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La filosofía del atleta: lo hago porque quiero

¿Por qué hacer deporte sienta tan bien? ¿Qué piensa, tiene que pensar o tiende a pensar un atleta o deportista? ¿Piensa de forma diferente?

Es muy probable que no te hayas parado nunca a pensar en las preguntas que acabas de leer, y es casi igual de probable que no supieras darles respuesta inmediata. Sí, el deporte tiene un trasfondo: detrás de él hay implicados factores de distinta índole, entre ellos los psicológicos.

Para un atleta es casi incuestionable que el deporte tiene un papel esencial, y es que sencillamente, es fundamental para él: es una de las cuatro, cinco o siete patas que tiene la mesa de su vida, y puede ser que él sepa explicarte el por qué.

¿Por qué hacemos deporte y de qué manera lo hacemos?

La razón por la que, hace muchos años, éramos personas mucho más nómadas e incorporábamos el movimiento en nuestro día a día, está más que clara. El objetivo era adaptarnos al medio para sobrevivir: ser más fuertes. Teníamos que salir a cazar, buscar comida, alejarnos del frío o buscar cobijo, y los trabajos, entonces, eran más físicos.

Es inevitable que ya hayas reparado en que cada vez más personas trabajan desde casa. Puede que ya hayas visto cómo personas cerca de ti, o incluso tú mismo, se fuerzan a cumplir una serie de pasos en su día a día para tener un mínimo de movimiento. También habrás advertido en las graves consecuencias que trae consigo esta nueva forma de “adaptarse” que, irónicamente, no es de ninguna forma adaptativa, porque no contribuye a mejorar nuestra salud física, y aunque no lo parezca, tampoco la mental. El deporte tiene muchos beneficios. Pero ¿por qué tiene tantos?

Los valores arraigados del deportista

El deporte forma parte de nuestro estado natural: de manera natural nos movemos, y lo hacemos desde siempre, día a día. Lo no natural es el escaso movimiento que estamos haciendo en la actualidad.

Entre los diferentes estudios que explican los diferentes beneficios que aporta el deporte se encuentran algunos con encuestas que denotan que los atletas tienen, en definitiva, unos valores arraigados con mayor puntuación que el resto de la población: autonomía, independencia, seguridad, pertenencia a grupo y disciplina.

El deporte nos proporciona autonomía e independencia, capacidad de poder ir a hacer la compra caminando y volver a casa sabiendo que podemos cargar con esas bolsas de más. Nos proporciona seguridad y autoestima, sentirnos bien con nosotros mismos. Nos hace sentirnos parte del grupo de deportistas que nos acompañan y nos proporciona mayor disciplina: da igual que llueve o que truene, da igual si no hay música o café. ¿O si importa?

Los cuatro factores de una buena relación con el deporte

1. La autorregulación

Aprende a coger consciencia con tu cuerpo. Esta bien que sigas una programación y un orden, pero diseña un programa específico para ti. ¿Qué ocurre cuando un día no has dormido bien o te sientes más débil? Simplemente reduces la intensidad y haces hasta donde puedes con lo que tienes. Entrenar tu capacidad de autorregulación también es entrenar.

Muchas veces, no ir a entrenar es complicado para algunos. Tenemos esta creencia de que, si no lo damos todo en cada entrenamiento y no llegamos a la extenuación, parece que no hemos hecho nada. Cambiar lo que piensas es la clave: puedes trabajar tus habilidades e ir progresando a tu ritmo, saber descansar y escuchar a tu cuerpo.

2. La motivación intrínseca

Si llevas a cabo un proceso de reflexión y te preguntas cuántos estímulos necesitas para que tu entrenamiento sea perfecto, vas a descubrir de cuántos agentes externos dependes.

Todos hemos necesitado ese café o esa bebida energética para ir a entrenar, ese apoyo del amigo que nos acompaña y que nos da esa energía y esa motivación “necesaria” para rendir al cien por cien.

Te diré que es erróneo y que sucede justo, al contrario: rendir al máximo implica dejar un a un lado esa excitación en exceso que parece que necesitamos. Probar a empezar de cero e ir prescindiendo poco a poco de esos estímulos de los que dependes. Nuestra capacidad de adaptación se transforma, y tú te adaptas al medio al que continuamente te vas exponiendo. Es muy reconciliador: si te apetece puedes entrenar con gente, tomarte antes un café y escuchar música a tope mientras entrenas, y si no es así, también lo puedes hacer. No depender de nada externo implica depender solo de uno mismo sin interferencias: de hacer lo que a uno le gusta.

3. Tu nivel de compromiso

Antes de decir “quiero hacer el pino», necesitas conocer qué supone conseguirlo.  Tienes que evaluar si estás dispuesto a dejarte la piel. Márcate bien cuáles son tus objetivos, y en el momento en que vayas a por ellos recuerda que solo tienes una opción: hacerlo. Si realmente estas dispuesto a hacerlo, entonces sí quieres hacerlo, y si realmente lo quieres, entonces ponlo como una prioridad.

4. El principio de inercia

La inercia es la fuerza que te impulsa a continuar una acción que ya se ha desencadenado: si comienzas a hacer algo, es más fácil que sigas haciéndolo. Por lo tanto, cuando no te apetezca hacer eso que sabes que quieres hacer, recuerda esta fuerza: empieza, porque empezar es el impulso de continuar haciéndolo.

Los valores arraigados de los que nos beneficiamos al realizar deporte se extrapolan siempre a otros ámbitos de tu vida. La motivación, las ganas de superarse y de ser mejor en algo cada día forman parte de ese principio de inercia que te va a llevar a seguir haciendo lo que quieres hacer. Si puedes hacer lo que quieres hacer, agradece esa oportunidad, porque cuando agradeces algo lo tienes en consideración, cuando tienes algo en consideración lo valoras, y si lo valoras, ya lo estás priorizando.

Por Noelia Marín Pérez

@noeliamrin

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