¿Alguna vez te has planteado qué habilidades te gustaría tener o que tuvieran tus hijos? Quizás inteligencia, habilidades sociales, habilidad para aprender idiomas, habilidad para el deporte o para la música… ¿Cuáles crees que son más las importantes? ¿Alguna vez has pensado en la habilidad de saber esperar? Hablamos de autocontrol.
El Test de la Golosina: midiendo el autocontrol
Uno de los estudios más famosos en el campo de la psicología es el experimento del test de la golosina (The Marshmallow Test) realizado por el psicólogo Walter Mischel en la Universidad de Stanford a finales de los años 60. Este experimento ha sido base de numerosos estudios que han durado ya más de 50 años, sobre el autocontrol, la capacidad de posponer la gratificación y la tolerancia a la frustración.
El experimento consistía en ofrecer a unos niños de entre 4 y 6 años una golosina, una nube, preguntándoles si les gustaba, a lo que todos dijeron que sí. Se les dijo entonces que podían comerse una en ese momento o esperar y que si esperaban podrían comerse dos. El experimentador entonces salía de la sala y dejaba solo al niño.
Hay que decir que para un niño de 4 años esperar 15 minutos es una eternidad.
En los vídeos del experimento se puede observar qué hacían los niños cuando se quedaban solos. Muchos se comían la golosina inmediatamente, otros esperaban un momento, pero luego se la comían. Sólo unos pocos lograron desarrollar la capacidad de autocontrol, de aguantar hasta que volvió el experimentador, y no les fue fácil. Resulta muy curioso verlos utilizar estrategias como mirar a otro lado, taparse los ojos con las manos, cantar, levantarse de la mesa o intentar dormirse para poder aguantar las ganas.
Este experimento se ha replicado en distintos países y los resultados son consistentes, dos de cada tres niños se comen la golosina antes. Sólo uno de cada tres es capaz de esperar, de tener autocontrol.
Mischel hizo un seguimiento de estos niños a lo largo de los años y lo interesante es lo que observó, aquellos que resistieron y no comieron, tenían en la adolescencia mejores notas, eran más organizados, más constantes, más sociables, tenían más facilidad para tomar decisiones y hacer planes, y eran más resistentes a la frustración que los que sí comieron.
Es decir que esta capacidad de poder retrasar la gratificación y controlar los impulsos trae grandes beneficios a largo plazo. El autocontrol es una habilidad que sirve en muchos aspectos de la vida, está muy relacionada con la motivación y los logros. Puede ser también de gran ayuda en la prevención de las adicciones.
Y si el autocontrol es tan importante para el éxito personal…
¿Cómo conseguir tener autocontrol? ¿Nacemos con esta capacidad? ¿Se puede educar? ¿Qué podemos hacer? En el año 2012 otros investigadores reprodujeron el experimento, pero previamente añadieron otro, les dijeron a los niños que iban a dibujar y para ello les dieron unas pinturas de colores muy gastadas y les dijeron que si esperaban dos minutos les traerían unas pinturas nuevas. Se dividieron los niños en dos grupos separados.
En el primer grupo, cuando pasaron los dos minutos, los investigadores volvieron con pinturas nuevas para los niños. Al segundo grupo, los investigadores les dijeron que se habían equivocado y que no tenían pinturas nuevas, que dibujaran con las gastadas.
Después, al hacer el experimento de la golosina, se observó que los niños del primer grupo, los que habían recibido las pinturas nuevas, pudieron aguantar mucho más la tentación de comer la golosina que los del segundo grupo, en el que la mayoría se comió la golosina inmediatamente.
Este estudio nos puede dar dos ideas para fomentar la habilidad de esperar y poder obtener satisfacción a largo plazo y recurrir menos al alivio instantáneo.
La primera, es que la práctica es útil, cuanto más practiquemos más fácil resultará. Empezar a entrenar poco a poco esta habilidad en las pequeñas cosas cotidianas nos ayudará. Comenzar con pequeñas esperas, por ejemplo, en las comidas en familia acostumbrarse a esperar a que todos estén sentados a la mesa para empezar a comer.
La segunda idea, muy importante, es que la confianza favorece que se pueda esperar. Los niños del primer grupo esperaron porque confiaban en que el investigador cumpliría su promesa. En cambio, los niños del segundo grupo no tenían esa confianza. Por tanto, crear un ambiente de seguridad en el que se respetan los compromisos es vital.
Así que, tal vez, aunque pudiera parecer una habilidad poco importante, esta capacidad de resistir la tentación de una recompensa inmediata y saber esperar un beneficio mayor posterior (llamada en Psicología demora de gratificación), pueda ser una de las herramientas más importantes que tengamos que adquirir a lo largo de nuestra vida.
Por Javier Ambrona