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Epigenética: cómo nuestro estilo de vida afecta la expresión genética

La palabra epigenética tiene su origen en el griego y significa “por encima (epi) del genoma”. El término epigenética fue propuesto por Conrad H. Waddington en 1948 para explicar los cambios en el desarrollo de un organismo que no están determinados por el ADN, sino por la manera en la que se expresan los genes.

El ADN es el código genético que heredamos de nuestros antepasados y que guarda la información necesaria para el desarrollo del organismo. Sin embargo, en el día a día no todos los genes están activos al mismo tiempo, si no que hay procesos bioquímicos que regulan la expresión de los genes en respuesta a diversos factores ambientales como la alimentación, drogas, estrés, traumas, etc. La epigenética permite la adaptación a un entorno especifico sin causar cambios permanentes en el ADN.

Consecuencias de cambios epigenéticos

Las primeras investigaciones de la influencia de factores ambientales en la expresión genética se hicieron en animales. Se observó que crías de ratas que pasaban la mayor parte del tiempo con sus madres tenían menores niveles de ansiedad y de estrés en comparación a crías que crecieron en ausencia de la madre. Esto se debía a cambios en la expresión de ciertos genes asociados con el cortisol, una hormona que desempeña un rol importante en la respuesta al estrés.

De manera similar, se descubrió que niños de 10 años eran más propensos a ser ansiosos, cuando sus madres sufrieron violencia por parte de la pareja durante el embarazo, debido a una elevada marca epigenética en los receptores de cortisol. Asimismo, se encontró que ciertos genes asociados a la respuesta del estrés se encontraban hiperactivos en testigos de los atentados terroristas del 9/11, pero solamente cuando las victimas tenían síntomas de estrés postraumático. Testigos, cuyos genes mostraban una actividad normal, no sufrieron graves secuelas mentales a largo plazo.

Los factores epigenéticos no solo tienen implicaciones a nivel psicológico, sino que también influencian el proceso de envejecimiento. Por ejemplo, altos niveles de estrés reducen la actividad de telomerasa, la cual alarga los extremos de los cromosomas, en donde alberga el ADN en la célula. 

¿Pueden los hijos heredar los traumas de los padres?

La epigenética no se limita a las influencias ambientales que moldean nuestro organismo. También explican cambios generacionales que van mas allá del ADN. Un estudio mostró que prisioneros sobrevivientes de la guerra civil en 1864 en Estados Unidos sufrieron fuertes traumas a causa de la malnutrición, el  hacinamiento y mala salubridad. Cuando regresaron a casa, tenían diversos problemas de salud y menor esperanza de vida.  Posteriormente, se encontraron tasas elevadas de mortalidad en los hijos y nietos de las víctimas, a quienes en realidad no les faltó nada durante la infancia. Sin embargo, el trauma se transmitió a la siguiente generación a través de la epigenética.

¿Se pueden revertir los efectos?

Algunos investigadores están empezando a descubrir que los efectos de la epigenética pueden ser reversibles. Por ejemplo, las modificaciones de la expresión genética en pacientes con trastornos de ansiedad se revirtieron cuando estos fueron a terapia y mostraron una reducción clínica de sus síntomas ansiosos.

Esto demuestra que si bien nuestro estilo de vida o el de nuestros padres trae consecuencias, afortunadamente no somos marionetas de nuestros genes.  También las influencias ambientales moldean nuestro organismo. Por ello, para prevenir múltiples enfermedades y tener una mejor calidad de vida, es importante configurar conscientemente algunos factores como:

  • Nuestra alimentación: Una alimentación saludable puede compensar la predisposición para el envejecimiento prematuro. Elige alimentos ricos en fibra y con un alto contenido de agua como frutas, verduras, cereales integrales y alimentos altos en ácidos grasos omega 3 (como pescado, aceite de canola o algas)
  • Deporte: La Organización Mundial de la Salud recomienda hacer por lo menos 150 minutos semanales de actividad física moderada o 75 minutos de actividad vigorosa. La actividad física provoca un aumento de endorfinas, que tienen un efecto positivo sobre la memoria, potencian el estado de ánimo, e inhiben del dolor
  • Higiene del sueño: El sueño es importante para el funcionamiento del sistema inmunitario y tiene un efecto positivo en el rendimiento de la memoria. Si es posible, intenta llevar un horario regular de sueño, acostándote y despertándote a la misma hora.
  • Manejo del estrés: Una adecuada organización del tiempo, hacer pausas o practicar mindfulness pueden ayudarte a manejar el estrés. Si sufres de estrés crónico es importante buscar ayuda profesional.  

Por Isabel Jaramillo

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