No es una novedad que los medios de comunicación nos “bombardeen” diariamente con una gran cantidad de información de distintos ámbitos, con el fin de estar informado sobre aquello que suscita atención. No obstante, en los últimos años y diariamente una palabra está en boca de todos: estrés.
Se hace referencia al estrés que produce una determinada situación en un determinado momento. Al estrés que niños y niñas sufren por la terrible programación de una educación, dónde las demandas (horas escolares, tareas para casa y exámenes), superan notablemente a los recursos para afrontarlas de los más jóvenes. Al estrés laboral y las consecuencias negativas que ello conlleva. En definitiva, somos conocedores del gran problema que existe, pero realmente no somos conscientes ni de cómo afecta a las personas ni de cuál es la magnitud del problema en la sociedad. Según el último estudio llevado a cabo por el Colegio Oficial de Psicólogos (COP) en el 2018 (3009 entrevistados desde 18 a 64 años), nueve de cada diez españoles (96%) han sentido estrés durante el último año y cuatro de cada diez, lo han sufrido de manera continuada (42,1%), porcentaje que equivale a alrededor de 12 millones y medio de españoles. Datos bastante preocupantes y sin embargo, con tan poca repercusión en los medios de comunicación.
El estrés definido por Richard Lazarus (1984) como “una relación particular entre la persona y el entorno que es valorada como desbordante o como algo que excede sus recursos y pone en peligro el bienestar”, afecta a diferentes esferas de nuestra sociedad. Como bien he comentado anteriormente, afecta al mundo laboral y al escolar pero también, tiene su particular influencia en el mundo del deporte. Un estrés que puede afectar tanto a la preparación como al rendimiento deportivo en sí, pero también a la vulnerabilidad de los deportistas para sufrir las temidas lesiones. Tal y como menciona Buceta (1996), controlar el estrés en los deportistas es fundamental por dos motivos: a) un elevado nivel de estrés puede provocar efectos negativos (cansancio, déficits atencionales…) que aumenten la vulnerabilidad para sufrir una lesión; y b) el estrés puede afectar a la hora de percibir control en variables de autocuidado, relacionadas con la prevención de lesiones (buena alimentación, descanso…).
Relación entre el estrés y las lesiones deportivas
Una vez definido el estrés, conociendo la gravedad del problema en nuestra sociedad y teniendo en cuenta que es necesario controlarlo para reducir la vulnerabilidad a sufrir lesiones, ¿por qué un elevado nivel de estrés (ya sea por situaciones potencialmente estresantes o por variables personales) puede provocar una lesión? Siguiendo la línea experimental de Buceta (1996), podemos destacar una serie de mecanismos explicativos de la relación entre el estrés y las lesiones:
- Un elevado nivel de estrés debilita el sistema inmunitario del organismo, haciéndolo más sensible a una posible lesión.
- El estrés provocado por una situación potencialmente estresante para un deportista (p.e. el deportista debe demostrar al entrenador que tiene un hueco en el equipo titular) o por una variable personal (p. e. el deportista ha discutido de forma airada con su pareja antes del entrenamiento), puede provocar altos niveles de activación en el organismo, produciendo un déficit de atención, ignorando información relevante y provocando errores en la ejecución de la tarea y en la toma de decisiones, aumentando con ello la probabilidad de lesionarse.
- Al contrario que en el punto anterior, el estrés llevado a la práctica física puede provocar al deportista cansancio psicológico o un estado de ánimo bajo, llevando a éste a un menor nivel de activación y perjudicando con ello su enfoque atencional (reduciéndolo), aumentando la probabilidad de cometer errores en la ejecución de la tarea. Por esta razón, se recomienda, para la correcta realización de un ejercicio, un nivel de estrés óptimo, es decir, ni un nivel tan alto de estrés, que desemboque en una hiperactivación o hipoactivación del deportista, ni un nivel de estrés mínimo o nulo, que produzca un exceso de relajación.
- Además, el estrés puede provocar una sobreactivación muscular, acelerando el cansancio y el agotamiento del deportista así como dificultad en la coordinación motora y flexibilidad, reduciendo de este modo, la calidad de los movimientos necesarios para llevar a cabo la actividad física y aumentando el riesgo de lesión.
- El estrés puede provocar que el deportista quiera controlar en exceso la situación, pudiéndose producir un abuso de la actividad física, incluso por encima de sus propias capacidades. Por ejemplo, imagínese el caso de un deportista que lleva cuatro años preparándose para unos Juegos Olímpicos, que percibe que no está lo suficientemente preparado y pronostica un posible fracaso en la competición. Este deportista, debido al estrés que le produce la situación, abusa del ejercicio, realizando 4 horas extras al día. Pues bien, este deportista está aumentando de forma considerable su vulnerabilidad a tener una lesión. De hecho, estudios como el de Kerr y Minden (1988), ponen de manifiesto que la gran mayoría de lesiones (50%), se producen la semana anterior a las competiciones y un 40% el mismo día.
- Por último, y en la misma línea que lo comentado en el punto anterior, puede que los deportistas aumenten de forma notable su actividad física para tratar de aliviar alguno de los síntomas que provoca el estrés en su día a día (estrés escolar, laboral…), produciéndose así abusos y aumentando con ello el riesgo de lesión.
Por tanto, desde mi humilde opinión, es imprescindible tener en cuenta que el estrés en un grave problema que una gran mayoría de la sociedad lo sufre en su vida cotidiana, incluyendo los deportistas, y es necesario una correcta intervención temprana desde que aparecen los primeros síntomas, para reducir la probabilidad de ocurrencia de las posibles lesiones, que tanto perjudican a nivel individual y colectivamente.
Por Ignacio García Giménez.
REFERENCIAS BIBIOGRÁFICAS
Buceta, J. M. (1996). Psicología y lesiones deportivas: prevención y recuperación. Editorial Dykinson.
Kerr, G y Minden, H (1988) Psychological factors related to the ocurrence of athletic injuries. Journal of Sport and Exercise Psychology, 10, 167-173.
Lazarus, R. S., & Folkman, S. (1984). Coping and adaptation. The handbook of behavioral medicine, 282325.