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Violencia en el fútbol base: creencias, emociones y conductas

Cada fin de semana, se juegan en España miles de partidos de fútbol base y, cada cierto tiempo, se producen las tan temibles peleas entre los padres de los jugadores de uno y otro equipo. Esto nos puede llevar a pensar que, estadísticamente, el problema estaría más o menos controlado.

Sin embargo, esto no es así. No solo estas peleas son bastante más frecuentes de lo que creemos, sino que son sólo la proverbial punta del iceberg. Y es que, muchas veces nos preguntamos “¿Qué le tiene que pasar por la cabeza a esta gente para llegar a esta situación?”

Los motivos pueden ser infinitos, pero eso no lo es lo importante. Lo crucial son las ideas implícitas en las que se sustentan esas situaciones.

Las ideas son representaciones mentales que afectan a la forma en la percibimos el mundo y en cómo actuamos en él. Por ejemplo, si una persona tuviera la idea: “las mujeres conducen peor que los hombres”, sus procesos atencionales tenderían a dirigirse hacia esa dirección, contabilizando los errores cometidos por mujeres o percibiendo dichos errores como más graves, u otorgando más responsabilidad a la mujer en una acción con varios implicados de diferente sexo. En la práctica, esto conlleva a no permitir conducir a una pareja mujer o una hija, o ya en un plano social, a que los seguros sean más caros para las mujeres. Hasta ese punto son importantes las ideas.

Desde esa perspectiva, es diferente tener la idea de “lo importante es que mi hijo lo pase bien” de “lo importante es que mi hijo gane”, o “lo importante es que mi hijo aprenda y mejore” frente a “lo importante es que mi hijo pueda ganar dinero con el fútbol”.

Estas ideas se conforman a raíz de los diferentes aprendizajes de nuestra vida, mediados por una carga genética, por lo que muchas veces serán implícitas o, por utilizar un término psicodinámico, inconscientes. Es más, en muchas ocasiones estas ideas implícitas existirán a pesar de estar convencidos a nivel consciente de que nuestras ideas son otras.

Sea como sea, ese es el caldo de cultivo que tenemos en las gradas de nuestros alevines y, dentro del cual, se empiezan a producir los primeros indicadores.

Estado de activación y control emocional

Los nervios pueden ser normales hasta cierto punto, pero si llegamos a tener un nivel de activación demasiado elevado, puede favorecer emociones como la ira, y alterar a nuestra toma de decisiones a la hora de expresar cierto pensamiento, así como al elegir el momento y las formas para hacerlo. Es por ello que, si detectamos que nuestro nivel de activación está por encima del que podríamos considerar razonable para presenciar un partido entre niños (digamos, superior a 40 sobre 100), puede ser efectivo intentar respirar de forma pausada y controlada o intentar el clásico contar hasta 10.

Por otra parte, hay ciertas conductas típicas disparadoras de conflictos que podemos intentar evitar, entre las cuales destacaríamos:

  • Gritar instrucciones a los niños: Para eso está el entrenador, y caeríamos en el riesgo de que los niños reciban instrucciones contradictorias.
  • Faltar al respeto de contrarios, compañeros, entrenadores, otros padres o árbitros: No hace falta insultar para faltar al respeto. Insinuar a voz en grito que una buena estrategia puede ser ejercer la violencia física en forma de falta premeditada (para por ejemplo evitar un contra ataque) puede ser percibido como una falta de respeto a la integridad física del contrario de turno. Celebrar un gol de forma efusivamente explícita puede ser considerado como una falta a la humildad. Contrariar al árbitro SIEMPRE es una falta de respeto a las normas.

Estas creencias, emociones y conductas son el resto del iceberg, y están a un click de disparar una pelea y hundir el Titanic, pero ese riesgo no es el único por el que merece la pena trabajar en ellas, sino que los verdaderos protagonistas de todo esto, los niños, están ahí aprendiendo. Siempre están aprendiendo, y nuestra conducta puede ser tomada de ejemplo, perpetuándose en la sociedad. Además, podemos generar una situación violenta para nuestros hijos, que pueden acabar prefiriendo que no vayamos a verles competir o abandonar su deporte y, por qué no decirlo, también existe el problema de perjudicar la imagen de los clubes, que se enfrentan a sanciones económicas y deportivas por este tipo de incidentes.

Por ello, por el fútbol, por el deporte, y por los niños, trabajemos esas ideas, gestionemos esas emociones y redirijamos esas conductas para, entre todos, utilizar ese iceberg para esculpir un monumento al respeto, la humildad y el compañerismo en el fútbol base.

Por Jaime Marcos

@Jaimemarcosred

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