Es un hecho que, cuando se tiene un mal día, sentimos ansiedad o se está bajo de ánimo, parece que el cuerpo pide pizza, bollos o chocolatinas y echarse al sofá a verse una temporada entera de alguna serie televisiva. De hecho, si nos paramos a pensar en nuestra propia experiencia seguro que al llegar a casa tras una jornada especialmente mala te has dicho algo así como: “con el día que llevo me lo he ganado”.
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Vivir la vida a través de la procrastinación
También ocurre algo parecido en Navidad. El turrón, los polvorones y las comidas de empresa son las protagonistas y una vez más, como son días especiales, pues es normal dejarse un poco y ser más permisivos con los dulces y los excesos; además entre el frío que hace y que son fiestas, ya me pongo “las pilas” con el deporte cuando pasen los reyes.
Ahora está la otra cara de la moneda. Empezamos a sentirnos mal, nos hemos pasado comiendo y encima estuvimos toda la tarde tirados sin hacer nada. Así que para limpiar nuestra conciencia nos ponemos a dieta estricta (seguramente, excesivamente estricta), nos calzamos las zapatillas deportivas y nos vamos al gimnasio a darnos una paliza para quemar todo lo que hemos comido de más. El resultado es que al final del día estás hambriento y agotado, pero te dices: “es lo que hay, por atiborrarte ayer”.
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Propósitos de vida que nunca de cumplen
Otro clásico es enero, mes de propósitos (entre ellos, comer bien y hacer deporte), y el agosto de los gimnasios, dispuestos todos a ofrecer las mejores ofertas porque es el momento de “quemar” todas esas culpas, turrones, polvorones y tardes de: “mañana sí que sí, salgo a correr”.
Llegados a este punto me encuentro en mi escritorio pensando en algunas personas de mi entorno laboral y personal, pero que comparten un elemento común, y es que todas ellas manifiestan ansiedad, bajo estado de ánimo y mucha frustración; entre otras razones por que querrían llevar un estilo de vida saludable, alimentándose de forma sana y practicando actividad física, pero no pueden, porque según dicen son un poco “vagos”, “tienen falta de voluntad” o “ es que ellos no aguantan”. Y yo me pregunto: ¿Si mi concepto de “premio” es la bollería y el sedentarismo, y alimentarme de forma saludable es algo que me impongo por obligación, es posible que pueda convertir en hábito algo que para mí es, cuanto menos, poco atractivo? La respuesta es rotundamente NO, a no ser que cambie mi manera de entender estos conceptos.
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Si bien es cierto y está más que demostrado que la actividad física se relaciona con el bienestar emocional, y el sedentarismo con estados de ansiedad y depresión, cada vez hay más investigaciones que establecen la misma relación entre lo que comemos y el estado de ánimo.
Por lo tanto, y aunque parezca contradictorio, si cuando tengo un mal día lo que me pide el cuerpo son chocolates, donuts o patatas e hibernar bajo la mantita en el sofá, lo que realmente mi cuerpo y mi mente necesitan es que me ponga las zapatillas y salga a trotar, de lo contrario, estaremos alimentando un círculo vicioso y lejos de encontrarnos mejor, estaremos peor.
¿Y esto por qué ocurre?
Tras la realización de una actividad física, es normal experimentar sensación de tranquilidad, felicidad y alivio del estrés, en definitiva, sensación de bienestar. Esto se debe a que después de hacer ejercicio nuestro organismo libera hormonas que promueven dichas sensaciones y mejora nuestro estado anímico. Actualmente la práctica del deporte es una parte muy importante en el tratamiento de los estados depresivos. Y como refieren estudios recientes «ejercitarse no es solo como tomar un antidepresivo, sino que no ejercitarse es como tomar un depresivo»».
En cuanto a la alimentación hay que decir que la comida rápida y la bollería industrial son ricas en sustancias que por su interacción con el organismo se han relacionado con el incremento, tanto de la ansiedad como de la depresión. Sin embargo, hay otros alimentos como las fresas, los huevos, los lácteos, las nueces, el pescado, las espinacas o la avena que influyen positivamente en nuestro estado de ánimo; pues en este caso, contienen elementos que promueven el incremento de la serotonina, neurotransmisor asociado a la felicidad.
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Por lo tanto, ya es hora de cambiar esa mentalidad que premia con malos hábitos y castiga con un estilo de vida saludable. Una vez que tenemos esto claro, ya podemos empezar a plantearnos cambios.
Por Violeta González