterior sorprende, pero lo realmente sorprendente es la cantidad de procesos que Tomsoni debe controlar para que todo salga bien.  Y la clave está en nuestro cerebro.

Primero, Tomsoni juega con nuestro foco atencional. Comienza presentándonos a su ayudante, (que curiosamente lleva puesto un vestido blanco bastante ajustado) para que desviemos nuestra atención del mecanismo de cuerdas que parten del vestido de la chica y terminan bajo la tarima. Esta focalización no nos ha permitido pensar en ningún momento que la chica pudiera llevar puesto un vestido debajo del blanco que sí podemos ver.

Después, el mago crea en nosotros una desventaja cognitiva. Nos presenta un truco falso primero, al que hemos puesto esmero en atender, cerciorándose así de que durante el segundo habremos bajado la guardia.

Simultánea e inconscientemente, además, hemos llevado a cabo un proceso de adaptación neural. Nuestro ojo, que ha estado percibiendo un mismo estímulo (la mujer) de forma continua en el tiempo, se ha adaptado a las condiciones lumínicas que lo acompañan. Esto provoca que nuestra capacidad para reaccionar sea ahora menor, por lo que, si este estímulo cambia de un momento a otro, seríamos más lentos en percibir ese cambio.

En efecto, esto es lo que ocurre cuando la luz se apaga: nuestra retina comienza a readaptarse. La información sobre el cambio de luz llega a las neuronas, y estas envían una respuesta “rebote” (una “posdescarga”) de vuelta a la retina. Esta respuesta tarda en llegar unos milisegundos, por lo que durante ese tiempo seguimos “viendo” la imagen de la mujer con el vestido blanco iluminado de rojo. Este lapsus de tiempo en el que nosotros “no vemos nada de lo que esta pasando”, es el que utiliza el mago para tirar del vestido de la chica y dejar el rojo que tiene debajo.

Realidad y creencia

Las habilidades, en los magos, sobre el control de estos procesos no paran de crecer hasta el punto de estar convirtiéndose en verdaderos psicólogos. Los conocimientos sobre la atención y la percepción, así como el conocimiento de la existencia de ilusiones perceptivas y cognitivas está ya a la orden del día, con lo que el número de aficionados a esta modalidad artística está aumentando considerablemente y cada vez son más los que intentan descubrir cuál es el As que guarda el mago bajo la manga.

La magia es un truco precisamente porque está influida y manipulada por procesos psicológicos. Sin embargo, algunos seguimos saliendo del espectáculo anterior creyendo que lo que hemos visto se ha producido de forma sobrenatural. Otros, a diferencia, salimos sin saber cuál es la explicación, pero con la certeza de que hay una. Creyéndolo o no, ¿quién dice entonces que lo que hemos visto no es real?

Por Noelia Marín Pérez


Referencias bibliográficas:

Stephen L, Macknik, Mac King, Randi James, Susana, Martínez-Conde, Sandra Blakeslee. Los engaños de la mente. Cómo los trucos de magia desvelan el funcionamiento. Ediciones destino, S. A., 2012. Pág. 11-51

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