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Como ocurre en todas las revoluciones, la revolución tecnológica que estamos viviendo durante los últimos tiempos acarrea una profunda adaptación a nivel social. Internet, smartphones, redes sociales… Nuevos métodos, normas, vías de comunicación, etc. se imponen a los que hasta ayer imperaban en nuestro día a día y, lo que es más importante, llegan a convivir durante un período de tiempo.

En este sentido, la sociedad actual lleva ya unos años rompiéndose la cabeza buscando la manera de facilitar esta transición a las personas que la componen, focalizando su atención en aquellos que la compondrán: los niños.

Y es que, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) pueden aportar infinitas ventajas y recursos a la humanidad. Un mundo globalizado, podernos comunicar cara a cara con nuestros amigos y familiares que viven en otros países o enviar documentos en cualquier momento del día son algunas de las que se nos ocurren a bote pronto. Sin embargo, el fuego de Prometeo también quema, y las TICs pueden traer consigo una serie de riesgos:

  • Privacidad: Todo aquello que pongamos por internet, deja de ser nuestro automáticamente. Sin embargo, en algunos medios laborales se tiene en cuenta la actividad en las redes sociales, la cual se nutre de frases, fotos, etc. Lo mismo ocurre con todo el material que enviamos por cualquier tipo de mensajería instantánea.
  • Contenido inapropiado: Sin entrar a polemizar con la delgada línea que separaría lo apropiado de lo inapropiado, digamos que se presupone que ciertos materiales que circulan de forma explícita y gratuita por cualquier parte de la red están al alcance de niños, más o menos impresionables.
  • Cyberacoso: O cyberbullyng, es un tipo de maltrato consistente en intimidar, humillar, marginar y/o discriminar a alguien a través de las redes sociales, que se da sobre todo entre adolescentes.
  • Personas desconocidas: Como a través de cualquier medio clásico, existen ciertos riesgos a la hora de establecer contacto con desconocidos a través de chats. La sensación de invulnerabilidad que nos produce estar a salvo en casa tras nuestra pantalla de ordenador puede disolverse si, por H o por B nuestro nuevo interlocutor decide propasarse, insistir tras alguna negativa o amenazar con localizarnos y, aunque podemos pensar que eso sería muy difícil, siempre resultará incómodo leerlo todos los días, o a todas horas…

 

La selección natural ha tenido mucho tiempo para enseñarnos cómo no quemarnos con el fuego. Ahora es nuestro turno lidiar con este nuevo “regalo de los dioses“¿Qué debemos hacer? ¿Ilegalizar el compartir ciertos contenidos por internet? ¿Prohibimos a nuestros hijos el acceso a las TIC hasta los 12 años?

¿Hasta los 13? ¿Hasta los 9 si son muy espabilados? ¿Llenamos nuestro ordenador de mecanismos que bloqueen todos los contenidos perniciosos? ¿Cuáles serían? ¿Los violentos? ¿Los sexuales? ¿Los explícitamente sexuales? ¿Los desnudos? ¿Los anuncios de Calvin Klein? ¿Los racistas, sexistas, liberales, radicales, de derechas o de izquierdas?

Es difícil imponer un control sobre la marea de información moralmente delicada que transmite cualquier medio social, más aún uno tan masificado como internet.

Pensamos que tenemos mucho más margen de actuación desde el otro lado, interviniendo en las personas que darán uso a esta tecnología. A través de campañas educativas, intervenciones puntuales y a través de la toma de conciencia de quienes tenemos el poder de cambiar las cosas, podremos aprender a no quemarnos con las TIC, de la misma forma que la selección natural no hizo el fuego más frío o más inaccesible para protegernos de él. Nos hizo a nosotros más inteligentes, más adaptativos. Nos educó.

Jaime Marcos

@Jaimemarcosred

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