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El papel de la psicología en el sistema: crítica a las disciplinas PSI

La Psicología en primera instancia busca mejorar la calidad de vida de las personas, pero es cierto que desde hace un tiempo está sirviendo en muchas ocasiones para hacerle los favores al sistema capitalista y el modelo de sociedad individualista; una sociedad que se basa en el beneficio monetario; en el que cada vez se exige más a las personas a cambio de menos, y en el que todo es susceptible a convertirse en una mercancía. La Psicología no ha escapado de esta concepción, no solo se ha convertido en una mercancía, sino que es un artículo de lujo.

Psicología y Sociedad

Las presiones que sufre la clase trabajadora a diario para poder subsistir crean unos niveles de estrés cada vez mayores, ya no solo por el nivel de exigencia del sistema en el que vivimos, como comentábamos antes, sino también por las presiones económicas, familiares, sociales, etc. En definitiva, por las expectativas imposibles que se supone que tenemos que alcanzar para ser una persona triunfadora (imposibles principalmente porque el sistema está diseñado para sustentarse sobre la capa baja de la sociedad; si todos tenemos “éxito” y salimos de la precariedad, el sistema deja de funcionar). Todo esto es una fuente inagotable de problemas psicológicos como el estrés, la ansiedad y la depresión.

Ante estas situaciones la Psicología sirve de válvula de escape, en cierto modo tener un trastorno no es más que tener una condición que no te permite llevar a cabo una vida normal, es decir, estar adaptado a tu entorno (o ser un sujeto útil). Una condición que es producida por como está planteado el sistema social en sí, lo que hace que sea cíclico. Una persona con este problema puede volver a convertirse en una pieza productiva y funcional para el sistema después de pasar por terapia psicológica, pero ni siquiera todo el mundo se lo puede permitir.

Según la ENSE de 2017, de entre las personas que sufren algún problema de este tipo, más del doble pertenecen a las clases bajas. Esto implica que mucha de la gente que necesita asistencia psicológica no tienen los recursos económicos para acceder a ella, teniendo entonces que recurrir a los servicios públicos de sanidad. La psicología poca cabida tiene en la sanidad pública, y lo poco que se proporciona a la ciudadanía no es ni de lejos suficiente como para poder tener un impacto real en la vida de las personas, por lo que el grueso de esta gente acaba en consultas de psiquiatría.

El problema de la psiquiatría

En el momento en el que las cuestiones psicológicas de las que estamos hablando son tratadas por un psiquiatra, se pierde completamente la posibilidad de “acabar” con ellas. La psiquiatría no se centra en darte estrategias psicológicas ni en invitarte a reflexionar sobre tu entorno, tus problemas y empezar a autocuestionarte, la psiquiatría no es un proceso de autoconocimiento del que sales con herramientas para poder llevar a cabo un desarrollo personal más eficiente como sí puede llegar a ser la psicología. Con esto no quiero decir que la psiquiatría no sea válida, pero son campos diferentes, y por ello tienen vías de actuación distintas y no todos los problemas pueden ser tratados del mismo modo.

Cuando le das medicación a alguien que tiene un problema derivado de la estructura social no le estás ayudando en nada, más bien todo lo contrario, le estás haciendo dependiente, y no solo de la medicación en sí. En el momento en el que esa persona deje de medicarse el problema no va a desaparecer por arte de magia, y muchas veces el simple hecho de tener una medicación obliga a poner una etiqueta, una etiqueta que puede ayudar a que alguna gente se escuden en su condición psicológica para justificar sus comportamientos, pudiendo crear indefensión aprendida. Esto, junto con el efecto en sí que tienen los medicamentos hipnosedantes (tranquilizantes, sedantes, somníferos y antidepresivos) es muy peligroso, puesto que se puede llegar a anular cualquier indicio de autocrítica, neutralizando a la persona, pudiendo incluso llegar a hacerse extensiva una dinámica general de inacción y acrítica hacia todo el resto de cuestiones vitales. Lo que viene siendo, básicamente, un estado de alienación.

Por supuesto las farmacéuticas ya están sacando tajada de esto y cada año se incrementa más el consumo de este tipo de psicofármacos en los países del primer mundo, hasta el punto de que ya está bastante extendida la crítica a la psiquiatría acerca de la sobremedicación, es decir, la prescripción de medicamentos por encima de las necesidades reales de la sociedad.

Sobremedicación: una perspectiva de género

En comparación con los hombres, el doble de mujeres refieren problemas de salud mental. Destaca la prevalencia de consumo entre las mujeres dedicadas a las labores del hogar, por encima de la población en situación de desempleo. Como siempre los males atacan dependiendo de la escala de privilegios en la que te encuentres, si eres de clase baja tendrás más probabilidades de sufrir problemas psicológicos, y si además eres mujer pues mucho más.

Seguramente muchos de vosotros ya habréis reflexionado alguna vez sobre cómo las drogas influyen, y a veces incluso son utilizadas como medio, en la violencia patriarcal (su relación con la prostitución, las madres sin recursos usadas como mulas, la altísima correlación que existe entre consumo y violencia contra las mujeres, y cómo después se usa esto de justificación…), y si no es así os animo a hacerlo. A mi me gustaría hablaros de un tema que suele pasar desapercibido cuando hablamos de dependencia.

El mundo de las drogas, debido a los roles de género, es puramente masculino, de hecho las mujeres dependientes en la mayoría de los países tienen muchas más dificultades para acceder a un sistema de salud que las ayude. Por este motivo acuden normalmente a drogas legales (alcohol y medicamentos), están mejor vistas y las acercan al rol de sumisión que se supone que tienen que seguir (sumisas, pasivas, dependientes). Muchas veces el comienzo de consumo de estos medicamentos es derivado de patologías por la presión que ejerce el patriarcado sobre las mujeres.

En mi entorno me he encontrado con demasiadas mujeres que llevan años dependiendo de medicamentos. Esto sucede en parte porque es mucho más barato que administrar terapia psicológica en la sanidad pública, y en parte porque de este modo estamos anuladas. Me parece imprescindible que tomemos conciencia de este problema, para así visibilizar y ayudar a estas personas a que se den cuenta de que en la mayoría de los casos hay opción a dejar de depender de la medicación, y empezar a tener verdadera libertad.

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