¿Cuántas versiones pueden haber de una misma historia? Exactamente, mínimo dos, y a veces depende del número de personas que la hayan vivido. Pero seamos sinceros, cuando distintas personas vienen a contarnos sus propias versiones de algo que ha ocurrido, habitualmente le damos más credibilidad o nos posicionamos del lado de aquel que nos cae más simpático, o que es más afín a nosotros. Y es normal, porque somos personas y forma parte de nuestra naturaleza.
Sin embargo, también es cierto que muchas veces, cuando hay diferentes versiones de un mismo acontecimiento, no significa que unos digan la verdad y otros mientan, a lo mejor simplemente, desde la asertividad, todos están contando su verdad pues cada uno lo vive desde su propia experiencia. Uno de los mejores ejemplos que encontramos en la literatura es “El cuarteto de Alejandría” publicado por Lawrence Durrell entre 1957 y 1960.
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La historia de «El cuarteto de Alejandría»
Se trata de una obra literaria compuesta por cuatro libros, que narran una misma historia contada por cuatro personajes diferentes. Ésta tetralogía tiene lugar en Alejandría, alrededor de la Segunda Guerra mundial. Lo mejor es que cada personaje narra la historia a su manera y desde su propia experiencia, como la vivió, como la sintió y como la recuerda.
Cuando das con un libro de esos que te absorben, a medida que avanza la historia y sin darte cuenta te vas decantando por unos y otros personajes. De algunos te encariñas y otros te caen realmente mal. En definitiva, que nos despiertan emociones diferentes. Leer el “El cuarteto de Alejandría”, es tan intrigante como desconcertante, pues cuando has acabado con Justine (la primera de las cuatro novelas) ya te has hecho con una opinión de cada uno de los personajes y de los hechos que se cuentan. Entonces te entregas a Balthazar y empiezas a ver la misma historia pero desde otro prisma ¿Real?, por supuesto, igual de real que lo es el de Justine.
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Observas como otro personaje cuenta la misma historia desde su punto vista, aportando nueva información que cambia nuestra perspectiva sobre las intenciones de los protagonistas acerca de asuntos ya leídos en el volumen anterior, dándole importancia a otros personajes, también partícipes de la historia o a sucesos que el narrador de Justine no le había otorgado peso, o al menos no tanto, básicamente porque éste solo tenía una parte de la información.
Con la mente un poco más abierta, e intuyendo que Mountlive, pondrá de nuevo todo patas arriba, compruebas, como dice el autor que “hay tantas verdades como seres humanos las viven y cuentan”.
Sin ir más lejos ¿cuántas veces nos hemos sentido injustamente tratados? Pues algunos pensarán que muchas y otros que no tantas, simplemente porque hasta los hechos de la propia realidad objetiva parecen distintos según los viven estos o los otros. Por ejemplo, dos amigos salieron a correr el martes pasado y estuvo toda la tarde lloviendo. Si para uno la lluvia no supone ningún problema porque vive en Inglaterra, igual te dice que disfruto de una buena tarde para correr, y si te lo cuenta el otro que es de Alicante y llueve una vez al año, es probable que te diga que el martes hizo una tarde malísima.
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También a veces, nos convertimos en una especie de adivinadores de intenciones ajenas: “Fulanito me ha pedido que haga esto a última hora para fastidiarme, como siempre”. Pues igual sí, o igual Fulanito ni se ha planteado por un momento que pedirte las cosas a última hora suponga ningún problema para ti, porque nunca se lo has hecho saber.
Las personas, por lo general, nos comportamos casi siempre de cierta manera ante ciertos acontecimientos y nos relacionamos con las personas según la imagen que ya tenemos de ellas.
El cuarteto de Alejandría me parece una fabulosa oportunidad para asimilar una buena dosis de realidad, pues se trata de un claro ejemplo de como una misma historia puede ser contada desde tantas posturas, que al final pueden parecer historias diferentes, siendo todas ellas ciertas.
Finalmente Clea, en el último libro de la tetralogía, nos muestra otra visión, de la historia contada tiempo después. Y ella, que personalmente no estuvo allí, pero tiene información, que en aquel momento otros no poseían, y nos proporciona otra perspectiva más, por supuesto con su poquito de opinión, un pellizquito de recuerdo y una cucharadita de sentimiento.
Por Violeta González