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Desarrollo Personal: los culpables de la ira

A menudo en las consultas de desarrollo personal, es frecuente encontrar a una gran variedad de personas de edades, entornos y circunstancias muy diversas, que debaten en torno a un concepto abstracto como el de justicia o la ausencia de ésta (injusticia). Siendo también habitual, encontrarla en la raíz de un sinfín de comportamientos y conductas inadaptativas y/o disfuncionales que les producen malestar.

Utilizaré aquí para ilustrarlo el símil jurídico, para aclarar en la medida de lo posible, las responsabilidades últimas sobre este asunto, desde esta particular perspectiva. Entendamos con ello el lenguaje metafórico que se pretende adoptar a partir de este preciso momento.

Volviendo sobre el concepto de justicia, encuentro paradójico que, más allá del código jurídico que pudiese aplicar el juez que dicta esta controvertida sentencia (que eso daría para escribir otro libro entero), es que este tipo de sentimientos asociados a tales interpretaciones de la realidad, no sólo se dirigen al presunto “culpable” de los hechos, sino que a modo de arma de doble filo, causa un gran malestar también a su señoría.

Para ilustrar en mayor medida los hechos que aquí se relatan, procederemos a continuación a identificar algunos ejemplos de los habituales sospechosos, responsables últimos de los malestares expuestos con anterioridad.

1. Decepción

Del latín Deceptio/Deceptionis, la decepción es en sí misma, un sentimiento provocado por la sensación de engaño. Hasta aquí sus señorías estarán de acuerdo en convenir el significado atribuido a semejante término. Lo que no conseguirá idéntico consenso por parte de sus señorías, será quién es el responsable último del mencionado engaño, pues si dicho responsable fuese considerado algo o alguien externo a sí mismo, se encontrará una mayor dificultad para superar dicha decepción. Por otra parte, si su señoría se descubriese responsable de aquel autoengaño, la condena a cumplir quedaría supeditada a sus propósitos y se podría remitir de forma inmediata a través de este conocimiento y la posterior aplicación del pertinente arrepentimiento.

2. Frustración

Del latín Frustratio/Frustrationis y en la línea de nuestro anterior sospechoso, la frustración se considera como el sentimiento de decepción derivado del intento fallido por alcanzar algo. En este caso, existe como agravante del sentimiento de frustración, el nivel de autoexigencia de la expectativa subyacente de su señoría, diferenciando las penas atribuidas a tales hechos en función de expectativas tales como las “de querer alcanzar”, frente a las de “tener que alcanzar”. Pudiendo servir también como agravante adicional la conducta resultante emitida por su señoría y el hipotético sentimiento de culpa derivado de una inadecuada expresión emocional.

3. Ira

Sin lugar a dudas, la ira es uno de esos sospechosos habituales. En su forma latina, con idéntica nomenclatura en su origen, la ira viene a significar la expresión de cólera y/o enojo. El origen inicial del término se atribuye al vocablo “eis” de las tribus indoeuropeas prerrómanicas, que alude a un movimiento rápido o pasión. Por tales indicios, podemos considerar a éste último sospechoso, como el habitual responsable de los sentimientos de culpa autoinducidos por una mala selección en la expresión conductual, derivada de una creencia, pensamiento o expectativa relacionada con el concepto de injusticia. Tampoco se quiere vincular aquí de manera única y exclusiva, la expresión de la ira con el sentimiento de injusticia porque se estaría faltando a la verdad, pero podemos asegurar sin temor a equivocarnos, que suelen ser cómplices habituales.

Ante los hechos aquí presentados por el tribunal y teniendo en cuenta la complejidad de las asociaciones planteadas entre los sentimientos y las valoraciones enjuiciadoras basadas en concepciones abstractas (pensamientos), este jurado puede emitir el siguiente veredicto: El cumplimiento de condena por el delito de culpabilidad, vendrá precedido de actos de ira, decepción o frustración fundamentalmente, los cuales a su vez, tendrán como origen de la causa, pensamientos relativos al concepto de justicia.

Esto nos lleva a establecer otro paralelismo, en este caso literario. De igual manera que le sucedía a la joven Alice Gould, protagonista del célebre relato de Torcuato Luca de Tena “Los renglones torcidos de Dios”, convivirían en nuestra mente varias posibles interpretaciones de una polifacética realidad. Enfrentándonos frecuentemente a debates del tipo de los mencionados y pudiéndose perder su señoría por éste camino, entre un sinfín de verdades o falsedades.

Se levanta la sesión.

Por Carlos Rey.

@CarlosReyPsicoa

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