La labor psicológica del entrenador en deportes de equipo es muy complicada. Gestionar un grupo de personas de manera que todos y cada uno de ellos den lo máximo y además estén contentos y se lleven bien parece misión imposible. A continuación, os escribimos 7 pecados capitales en los que debemos evitar caer si queremos llevar a cabo una buena gestión de grupo desde el banquillo.
- Obligatoriedad: Los deportistas están ahí porque les gusta su deporte, porque quieren jugar y porque se divierten, no porque tengan que ganar. Como entrenadores, debemos enfocar el cumplimiento de las tareas desde esta perspectiva, y no desde la de “lo hacen porque tienen que hacerlo”. La obligación genera presión, y lo que necesitamos es que se desarrolle motivación en los deportistas si queremos tener éxito como entrenadores (Cambiar los “Tengo que…” por los “Quiero…”, Presión por Motivación).
- Arrogancia: Para que nuestras instrucciones sean seguidas con la mayor de las exactitudes por nuestros deportistas, necesitamos que nos respeten como entrenadores, pero para que nos respeten, necesitamos respetarles nosotros ellos. Los deportistas son, ante todo, personas, y debemos tener en cuenta sus situaciones y características personales, sin creernos con más autoridad sobre ellos que la que nos otorga el puesto de técnicos.
- Individualismo: Los éxitos del entrenador son los éxitos del equipo. Por ello, el “yo” no puede ir nunca por delante del “nosotros”, y debemos anteponer el beneficio del equipo en detrimento de preferencias personales. Un entrenador no es nada sin sus deportistas. Así mismo, el grupo ha de interiorizar este concepto también entre sus miembros para llevar la empresa a buen puerto.
- Indiferencia: No podemos pasar por alto las buenas acciones que realizan nuestros deportistas. Debemos reforzar todo lo que hagan y que queramos que repitan en el futuro (no solo los goles o los triples). Además, hemos de tener en cuenta que los refuerzos tienen que ser proporcionales con los logros, y que cada persona responderá a refuerzos distintos (unos a un aplauso, otros a unas buenas palabras, otros a un abrazo…).
- Atacar: Hay que intentar ser hábiles a la hora de transmitir feedback. Cuando vayamos a decir algo bueno del deportista, nos lo ganaremos si lo hacemos en público y aludiendo a la esencia del deportista (“eres bueno”). Sin embargo, si vamos a decir algo a mejorar y lo hacemos de esta forma, lo más probable es que nos ganemos un enemigo en el vestuario, por lo que es mejor, en estos casos, dar el feedback en privado y aludiendo a la conducta del deportista (“lo podrías haber hecho mejor”). En este último caso, debemos evitar los conceptos con connotaciones negativas (“mal”, “no”…) incluir feedback positivo en primer lugar terminar dando una nota positiva (“ánimo, lo puedes mejorar”…).
- Discordia: Es imprescindible que todo el equipo reme en la misma dirección para llegar al objetivo. Crear sub-grupos enfrentados dentro de un equipo prácticamente nos condena a malos resultados. Sin embargo, si trabajamos desde el primer día un buen clima de trabajo, esto nos llevará a conseguir nuestras metas de la forma más rápida y efectiva, ya que, como se suele decir, el todo es más que la suma de las partes.
- No confidencialidad: Para que haya una perfecta confianza y armonía entre los integrantes de un equipo, lo que pasa en el vestuario, debe quedarse en el vestuario. Ir por ahí contando lo que este ha hecho mal, o que aquel se lleva mal con el otro, solo puede traernos malentendidos, desconfianza y rencor, lo que afectará a futuras charlas o instrucciones. De la misma forma, debemos aislar el vestuario de todos los ataques o habladurías que puedan proceder del exterior.
La intuición y la experiencia diaria pueden llevarnos a cometer ciertos errores en la gestión de grupos. En la psicología del deporte podemos encontrar pequeños trucos y claves, avalados por la investigación científica, para optimizar el respeto, la obediencia y el buen clima de nuestros deportistas.
Jaime Marcos