El pasado miércoles 25 de octubre de 2020, en torno al mediodía en horario de Argentina, saltaba la noticia. Corría como la pólvora entre las redes sociales. Fallecía el ídolo argentino, el para muchos bautizado como “Dios del fútbol”. Para otros sencillamente, Diego Armando Maradona.
No creo que haya resultado especialmente sorprendente para nadie. Su estado de salud hacía tiempo que invitaba a presagiar el fatídico final de «el Diego» , pero no por ello ha dejado de provocar una oleada de reacciones a nivel internacional entre todos aquellos en los que el “astro argentino” dejó huella. Y es que Maradona no dejaba indiferente a nadie. Lo amabas o lo odiabas. A veces incluso en un mismo día.
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Maradona: Dios o Demonio
Supongo que es fácil juzgar desde la distancia, el desconocimiento o desde el prejuicio. Quizá para muchos se antoje difícil de entender, cómo alguien que había cumplido todos los sueños de su infancia, había podido tirar por tierra todas aquellas proezas y alegrías, manifestándose una y otra vez como un ser herido, machacado por el dolor y la culpa de sus propios demonios.
Existe una tendencia común entre los seres humanos, de vanagloriarse por aquello que se realiza con notable destreza, de alimentar el ego por los éxitos cosechados en un determinado ámbito o contexto profesional, más que por todas aquellas otras esferas que componen la vida de una persona. E indudablemente, en el caso de Diego, su esfera personal no estaba precisamente al nivel de satisfacción de su “divinidad futbolística”. Quizá sea cierto aquello de que “la alabanza debilita” y que de tanto escucharle a todo el mundo aquello de que era “la mano de Dios”, llegó a confundir los cielos con los infiernos. En cualquier caso, no se puede negar la trascendencia mediática global que ha supuesto su marcha.
Se podría decir que hoy el fútbol se queda sin Dios, Argentina sin Rey, Nápoles sin ídolo… pero también unas hijas sin padre, unos nietos sin abuelo y unos amigos sin consuelo. Cabe recalcar especialmente este último punto, pues no debe de ser fácil identificar a quienes son tus verdaderos amigos entre tantos focos, fama y escándalos… y quizá eso fue una de sus mayores dificultades.
Pero toda esa esfera personal que envolvía a Maradona, no se percibía con idéntica objetividad por el común de los mortales.
La fortaleza que manifestaba en los terrenos de juego, se tornaba fragilidad, dolor y sufrimiento al otro lado de las cámaras.
Los comportamientos autodestructivos, en forma de excesos… la extravagancia de su conducta… las agresiones y descalificativos a prensa y demás… pero también, su carácter guerrero… su generosidad y su amabilidad con sus compañeros… su liderazgo… su eterno legado.
Quizá no todo fuese blanco… quizá tampoco todo fuese negro…
Los dioses nunca mueren. Los hombres sí.
Descansa en paz Diego.
Por Carlos Rey