La ciencia ha dado la respuesta a esta pregunta. Y es que sí, durante el embarazo ocurren cambios en el cerebro de la mujer, principalmente en la estructura cerebral llamada “núcleo accumbens”. Esta estructura, es la encargada de las sensaciones positivas y negativas, como el castigo, el placer y la recompensa. También, tiene relación con necesidades básicas como la alimentación y el sexo, además de la motivación, adicción y el miedo, entre otros.
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Cambios hormonales durante el embarazo
Durante el embarazo, ocurren un gran número de cambios hormonales, lo que supone un “enamoramiento” de la madre hacia el bebé. Para hacernos una idea, el movimiento hormonal que ocurre en la mujer en esta etapa, es superior al cambio hormonal producido durante toda su vida fértil. Es muy intenso y ocurre de una forma brusca.
Las investigaciones se dan una serie de cambios muy potentes en el núcleo accumbens de la mamá. En concreto, el tamaño del núcleo accumbens, disminuye. Estos cambios, activan y organiza conductas primitivas de ella hacia el bebé. Estas conductas son su protección, el cuidado, el buen desarrollo y la supervivencia.
Estos cambios, principalmente ocurren en el sistema mesolímbico y dopaminérgico ubicados en el cerebro. En ellos, la dopamina actúa tanto de neurotransmisor, como de hormona. Ésta, tiene implicación en la regulación motivacional, conductas placenteras, repetición de conductas reforzantes, etc.
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Como comentábamos anteriormente, el núcleo accumbens, tiene relación en conductas como las adicciones. Es por ello, que durante el embarazo, la mamá sufre una especie de “adicción” hacia el bebé, debido a que se activan muchas de las zonas cerebrales que también lo hacen ante la existencia de una adicción. Esta disminución de su volumen, junto con los cambios que se producen, hacen que la madre sienta al bebé de una forma más llamativa y placentera.
Esta “adicción” es importante ya que, para el correcto desarrollo y evolución del bebé, en palabras del psicólogo Urie Bronfenbrenner, para que un bebé pueda desarrollarse adecuadamente, debe haber al menos un adulto locamente enamorado de él. Lo que aseguraría entonces, su supervivencia y desarrollo.
Por Lucía López Navarro