Es posible que, actualmente, estemos siendo testigos presenciales de la época dorada del deporte: en fútbol, natación, tenis, motociclismo y un sinfín de deportes más, estamos viendo cómo los atletas y deportistas de la actualidad baten récords que parecían inalcanzables, con cifras estratosféricas e impensables hasta ahora. Llevamos bastante tiempo viendo cómo las mismas personas, año tras año, se suben al podio a recogen su medalla de oro o la copa de campeón. Han revolucionado el mundo del deporte y elevado la categoría del éxito a un nivel que roza la perfección.
- Artículo relacionado: La perfección, el arte de amargarse la vida
¿Qué es el talento? ¿Cómo podemos entrenarlo?
Todas estas actuaciones van acompañadas de testimonios del tipo: “es un extraterrestre”, “nació con un balón en los pies”, “nunca va a haber alguien mejor que él”, “es un Dios” … Y es que nos parece tan inhumano lo que hacen, que nos vemos obligados a justificar su éxito gracias al “talento innato” con el que nacieron todos ellos. Sin embargo, ¿de verdad nacieron preparados para brillar en el deporte? ¿Realmente son los elegidos para marcar una nueva época en la historia? La respuesta es NO.
En el libro “Bounce: The Myth of Talent and the Power of Practice” escrito por Matthew Syed, el autor desvela lo equivocados que estamos todos al respecto. En un estudio se compararon las habilidades en determinadas áreas de distintas personas. Cuando compararon a gente de la misma edad, vieron que había diferencias significativas en el desempeño de las actividades, lo que inducía a pensar que había niños que efectivamente eran mejores que otros por nacimiento; es decir, que tenían talento innato. Sin embargo, cuando compararon a las personas según la cantidad de horas de práctica que habían desarrollado, descubrieron que las habilidades eran muy similares cuando las horas de práctica eran las mismas. Los niños prodigio no eran niños que, por ejemplo, empezaban a tocar el piano de repente con 6 años y ya sabían componer de la noche a la mañana. Eran niños que a los 6 años acumulaban tal cantidad de horas frente al piano y las partituras que estaban muy por encima de cualquier persona de su edad. Por mucho que cueste creerlo, y por fortuna para todos nosotros, la clave del éxito reside en la práctica. Ya lo decía el refranero español, aunque a muchos nos costaba asimilarlo: la práctica hace al maestro. Pero claro, no cualquier tipo de práctica, ni en cualquier cantidad. Según Matthew Syed, la clave del éxito reside en:
1. Tener oportunidades
Por ejemplo: Roger Federer ha tenido que dedicar un montón de horas a perfeccionar cada ámbito de su juego para que sea impecable. Sin embargo, ¿qué habría pasado si el suizo nunca hubiese tenido acceso a una raqueta de tenis? ¿Habría sido la mitad de bueno de lo que es ahora sólo por el “talento” que tiene? Esas son las oportunidades a las que se refiere el autor, las que nos abren puertas que puede que nunca hubiésemos abierto nosotros solos por nuestra cuenta.
- Artículo relacionado: El poder de la ambición sobre nuestras metas
2. Practicar un total aproximado de 10.000 horas
El autor afirma que la práctica es como el conocimiento: se construye, pero no de cualquier manera. La práctica debe de ser decidida y deliberada, apuntando a unas metas concretas que estén siempre orientadas a mejorar nuestro juego, a adquirir habilidades y conocimientos que no tenemos. Además, debemos recibir un feedback constante de lo que hacemos, para saber qué estamos haciendo mal y mejorarlo (porque siempre se puede mejorar).También es importante, y esto me parece lo más relevante de todo, tener una mentalidad abierta y de crecimiento; es decir, creer en el esfuerzo personal y en las opciones de mejora, confiar en uno mismo y ser constante, sin dudar o rendirse nunca. Un ejemplo muy claro de todo esto es el caso del tenista Andre Agassi, que en su libro “Open” desvela cómo su padre le entrenaba de pequeño: Mi padre dice que si golpeo 2,500 pelotas cada día, habré golpeado 17,500 a la semana. Y para el fin del año, habré golpeado cerca de un millón de pelotas. Él cree en las matemáticas. Dice él que los números no mienten, un chico que golpea un millón de pelotas cada día será imbatible.
- Artículo relacionado: Resiliencia y personalidad en el deporte
Al final, la práctica nos lleva a automatizar movimientos, y lo que empieza por ser un simple control del balón con el interior del pie, puede acabar siendo un control orientado para deshacernos de un defensor y estar frente al portero en un uno para uno. Practicar y automatizar movimientos elevan la complejidad de nuestras habilidades a unos niveles increíbles, pero es importante que esa práctica reúna todos los requisitos anteriores.
Todo esto no quita que las variables personales afecten de un modo relevante en todo esto, pero está claro que la genética ocupa un lugar muy pequeño en la carrera profesional de las personas. Al final, cualquier ventaja (o desventaja) que podamos tener de nacimiento puede ser suplida por horas y horas de práctica incesante. Si eres alto, está claro que tendrás más ventaja para jugar al baloncesto; pero eso no sirve de nada si no tenemos nunca la oportunidad de coger un balón de baloncesto en nuestra vida; o si no practicamos lo suficiente como para ser hábiles expertos en todo esto.
Por Jorge Núñez Pujadas