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Lifestyle: la sociedad de la inmediatez y la mala alimentación

A estas alturas, ¿quién no conoce el nuevo movimiento de estilo de vida “Real Fooding”? Bueno, por si acaso te has despistado y no lo conoces todavía, es un movimiento en el cual, se propone que la sociedad se encuentra encerrada en una especie de Matrix, de la que solo unos pocos consiguen salir. Para salir, plantean que es necesario conocer lo que realmente estamos consumiendo y que, de esta forma, dejaríamos de hacerlo por todo lo que ello conlleva. Hablan, además, de los alimentos ultra procesados, los cuales son “malos” para nuestra alimentación y por tanto, para nuestra salud. Pero…las personas en realidad, no comen procesados solo por falta de conocimiento, sino que influyen otros factores. Por ello, en este artículo me gustaría hablar sobre la falta de gestión emocional, especialmente en esta generación de la inmediatez que se ha creado a día de hoy en nuestra sociedad.

Alimentación a través de Internet y las Redes Sociales

La enseñanza actual, no se focaliza en educar para que los niños aprendan a gestionar sus emociones… ¡Es más, vivimos en una sociedad en la que nos miman y nos malcrían! Lo tenemos todo al instante habitualmente.

Las redes sociales, internet o la tecnología en sí, solo han creado a personas que tienen lo que quieren, en ese mismo momento. Que no sabemos que es “tal” o que ha pasado en Canadá, pues ¡Fácil!… Cogemos el móvil y al instante tenemos la respuesta. Pero ¿y si queremos comunicarnos con un amigo, porque ha tenido un niño?… ¡Fácil también! Cogemos el móvil y en un segundo lo llamamos o le escribimos y lo felicitamos. Hemos perdido la ilusión y la paciencia.

Y tú dirás, ¿qué tiene que ver esto con comer mal?, pues tiene mucho más de lo que crees. La “pérdida” de paciencia, debido a que tenemos todo en el instante, nos lleva a que cuando tenemos una emoción fuerte, por “x” motivo, y no sabemos como reaccionar, no sabemos qué hacer, con todo ese nudo que tenemos en la garganta (ya que no nos han enseñado a gestionarlo), y sin quererlo comenzamos a comer, pero, además, no comemos algo hecho por nosotros, no, sino que buscamos algo rápido, lo que sea. Es un momento de “hambre”, de querer comer ya, ahora mismo, algo, lo que sea, para llenar ese “vacío” … ¡¡¿¿¿y que hay mas rápido que un dulce bollito???!!

Y ahí está uno de nuestros grandes problemas, ¿Acaso no te sientes frustrado cuando tratas de entrar en una página y tarda más de unos segundos?, ¿y como no?, ¿cierto? <<Pero ¿es que acaso no funciona internet? a no… ya está, ya cargo>>.

Internet nos da todo aquello que queremos de forma instantánea, búsquese un buen trabajo y no tendrá ni que salir de casa pasa hacer la compra, ¡hasta puedes hablar con tu médico por videollamada!

Las nuevas generaciones de la impaciencia

Inconscientemente, hemos creado una generación de consumidores impacientes, llévese a cualquier ámbito. Por tanto, ¿por qué nos extrañaría ver a alguien preferir una hamburguesa en lugar de hacerse un buen plato de lentejas? Las nuevas generaciones, prefieren consumir cualquier cosa rápidamente, de forma cómoda, cuando, donde y como ellos quieran. ¡Están impacientes! NO, no pueden esperar y lo que es peor, no saben cómo gestionar o cómo lidiar con la situación cuando esto ocurre. Cuando nos desesperamos, comenzamos a ponernos ansiosos y con ello viene, como ya hemos mencionado antes, el conocido hambre emocional. Lo cual es algo así como una confusión interna que nos lleva a comer de forma injustificada. Realmente no tenemos hambre, pero nos sirve para calmarnos momentáneamente, aunque esa frustración siga ahí.

La vida se nos llena de estrés continuamente, porque no tenemos tiempo, vivimos muy deprisa y quizás a diario, nos proponemos demasiadas cosas, por tanto, tampoco podemos pararnos a hacer la comida, además, para qué, si con una llamadita me la traen a casa. Ahora bien, me gustaría que cogieses tu móvil y miraras cuántas horas inviertes en él (Si no conoces esto, en ajustes puedes ver durante cuánto tiempo has usado cada aplicación hoy). Increíble ¿verdad?, se habla de que los españoles pasamos alrededor de 61 horas a la semana, usando el móvil. Vaya, creo que con ese tiempo da para hacer alguna que otra comidita, y lo que es más importante, da tiempo a cuidarse y mirar dentro de nosotros.

Pero no sembremos el pánico, a pesar de que, debido a las redes sociales, nos hayamos hecho más impacientes, y esto nos afecte en diferentes ámbitos de nuestro día a día << “Es que ha tardado dos minutos en responder”>> o << “¿Porque no contesta si lo ha visto?”>>, esto tiene solución. Estos famosos comentarios, sobre todo entre los más jóvenes, crean un malestar debido a esta impaciencia y consentimiento continuo. Con ayuda de un buen aprendizaje emocional, podemos aprender a lidiar con este malestar, sabiendo distinguir entre hambre real y emocional, y a saber esperar unos minutos más a que se hagan las lentejas, y no comerme una galletita por el camino. Por tanto, no creo que el problema, tal y como lo plantea el “Real Fooding”, sea solo por desconocimiento de la información nutricional, todos sabemos que comer bollería industrial no es bueno, << pero “¿y qué?, es que tengo prisa, estoy estresado…”>>.

Por dicho motivo, en mi opinión, esto también tiene que ver con la impaciencia que predomina a día de hoy en nuestra sociedad. Con esto, no quiero decir que esté en contra del “Real Fooding”, todo lo contrario, es necesario que seamos conscientes de lo que comemos y cuáles pueden ser sus consecuencias, es cierto, que a pesar de que hoy en día, tenemos toda la información que necesitamos de forma instantánea, no nos paramos a observar, ni tenemos el más mínimo interés en preocuparnos por conocer aquello que estamos ingiriendo, lo cual nos puede influir de forma negativa. Sin embargo, pienso, que todo esto vaya más allá. Las conductas alimentarias, no sólo están influenciadas por la sociedad y los medios de comunicación, sino que también lo están por la familia, los amigos, el trabajo, etc, en general por todo aquello con lo que interactuamos y su correspondiente emoción y gestión de la situación.

Por ello, creo que la solución a la mala alimentación, además de una psicoeducación nutricional, también debería de estar complementada por una psicoeducación emocional.

Por María José Morillas

@morillaas_Mj

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