Los humanos son tan similares como diferentes. Llegar a entender todo es prácticamente imposible para ellos, pero el afán de conseguirlo hace avances hasta el punto de la creación de máquinas inteligentes que les ayuden en su día a día. El objetivo para estas máquinas denominadas robots son las emociones y todo lo que respecta a ellas: reconocerlas, imitarlas, experimentarlas, responder ante ellas…
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Emociones: su implementación en los robots del futuro
Actualmente se han hecho progresos con este objetivo, pero aún no se ha conseguido desarrollar un robot que emule al ser humano en su totalidad. Los mayores avances se han producido cuando se han instalado sistemas electrónicos de aprendizaje, dotándolos de una capacidad humana muy prometedora, pero todavía incompleta.
El dilema surge en base a si las emociones son tan complejas que no se pueden instalar como un software: pueden ser aquello que diferencia a los humanos de los robots, por mucho que se avance. El alto repertorio de emociones del que goza un adulto puede ser una cuestión tan compleja como para si quiera reproducirlo en un sistema de algoritmos que lo simule. De momento, la interacción entre humanos y robots funciona, sobre todo desde que se hace uso de tecnología en edades tempranas, sin necesidad de emoción alguna.
Otro interés en los robots y su parecido al humano, relacionado con el papel emocional, es en el físico. Está claro que un robot con parecido humano no produce lo mismo en el receptor que un robot que no se le parece, por lo que este papel físico es clave a la hora de que los robots puedan emular perfectamente las emociones y nos hagan sentir a nosotros, los humanos, las sensaciones asociadas a cada emoción de una manera convincente y no artificial. En este aspecto, hay que tener cuidado de no sobreexcederse en la replicabilidad de los gestos y movimiento o, de lo contrario, se producirá el fenómeno conocido como “valle inquietante”, una respuesta de rechazo ante réplicas humanas excesivamente logradas.
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Robots que emulan las emociones de los seres humanos
Entre algunos de los robots más avanzados hasta la fecha podemos encontrar a Justina, un robot capaz de interactuar con humanos de manera convincente aunque sin llegar a ser un gemelo humano. También, a Sophia, que tiene un parecido humano sorprendente.
El máximo beneficio de implantar emociones en los robots se reflejaría en personas enfermas, ancianos y discapacitados, ayudándoles en su trato diario. Las emociones en estos robots de apoyo plantea la teoría de si se dejaría de ver a los robots como máquinas y se empezarían a considerar como humanos u otra raza similar. Quizás, si finalmente se consiguen robots con suficiente inteligencia emocional, podrían adquirir todos los derechos ciudadanos y llegar incluso a votar.
Sin embargo, una desventaja en la construcción de los robots es la objetividad; es decir, los humanos no presentamos el mismo nivel de empatía, ni la misma paciencia, ni los mismos niveles de ansiedad. Todo esto deja un vacío que necesitaría un consenso general de profesionales de multitud de campos científicos para establecer cuál sería la norma a seguir. Añadido a esto, dependiendo de la función de cada robot, se necesitarían diferentes sentimientos, emociones, inteligencias, etc. para que el desempeño en sus objetivos fuese el mejor posible, algo que es muy difícil de precisar.
Existen robots que reconocen gestos faciales y tonos de voz, pero de momento no hay robot alguno que sea capaz de consolar a un humano cuando esta triste, y entre estos dos objetivos hay dificultades aún por resolver. Además, cambiar el estado emocional en el humano por parte de un robot es complicado, ya que a diferencia del robot, el humano tiene hormonas y sistemas de receptores en órganos en casi todo el cuerpo humano que le permite actuar consecuente y eficazmente ante cualquier emoción. Un humano es una consecuencia de la evolución continua del Homo Sapiens, en cambio, un robot es una consecuencia fruto de la mente humana y de su elevada, pero limitada, inteligencia. La tecnología, por muy desarrollada que esté, no va a ser más efectiva que la evolución, porque provoca la adaptación y supervivencia de todas las especies del mundo. De esta forma, un robot podrá acercarse a la similitud del ser humano, pero nunca alcanzará a su especie.
En conclusión, sabemos que, a medida que avance la ciencia y la robótica, los robots serán cada vez más precisos a la hora de interpretar y responder a las emociones humanas, aunque lo más probable es que jamás lleguen a experimentar emociones como sí que hacemos los seres vivos. Los robots podrán aprender “de memoria” cómo reaccionar ante alguien llorando, e incluso consolarle, pero no sentirán empatía por él, dado que las emociones son algo más que innato de los seres humanos.
Por Álvaro Bejarano Andrade