Evolución. ¿Supervivencia del más fuerte? No, supervivencia del mejor adaptado. No es necesario ser el fuerte. No siempre. La naturaleza selecciona a los que mejor se adaptan a ella. Elige perfiles concretos y les otorga la gloria de la supervivencia. Hasta que cambia de idea. Es una madre implacable y antojadiza. Adaptarse o morir. Dar la talla o prepararse para la extinción. Garras, picos, escamas, branquias, sistemas circulatorios y digestivos, instintos, conductas, inteligencia… todo forma parte del mismo juego, la vida. Todo lo vivo participa de esta lotería. Las reglas son sencillas. Todo el mundo concursa.
Cada generación presenta su candidatura mediante modificaciones aleatorias en su material genético. Una suerte de participación de una rifa a veces con premio, a veces sin él. En la mayor parte de las ocasiones estas alteraciones azarosas son inocuas, no tienen efectos o su impacto simplemente forma parte de las variaciones convencionales e invisibles. Gracias por participar.
Evolución humana: ¿una cuestión de suerte?
Otras veces los efectos son dramáticos e incompatibles con la vida. La ruleta rusa en su versión natural. Finalmente, en una minoría de momentos hay suerte, toca el gran premio y la consecuencia es una modificación que hace al individuo más apto para su desempeño en el medio natural. Pero aquí no acaba todo.
La realidad es que la adaptación consiste en elevar la probabilidad de supervivencia, no en la supervivencia misma. Hace falta que esta alteración casual se propague. Es necesario que la probabilidad de reproducción sea algo mayor que en el caso de tus semejantes. Hay que dispersar la semilla de la fortuna. Todos estos son demasiados factores. Incontrolables. Es posible que un sujeto con estas alteraciones beneficiosas no aproveche su posición de superioridad y pase desapercibido. Te toca el premio y lo malgastas. La historia de la vida. Pero una minoría selecta sí optimiza su suerte y perpetúa sus mutaciones. Éstas son heredadas por la siguiente generación y por la siguiente y así hasta que se produce un cambio en la balanza genética.
La alteración del ADN resulta ser tan provechosa que termina por caracterizar a esa especie. Muchos de estos cambios pueden incluso convertir a una especie en otra. Puede que los sujetos con la versión anterior desaparezcan del todo. Obsolescencia ecológica. El hardware antiguo no es compatible con el nuevo entorno. Todo depende de la suerte y, claro, de los cambios que presente el medio en el que se desarrolla la vida.
Estos cambios del medio consisten en factores geológicos, climáticos, biológicos, microbiológicos… todo lo que pase alrededor de una especie es susceptible de una alteración genética que ajuste la existencia al escenario vital. La vida es trepidante y vertiginosa. Cuando una mutación aún está en proceso de prueba ya hay cambios ambientales que elevan aún más la exigencia. Estás en plena adaptación y la naturaleza te aprieta las tuercas sin compasión. No puedes quedarte dormido.
Y, ¿qué hay de nuestra especie? Hemos estado sometidos al mismo tipo de presión durante miles de años. Pero hemos encontrado un modo de salir del círculo vicioso de mutaciones y extinciones.
El desarrollo de un sistema nervioso central extremadamente optimizado nos ha hecho inteligentes, conscientes de nuestra propia existencia. Ya no estamos sometidos a las modificaciones de un entorno cambiante y caprichoso. El razonamiento, los grandes inventos, los descubrimientos y la tecnología nos han permitido darle esquinazo a la evolución. Nuestra especie está congelada en una posición de privilegio de la historia natural.
Ya no hay mutaciones azarosas que nos hagan más o menos aptos para sobrevivir en el medio que nos rodea. A excepción de las alteraciones que impiden la vida, la naturaleza ya no gobierna nuestros destinos. La especie humana a tomado ventaja evolutiva sobre las especies contemporáneas y desde allí contempla toda la creación. Esto es lo más lejos que ha podido llegar cualquier cosa viva. Esto invita a la reflexión. No somos mejores que el resto, lo que pasa es que vemos con más claridad. Desde nuestra atalaya sentimos el gran compromiso adquirido que todo esto implica. Un gran poder asociado a una gran responsabilidad. La sabiduría de Spiderman.
Quien piense que nuestra descendencia ya no poseerá el meñique, el pelo, las uñas o cualquier otro órgano vestigial que pierda toda esperanza. Estos restos son la última parte de lo que supuso la evolución para nosotros. Un buen recuerdo de otra época. Hoy nos encontramos felizmente congelados en un punto de no retorno evolutivo en el que sólo debemos preocuparnos por depurar poco a poco los detalles del diseño conseguido.
Por Salvador Peralta Arronte.