Según datos del Ministerio de Sanidad, el consumo de cannabis crece cada año en España. Según datos de la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES), hasta un 7,3 de la población española de entre 15 a 64 años (unos 2,2 millones de personas) afirma haber consumido porros en el último mes, previo a la realización de la mencionada encuesta.
Según el Programa CAPPYC, para la prevención estratégica del consumo de cannabis en menores, la previsión es que crezca la intención de consumo entre dicho colectivo, amparado principalmente en una serie de factores como son:
- La actitud favorable hacia el consumo o conjunto de creencias asociadas a éste, que desdramatizan los riesgos y consecuencias de este tipo de drogas.
- La norma subjetiva o creencias impuestas por una especie de presión social dominante, y sobre el hipotético atractivo de sus efectos.
- Y la autoeficacia percibida o capacidad para decidir rechazar el consumo de dichas sustancias.
Según el mencionado estudio, se observa también una correlación negativa con el consumo en culturas más colectivas, gobernadas por valores en los que prima la conformidad y la tradición frente a culturas más individualistas, en las que el consumo está ampliamente correlacionado con otros valores como el hedonismo y el placer inmediato.
Otro de los factores que favorecen el consumo de éste tipo de drogas, sin lugar a dudas es la contingencia entre su consumo y la aparición de sus consecuencias. Es fácil encontrar en nuestra sociedad un amplio rechazo hacia otro tipo de drogas consideradas “duras”, como la heroína o la cocaína, en las que las consecuencias mantienen una contingencia percibida más inmediata.
Mitos asociados al cannabis
Además, existen una serie de mitos asociados al cannabis que igualmente, favorecen su consumo como son:
- Es una sustancia natural que se obtiene de una planta. Efectivamente, la marihuana y el hachís son esencialmente naturales, pues provienen de la naturaleza, como casi el resto de otras drogas en esencia. Existen venenos naturales que nos fulminarían al instante y no por el hecho de que sean naturales nos acercamos a ellos.
- El efecto evasivo de problemas personales asociado a su consumo, que en realidad no es más que una postergación en la búsqueda de soluciones o en su defecto, una negación de los mismos, que contribuye posteriormente a su sobredimensionamiento.
- La diversión inicial asociada, en parte producida por el efecto novedad, que se explica por las condiciones del contexto, es decir, por hacer uso de dichas sustancias en presencia de los amigos.
- Como facilitador implicado en la mejora de la integración a un determinado contexto en el que se produce el consumo, perdiendo de vista que la amistad no se fundamenta en compartir adicción con un conjunto de personas.
- O como herramienta para proveerse de estados de conciencia basados en la relajación o la creatividad, que nuevamente implementa el consumo, posponiendo el aprendizaje emocional y la autogestión por mérito propio, para la consecución de dichos estados.
Consecuencias que no se tienen en cuenta a la hora de consumir cannabis
Lo que nadie te cuenta, cuando decides consumir éste tipo de sustancias, de una manera más o menos voluntaria, son los riesgos a mediano y largo plazo que ello puede conllevar.
1. Fisiológicos
Las drogas psicotrópicas son venenos bioquímicos que afectan a una gran cantidad de sistemas (glandular, nervioso, digestivo, cardiovascular, respiratorio, cutáneo e inmunitario) implicados en el correcto funcionamiento de las funciones vitales.
Además de la alteración del normal funcionamiento del sistema endocannabinoide, implicado en procesos fisiológicos relacionados como el apetito, el dolor, el humor y la memoria (que suelen ser sus consecuencias inmediatas más evidentes), existen otro tipo de efectos relacionados con la salud psicosocial que no se tienen en cuenta habitualmente.
2. Psicosociales
Los hábitos esclavizan y mucho más cuando se juega con sustancias adictivas. De esta forma, se pierde un valor altamente apreciado por el joven adolescente, su libertad de elección personal, encontrándose en muchos casos en la necesidad de invertir esfuerzos adicionales en su adquisición o renunciar a ciertas facetas de la vida pública, que faciliten llevar a cabo su consumo.
El consumo excesivo puede tornar el carácter grupal inicial del hábito, en aislamiento, pues la risa inicial suele dar paso a la irritabilidad y agresividad finales. Cualquier cosa puede llegar a ser una molestia para un adicto al cannabis.
El desarrollo de la ilusión de control afecta en la percepción de autoeficacia para finalizar el consumo (“lo dejo cuando quiera”). Es un mecanismo de negación y autodefensa habitual, que contrarresta la pérdida de libertad producida por la adicción.
La disonancia o confrontación que se desarrolla a nivel cognitivo entre dos especies de “yo” enfrentados, en el que se valoran los aspectos morales del hábito y sus supuestos beneficios. Se puede llegar a vivir esto como una auténtica disociación de la personalidad.
Disminuyen funciones cognitivas de vital importancia para nuestra supervivencia como la conciencia, la atención y la concentración, además de provocar somnolencia, insomnio y deterioro a nivel psicomotor. Imagínese el lector las fatales implicaciones que pueden suponer para desarrollar actividades cotidianas como la conducción o en cualquier otro tipo de naturaleza más peligrosa.
Se produce una destrucción progresiva y a veces, casi imperceptible en el corto plazo, de la voluntad, generándose un desinterés generalizado, que concluye en la gran mayoría de ocasiones con la incapacidad de acción. Muchos consumidores habituales de cannabis definen su estado de desmotivación, como una especie de cárcel metafórica, en la que solo se es “libre” para volver a cumplir con el vicio.
Se puede producir desorientación a nivel espacio temporal, complicándose los mecanismos de identificación de la fecha en la que uno vive o el lugar donde se encuentra.
A nivel emocional, las risas iniciales suelen dar paso a episodios de irritabilidad, agresividad y/o paranoia, junto a otro tipo de cuadros de ansiedad, trastornos psicóticos por consumo de sustancias, depresión y en casos en los que exista predisposición genética, incluso esquizofrenia.
No se trata aquí de atemorizar al lector de turno, sino de al igual que hacemos en nuestra consulta, informar sobre algo que puede destruir poco a poco a una persona, aunque socialmente los porros, puedan no estar tan mal considerados.
A partir de aquí, allá cada cual.
Por Carlos Rey García