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El suicidio como tendencia general en nuestra sociedad actual

AVISO: El siguiente artículo narra la experiencia de un estudiante que colabora en prácticas en UPAD Psicología y Coaching S.L. que vivió de manera cercana la experiencia de una persona con riesgo de suicidio. Por tanto, no se trata en sí mismo de ningún tipo de guía sobre cómo proceder en el caso de identificar que alguien de nuestro entorno cercano o nosotros mismos presente patrones de ideación suicida. En caso de identificar sospechas al respecto, consúltese inmediatamente con su entorno cercano o familia, póngalo en conocimiento de su médico de cabecera o psiquiatra y/o acuda a los servicios de un profesional de la psicología clínica debidamente certificado.


Lamentablemente, el suicidio se ha convertido en una práctica bastante frecuente en nuestra sociedad actual, dentro de la anormalidad que conlleva una práctica de esta magnitud. Alrededor de 800.000 personas mueren cada año a causa del suicidio y en concreto, en España se mantiene como la primera causa de muerte no natural (duplicando la tasa de accidentes de tráfico).

El suicidio, una decisión irreversible

El fenómeno del suicidio se puede estudiar desde múltiples perspectivas o enfoques, aunque en el presente artículo, únicamente se pretende exponer un caso cercano que, debido a su historia vital, llegó a contemplar que el suicidio podía ser una opción, aunque afortunadamente, no llegó a efectuarlo gracias al temor que le producía saber que nunca más volvería a ver a sus familiares.

Por motivos de confidencialidad, no se hará público su nombre como es lógico y a partir de este momento, se aludirá a su persona como el “paciente x”.

Este caso puede ayudar a comprender aún más las razones por las que una persona, desde su perspectiva de la realidad, puede perder las ganas de seguir viviendo y que la vida carezca para él de aliciente alguno. Se hablará desde la experiencia personal de dicha persona, intentando describir su mundo interno con el máximo respeto posible.

El “paciente x” nació con una discapacidad física que no le permitía caminar sin el apoyo de unas muletas, lo cual le afectaba mucho en su desempeño diario. En la adolescencia, se dio cuenta de que sus compañeros de colegio podían hacer cosas que él no podía hacer y eso le llevó a desarrollar pensamientos de autodevaluación con los que se hería a sí mismo continuamente. Además, empezó a sufrir diversos episodios de bullying en el colegio por parte de sus compañeros. Todo esto le llevó a desarrollar una fuerte depresión que desembocó en un primer intento autolítico. Ante esto, el “paciente x” buscó ayuda profesional de psicólogos y psiquiatras para poder hacer frente a su estado de salud mental. Además, durante este período desarrolló otros síntomas como incapacidad para dormir o insomnio, incapacidad para mantenerse concentrado y con ello para poder atender en clase, y un miedo irracional excesivo al resto de sus compañeros de clase.

La terapia psicológica para recuperar el autoestima

Gracias a la terapia, pudo comenzar a aceptar su discapacidad y aprendió a mantener una imagen más positiva de sí mismo. Asimismo, empezó a confiar de nuevo en la gente, comprendiendo que no todo el mundo intenta hacer el mal a los demás. Esto le costó más, aunque el hecho de llegar a la universidad le permitió conocer a más gente y derribar en mayor medida sus prejuicios.

Desde un punto de vista personal, considero que el suicidio es una consecuencia terrible que se deriva de una especie de proceso de encerramiento personal que puede llegar a experimentar una persona. La persona deja de estar abierta a su entorno (que pasa a un segundo plano de su propio sufrimiento), para pasar a aislarse y a estar muy centrada en sí misma. Poco a poco, la persona se va apagando y va pensando más y más en sus problemas, que al final se convierten en su única realidad. El estar excesivamente encerrados en sí mismos, resta capacidad para poder disfrutar de otras realidades externas (es como si se aislaran en sus propios pensamientos). No obstante, considero que cada caso debe ser tratado de forma particular (ya que cada uno es distinto), pero ante una situación en la que una persona puede tener riesgo de suicidio, es importante intentar apoyarle lo máximo posible para que sienta que cuenta con apoyos y poder contribuir en su “despertar”. Creo que es bastante difícil poder lograrlo sin contar con la preparación y medios suficientes, pero vale la pena intentar lo que esté en nuestras manos para que la persona empiece a activarse y comience a desarrollar otro tipo de pensamientos (aunque esto pueda suponerle inicialmente un esfuerzo enorme), haciendo que su atención se dirija a estímulos con los que tenga que interactuar y que le permitan despejar su mente de todos los problemas que alimentan su sufrimiento.

Pero como he señalado anteriormente, cada caso es único y especial, y conviene enfocarlo de manera individual con la ayuda de profesionales preparados.

Creo que un posible factor clave para entender el fenómeno del suicidio de hoy en día, es la imagen errónea que a veces se proyecta en nuestra sociedad sobre la expresión y afrontamiento de nuestras emociones. Como si de una especie de perfección psicológica se tratase, a veces podemos buscar de forma extrema un estilo de expresión emocional estoico, como si no tuviesen que afectarnos las cosas y necesitásemos mostrarnos felices en todo momento. Este planteamiento puede chocar directamente con la experiencia de la vida real. Vivir esta especie de autoexigencia personal, puede hacer que las personas se muestren incapaces de convivir y expresar las emociones negativas, tratando de suprimirlas al momento, creando con ello un mayor problema para el futuro, del que inicialmente podían tener.

En cualquier caso, ante el más mínimo indicio de suicidio, acuda a su médico, psicólogo o profesional de confianza.

Por Jaime San Juán Uhagon

@sanjujaime

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