En nuestras relaciones interpersonales, evaluamos continuamente los comportamientos e incluso los estados mentales de otros, haciendo juicios sobre sus capacidades o carencias. Solemos sentirnos capaces de identificar si alguien es o no inteligente y en qué medida lo es, y lo hacemos bajo nuestros propios criterios.
Es habitual que hagamos inferencias sobre la inteligencia de, por ejemplo, un niño, a partir de su expediente académico, su calificación en un examen y en las distintas áreas evaluadas en el contexto escolar. Decimos, por ejemplo, que nuestro perro es muy inteligente, porque aprende rápido las órdenes. Incluso tenemos – casi todos – en las manos un smartphone, que significa teléfono inteligente, y sabemos que lo es, porque procesa la información a la velocidad del rayo. Pero, ¿qué es en realidad la inteligencia? ¿Dónde reside? ¿Cuáles son esos criterios que nos permiten realizar atribuciones sobre la inteligencia casi de modo indiscutible? Bien, todo depende de cómo la definamos.
La inteligencia es un proceso muy amplio y complejo que implica una variedad de habilidades o aptitudes (razonamiento, comprensión, memoria, etc.). Ha sido conceptualizada bajo diferentes marcos teóricos, que cuentan con sus propios enfoques y que nos aportan la perspectiva necesaria para ir en camino de resolver algunas dudas que todavía podemos tener sobre ella. En los siguientes párrafos veremos 6 ideas que pueden ser habituales en relación a la inteligencia y un pequeño abordaje de cada una.
6 ideas habituales sobre la inteligencia
1. ¿El CI mide la inteligencia?
Conocemos el CI o cociente intelectual – que no coeficiente intelectual–, como una medida que posiblemente nos permite atrevernos a realizar atribuciones sobre si alguien es inteligente o no. El CI surge como una puntuación que divide la edad cronológica con la “edad mental” y refleja la posición de una persona con respecto a otras en la misma escala. A este resultado es al que le damos tanta importancia, sin embargo, las bases metodológicas de este tipo de evaluaciones aún suscitan controversias. De hecho, el llamado Efecto Flynn, pone de manifiesto la influencia que tiene el aprendizaje sobre las puntuaciones extraídas de los tests de inteligencia, demostrando que lo que realmente miden es lo preparados que estamos para pasar la prueba en un momento determinado.
2. ¿Dónde está la inteligencia?
No podemos considerar que haya un “centro de inteligencia”. Antes se pensaba que el cerebro estaba dividido en áreas aisladas, cada una de las cuales cumplían distintas funciones. Ahora se sabe que cuando realizamos la ejecución de este tipo de tareas de razonamiento, se activan en el cerebro áreas muy diversas, desde la parte frontal a la posterior, que cooperan entre sí para ofrecer la respuesta más correcta en el menor tiempo posible.
3. ¿El cerebro inteligente es el que trabaja más?
Si comparamos el procesamiento que hacemos cuando acabamos de adquirir una destreza, (por ejemplo, conducir) con el que hacemos cuando ya la hemos dominado (y, en este ejemplo, ya llevamos tiempo circulando) notamos que, mientras que al principio teníamos que atender cada detalle, ahora parece que no nos hiciera falta ni pensar para llevarla a cabo. Con una tarea sólidamente aprendida y, por ende, automatizada, el cerebro necesita invertir menos energía para su procesamiento, con lo que dispondrá de más recursos que pueden invertirse en otras tareas. Un cerebro eficaz, por tanto, no es el que trabaja más, sino el que realiza una transmisión más eficaz de la información entre las zonas importantes del cerebro. De esta forma, podemos entender la inteligencia como la capacidad de resolver un problema con el mínimo esfuerzo.
4. ¿El tamaño importa?
Antiguamente, la craneometría nos ofreció conclusiones erróneas acerca de la relación entre el tamaño del encéfalo y la inteligencia, justificando también la existencia de un orden social y la supremacía de la raza blanca, ya que, comparados con los negros, los indígenas y las mujeres, tenían mayor tamaño cerebral (Gould, 1984 y Arsuaga & Martínez, 2004). En caso de depender del tamaño, los elefantes (cuyos cerebros pesan entre 4 y 5 kg) serían unos “genios”. Ni siquiera el tamaño relativo del cerebro respecto al cuerpo tiene algún efecto sobre la inteligencia. Lo que hace especial al cerebro humano es su estructura y su corteza, donde residen capacidades únicas.
5. ¿La inteligencia se hereda?
«Es muy inteligente, ha salido a su madre». Esta idea también hizo que durante mucho tiempo se perpetuaran las jerarquías sociales por el hecho de considerarlas como un reflejo del orden natural. Sin ir muy lejos, en 1974, William Shockley decía que las personas negras eran menos inteligentes por causas genéticas, y ofrecía una recompensa a quien se esterilizase a propósito. Cierto es que nacemos con una predisposición genética a desarrollar aptitudes en mayor o menor medida. En base a esto cabe decir, que la probabilidad de desarrollar con mayor o menor rapidez una habilidad como es la inteligencia, está influida por la información genética con la que venimos al mundo, pero no está determinada por ella. El ambiente en el que uno se desarrolla también juega un papel de similar importancia (la familia, la escuela, el entorno social, la cultura, etc.).
6. ¿Existe una única inteligencia?
De haber llegado hasta aquí nos habremos hecho una idea de que hablar de un solo tipo de inteligencia se queda algo corto, teniendo esta, tantas facetas. De hecho, tras estudiar el desarrollo de las habilidades en los niños, se habla de las inteligencias múltiples, que serían de 8 tipos diferentes, trabajando juntas de forma compleja y con un potencial de desarrollo (Howard Gardner, 1983). Esto implicaría que cada persona posee varios tipos de inteligencias y que, dependiendo de las circunstancias del entorno, se puede favorecer a la potenciación de unas u otras.
Por Ángelo Andre Centeno.
REFERENCIAS BIBIOGRÁFICAS
Villamizar, G. & Donoso, R. (2013). Definiciones y teorías sobre inteligencia. Revisión histórica. En Psicogente, 16 (30), 407-423
Solís, Pedro J. (2016). La relación entre el tamaño del cerebro y las funciones cognitivas en el homo sapiens. Acta Academica. 58.