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Efecto Pigmalión: el poder de las expectativas

Resulta evidente que nuestro comportamiento se ve influenciado por una infinidad de factores tanto propios de la persona como ajenos a ella, pero ¿qué papel juegan las expectativas que los demás tienen sobre nosotros? ¿Pueden las creencias favorables del resto acercarnos al éxito? O, por el contrario, ¿pueden las creencias negativas favorecer nuestro fracaso o incluso provocar que abandonemos sin intentarlo? Esta cuestión es la que trata de explicar el llamado Efecto Pigmalión, también conocido como “profecía autocumplida”. Cabe destacar que es imprescindible que estas expectativas procedan de otra persona, ya que, cuando provienen del propio individuo, recibe el nombre de “Efecto Galatea”.

¿Qué es el Efecto Pigmalión?

Entendemos el Efecto Pigmalión como un fenómeno por el cual las expectativas y las creencias que alguien posee influyen directamente en la conducta, rendimiento y resultados de otra, ya sea de manera positiva o negativa. En realidad, esto se produce porque las personas buscamos que nuestras expectativas se confirmen y, para ello, actuamos del modo que más facilite que aquello en lo que creemos se haga realidad.

De este modo, cuando alguien nos valora y nos hace sentir capaces de alcanzar un objetivo, contribuye a que el individuo genere creencias positivas sobre sí mismo, las cuales aumentan su rendimiento. En cambio, cuando la persona percibe que los demás no confían en su capacidad para realizar algo, disminuye su autoestima y su autoeficacia, lo cual repercute negativamente en sus posibilidades de éxito. Esta idea resulta de gran interés para la psicología en diversas cuestiones. Por ejemplo, en el caso de los líderes o de las figuras de autoridad del tipo que sean, es importante que posean la capacidad de transmitir eficazmente expectativas positivas al grupo para obtener un buen rendimiento de ellos.

Estudios sobre el Efecto Pigmalión

Podemos observar este efecto en muchos ámbitos, como la empresa o la familia, pero es en la educación donde más se ha estudiado sobre él. De hecho, en este campo realizaron Rosenthal y Jacobson en 1968 el experimento más importante sobre el asunto. En él, se informó a un grupo de profesores que sus alumnos habían realizado una prueba que evaluaba sus capacidades intelectuales. Una prueba que, realmente, nunca se realizó. Tras esto, se comunicó a los profesores los resultados (inventados) de dicha prueba: se les dijo quiénes eran los alumnos que habían obtenido mejores puntuaciones y por lo tanto tendrían un mejor desempeño académico durante el año.

Lo sorprendente fue que 8 meses después, al finalizar el curso, los alumnos con mejores resultados académicos coincidieron con las puntuaciones más altas de esta prueba, pero ¿cómo puede ocurrir esto si nunca se llegó a realizar la prueba y los resultados fueron inventados? ¿Sería pura coincidencia? La respuesta claramente es no. El Efecto Pigmalión explica que, a raíz de los resultados de la prueba, los profesores crearon altas expectativas sobre los alumnos que tenían buenas puntuaciones, lo cual provocó que actuasen a favor de que se estas se cumplieran, teniendo con ellos un trato diferenciado y personal. Esto demostró que las expectativas de los profesores ejercían una influencia directa en el comportamiento y rendimiento de los alumnos.

Visto de este modo, parece sencillo emplear el Efecto Pigmalión como una herramienta positiva en la educación de los jóvenes. Sin embargo, es más complejo de lo que aparenta. Las expectativas deben ser reales y estar fundamentadas o, de lo contrario, pueden obtenerse los resultados opuestos. Por ejemplo, si el alumno se siente exigido con metas ilusorias que no están a su alcance podría provocar su fracaso escolar.

Conclusiones

Queda claro entonces que el Efecto Pigmalión no tiene únicamente resultados positivos, sino que también encontramos resultados nocivos que producen el conocido Efecto Golem. Según este, las bajas expectativas depositadas en un individuo conducen a un peor desempeño. Para evitar que esto se produzca, es importante que los individuos influyentes, como serían por ejemplo, los padres o profesores para los niños, hagan un ejercicio de autoexploración previo, con el fin de descubrir que expectativas tienen sobre el otro y a qué se deben. Así, trataremos de controlar, en la medida de lo posible, que las expectativas se vean manipuladas al pasarlas por un filtro personal.

Por Alejandro Serrano Fernández

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