El efecto Pigmalión se refiere a la influencia que tiene la creencia de una persona en el rendimiento de otra.
En muchas ocasiones las expectativas que tenemos sobre otras personas, cómo son o cómo se comportan hacen que nosotros nos comportemos de una forma determinada. De esta manera influimos en la interacción para que se ajusten a lo que esperamos de ellas o les impedimos que actúen de otra forma. Este efecto también se conoce como profecía autocumplida.
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Efecto Pigmalión vs Efecto Golem
El efecto Pigmalión puede ser positivo o negativo, también denominado efecto Golem, que provoca que la autoestima de la persona disminuya o que desaparezca. El efecto Golem es muy nocivo y como el efecto Pigmalión se retroalimenta, haciendo que si una persona hace creer a otra que no es capaz de hacer algo, al tratarse de una profecía autocumplida, provoca que la persona no se considere capaz de realizar una determinada acción y que abandone en su intento.
Este efecto debe su nombre al escultor de una leyenda griega, Pigmalión. Un rey que, frustrado por no encontrar a la mujer perfecta con la que casarse, decide crear esculturas y se enamora de una de ellas, Galatea. Pigmalión sueña que se convierte en realidad y, mediante la intervención de la diosa Afrodita, la estatua cobra vida.
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Este efecto tiene gran importancia en muchos ámbitos como el laboral, familiar, social o en el educativo, donde se ha observado de forma más clara.
El ejemplo más conocido de este efecto es el estudio de Rosenthal y Jacobson de 1968 que es uno de los experimentos más famosos de la Psicología y se realizó en un colegio de California. Este estudio puso de manifiesto como las expectativas que tenían los profesores de sus alumnos tendían a cumplirse.
Estudio de Rosenthal y Jacobson sobre el efecto Pigmalión
Rosenthal y Jacobson aplicaron a inicios del curso un test de inteligencia a alumnos de infantil y primaria, y dijeron a los profesores que el test servía para identificar aquellos alumnos que podrían tener un potencial progreso intelectual durante el curso. Los investigadores habían elegido aleatoriamente un 20% de los alumnos que habían realizado el test, independientemente de las puntuaciones y comunicaron a los profesores que este 20% había obtenido las mayores puntuaciones. Se les dijo esto para ver como las expectativas que se habían creado sobre sus alumnos influía en sus comportamientos hacia ellos.
Un año más tarde se volvió a repetir el test de inteligencia del año anterior y descubrieron que el grupo calificado como “más prometedor” (20% elegido aleatoriamente) había mejorado realmente su puntuación más que los demás, y esta mejoría se mantenía hasta dos años después.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que aunque en un principio la diferencia entre los niños “prometedores” y el resto sólo estaba en la mente de sus profesores, con el tiempo esas diferencias se habían convertido en reales.
Los profesores habían tratado a los alumnos “prometedores” con más atención, les estimulaban más que al resto, hacían contacto visual con más frecuencia y les trataban de forma diferente de acuerdo con las expectativas que se habían generado sobre estos niños. Por otra parte, los alumnos “prometedores”, al ser tratados de forma diferente, respondían de forma distinta al resto de sus compañeros aumentando su rendimiento académico. Además al ser un experimento que se realizaba a lo largo de un curso escolar, estos alumnos “prometedores” tenían mejores resultados académicos y puntuaban más alto en los test de inteligencia, manteniendo y confirmando de esta forma las expectativas y creencias de sus profesores.
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A pesar de que este estudio de Rosenthal y Jacobson fue muy criticado tanto desde el ámbito científico, como desde el educativo debido a la generación y mantenimiento de expectativas falsas en los profesores y en el mantenimiento de la desigualdad entre los alumnos, lo cierto es que ha generado una gran cantidad de estudios que han puesto de manifiesto que este efecto existe y se da en muchos ámbitos de la vida cotidiana y que aunque sea una realidad incómoda no deja de ser cierta.
El uso del efecto Pigmalión en el ámbito laboral
Si bien es cierto que el ejemplo más claro lo encontramos a nivel educativo también lo encontramos en el ámbito laboral. Por ejemplo cuando un empleado recibe aprobación de su jefe, lo más probable es que vea reforzado su trabajo y mejore su rendimiento en la empresa. Si por el contrario el empleado ve que su trabajo no es recompensado y que siempre recibe una respuesta negativa, disminuirá su rendimiento y puede que llegue a abandonar la empresa o, incluso, ser despedido. En el ámbito laboral el efecto Pigmalión implica que los responsables tienen unas determinadas expectativas sobre sus trabajadores y además los empleados no son ajenos a la imagen que los jefes tienen de ellos, aunque estos no se lo digan, de esta forma afecta no sólo a su rendimiento sino también a su autoestima.
El efecto Pigmalión en el deporte
En el ámbito deportivo lo podemos apreciar también. Por ejemplo un deportista que entrena y presenta un buen rendimiento, pero en competición falla. Si esto se mantiene en el tiempo el entrenador puede generar creencias de que en el fondo ese deportista no es tan bueno como otros del equipo y que siempre que lo lleve a competiciones fallará. De esta forma poco a poco le prestará menos atención en los entrenamientos, no le corregirá los errores y le presentará a menos competiciones. El deportista al sentir que no se valora su esfuerzo, posiblemente reduzca su rendimiento, llegando al punto de abandonar el equipo o el deporte, ya que se puede dejar de considerar capaz de competir de forma adecuada (efecto Golem).
En definitiva, aunque es complicado darnos cuenta de cómo nuestras expectativas afectan a los demás, sí podemos analizar las expectativas que tenemos sobre otras personas, ver si se ajustan a la realidad y de alguna manera ser más justos en la forma de comportarnos con los demás.
Nuestro comportamiento afecta a otras personas y éstas darán una respuesta ajustada a nuestra conducta hacia ellas. Si bien en muchos casos nuestras expectativas son positivas y pueden beneficiar a otros, no debemos olvidar que en otras ocasiones al ser negativas pueden también condicionar la forma de comportarse de los demás y provocar, aunque de forma involuntaria, un daño en la autoestima de otras personas, que en muchas ocasiones son irreversibles.
Por Dessyrée González Barrio