Según la RAE, la mentira es una expresión o manifestación que es contraria o inexacta a aquello que se sabe, se cree o se piensa. En este sentido, hay distintos tipos de mentiras, como aquella que no causa daños y que sirve para aliviar nuestra conciencia, o la mentira piadosa que se dice a alguien para evitar sufrimiento, como la que solemos decir a los niños cuando su mascota desaparece.
Aunque siempre nos han enseñado que lo correcto es decir la verdad, mentiríamos (paradójicamente) si dijéramos que a veces no “maquillamos” la información. Pero, si nos han criado en el valor de la sinceridad, ¿qué nos lleva a hacer uso de la mentira? Las razones por las que mentimos pueden ser muy variadas; para mejorar nuestra imagen ocultando nuestras debilidades, para hacer sentir mejor a los demás, para evitar situaciones incómodas o sentimientos de tristeza, para obtener un beneficio, evitar una responsabilidad…
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Mentiras: ¿cuándo comenzamos a mentir?
Y es que, las mentiras están presentes en nuestras vidas desde edades bien tempranas. Para mentir es necesario conocer lo que sabe y lo que no la otra persona; ponerse en sus zapatos. Esta capacidad se desarrolla sobre los 3-4 años, y la conocemos como Teoría de la Mente. Esta capacidad es la facilidad que adquirimos para entender las creencias, intenciones y conocimientos de los demás. Cuanto más desarrollo alcance esta capacidad, más sofisticada será la mentira, ya que funciones ejecutivas como la planificación, atención y autocontrol facilitarán una mejor elaboración. Ahora que hemos delimitado qué es la mentira y porqué hacemos uso de ella, exploraremos la mentira a nivel neurobiológico: ¿Qué ocurre en el cerebro cuando mentimos?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la mentira conlleva la experimentación de emociones negativas. La encargada de producir esta señal es la amígdala, un componente del sistema límbico relacionado con el procesamiento emocional. Esta estructura nos hace sentir rechazo cuando engañamos a alguien, lo que marca la magnitud de la mentira que estamos dispuestos a decir. Sin embargo, los estudios han demostrado que, a medida que seguimos mintiendo, ese “freno” emocional se va desgastando, por lo que esa señal negativa se va desvaneciendo. Si, a diferencia de lo que ocurría con las primeras mentiras, ahora engañamos y no experimentamos esa emocionalidad negativa que nos hace sentir incómodos, puede que hagamos uso de la mentira con más frecuencia, y seamos propensos a decir mentiras de mayor magnitud.
Funcionamiento del cerebro ante las mentiras
Siguiendo con esta vía emocional, la actividad de una persona que está siendo deshonesta a la verdad implica la activación de tres sistemas:
- Sistema BAS (Behavioral Activation System): Este sistema se relaciona con la susceptibilidad o motivación a la recompensa y la impulsividad. Cuando mentimos, la activación de este sistema hace que nos sintamos excitados por las consecuencias positivas que nos pueda suponer la mentira que hemos empleado
- Sistema BIS (Behavioral Inhibition System): Este sistema se relaciona con la susceptibilidad al castigo y con el estado de ansiedad. Es el sistema de inhibición conductual, sensible a estímulos amenazantes. También es sensible a la falta de recompensa, derivando en emociones como frustración o culpabilidad
- Sistema FFS (Fight Fly System): Es el sistema de la lucha o huída, por lo que reacciona ante estímulos aversivos como el miedo o el dolor. Cuando engañamos a alguien, el temor a que descubran nuestra mentira hace que este sistema se active.
Sabiendo con qué se relaciona cada sistema y cómo funciona, ¿cómo reaccionan las personas en función de qué tipo de sistema activan? Si nos han pillado en nuestro engaño, podemos esperar distintas reacciones en función de nuestro funcionamiento cerebral. Las personas que tienen una tendencia a tener el BAS activo suelen reaccionar a la activación del FFS con el ataque, defensa agresiva o lucha. Por el contrario, los sujetos que suelen tener el BIS activo reaccionarán a la activación del FFS con la parálisis o la huida.
En resumen, aunque las mentiras están siempre presentes en nuestra sociedad, y es cierto que hay una serie de estructuras y procesos que funcionan de manera similar cuando engañamos, los datos indican que cada persona reacciona de manera diferente en función de su funcionamiento cerebral, y que las zonas que se activan ante ella son muy heterogéneas.
Por Noelia Bermúdez