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Ansiedad ante una entrevista de trabajo: el miedo premonitorio

Pongámonos en contexto. Pablo es un hombre que, por enésima vez, afronta con ansiedad una entrevista de trabajo debido a una falta de autoconfianza y de autoestima que le lleva a anticipar el resultado de la misma de forma negativa. Esta es su historia:

Pablo: ¡Hola mamá!

Mamá: ¡Hola hijo! ¿Qué tal estás?

Pablo: Bueno… ahí voy. De camino para la entrevista… estoy algo nerviosete jejeje.

Mamá: ¡Venga hijo! ¡Qué tú vales mucho!

Pablo: Ya, bueno… a ver qué tal.

Mamá: Pues seguro que bien ya lo verás ¿qué puede fallar?

Pablo: Mejor no te respondo a esa pregunta jejeje, pero bueno, a ver si se alinean los astros.

Mamá: ¡Seguro que sí! ¡Mucha suerte cariño!

Pablo: Gracias mamá, te quiero.

Mamá: ¡Te quiero Pablo! Luego me cuentas.

Pablo: Vale, un beso.

Mamá: ¡Un beso!

Bueno… ya estamos aquí… a ver qué tal se da esto.

No creo que sea capaz… Siempre me pasa igual ¿Por qué iba a ser diferente ahora?

No puedo querer algo demasiado, siempre que eso ocurre acabo pifiándola por una u otra razón.

No tengo suerte. En esta vida hace falta tener un buen padrino, de lo contrario, te quedas viéndolas pasar sin poder hacer nada para lograr tus metas. Es tan injusto… ¡Qué rabia!

Estoy muy nervioso. Siento la tensión de mi cuerpo. Las piernas no pueden parar… tienen vida propia. Me sudan las manos, se van a dar cuenta que estoy cagao…

Siento el corazón como si se me fuera a salir del pecho… que frío hace en éste hall… se les va de las manos con el aire acondicionado.

Otra vez tengo ganas de ir al servicio… es la tercera vez desde que salí de casa. No sé si podré aguantar la entrevista entera… espero que sea corta.

Seguro que en mitad de la entrevista me entran ganas y tengo que salir… ¡ay no! Qué vergüenza… debería mirarme la próstata, esto no puede ser normal. Espero que no tenga nada raro.

Pablo: Hola, buenos días, soy Pablo Galán, venía a ver a la señorita Carmen Martínez.

Recepcionista: Hola buenos días, esperé un segundo por favor.

Espero no haber llegado demasiado pronto… no quiero que piensen que estoy desesperado.

Recepcionista: Hola Carmen buenos días, tengo aquí a Pablo Galán. Claro yo se lo digo.

¿Me habré equivocado de día? Espero que no.

Recepcionista: ¡Pablo!

Pablo: ¡Sí!

Recepcionista: Puede subir a la 7ª planta, allí le estarán esperando.

Pablo: Estupendo, gracias.

Menos mal…

Me ha mirado un poco raro la recepcionista… seguro que se nota que estoy nervioso. Nunca cogen a la gente que se pone nerviosa… ¡joder!

Ya verás tu luego cuando llegué a casa… ¿con qué cara le digo yo a mis padres que es la 3ª entrevista que la cago? Que asco de verdad.

No quiero decepcionarles… siempre me están apoyando ¿y yo qué? No paro de pifiarla.

Bueno, relájate, va a salir bien… que digo bien, ¡tiene que salir perfecto!

Pero con este tembleque… Así no se puede…

Pablo: Mmmm ¿CC…Carmen?

Ansiedad: miedo a situaciones reales o irreales

Esta historia ficticia, refleja el sentir habitual de las personas que experimentan ansiedad de evaluación. Habitualmente se trata de personas con bajos niveles de autoconfianza y de autoestima, que se enfocan excesivamente en los posibles resultados a obtener a la hora de definirse como personas, llegando incluso en ocasiones a perder el foco de atención de lo que es realmente relevante para desempeñar cualquiera que sea la tarea.

Como si de una premonición se tratase, anticipan una serie de consecuencias terribles vinculadas a su falta de pericia para controlar una determinada situación, planteando un sinfín de hipotéticos terribles escenarios. Adelantando de manera inconsciente aquello a lo que en realidad tanto temen, el “fracaso”. También es relevante aquí la autoexigencia implícita de cada persona, a la hora de definir el fracaso propiamente dicho.

En UPAD Psicología y Coaching trabajamos de forma cotidiana con personas que experimentan éste tipo de dificultades que les produce ansiedad en una gran variedad de campos (personales, deportivos, académicos y profesionales).

Porque en realidad, no existe mayor fracaso que ni tan siquiera atreverse a intentarlo y en cierta medida, sufrir por algo que debería aportarnos disfrute o realización, en sí mismo, también puede considerarse un fracaso.

¿Y tú, a qué le tienes miedo?

Por Carlos Rey.

@CarlosReyPsicoa

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