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4 claves del estilo de vida individualista

“El hombre es un ser social por naturaleza”, sentenciaba Aristóteles allá por el siglo IV a.C., una afirmación ampliamente respaldada hasta nuestros días a nivel general, y también por la Psicología en particular. Sin embargo, pese a ser un mensaje que ha llegado a todos nosotros, parece que no ha llegado a los “directores” de la humanidad, esos que diseñan nuestras actuales formas de vida.

En las últimas décadas, se ha ido desarrollando especialmente en las ciudades, una forma de vida nueva general, que dista mucho de la manera de vivir durante toda la historia de la humanidad.

Características de un estilo de vida individual

Entre sus principales características, destaca por desgracia la drástica reducción de interacciones sociales y el peligro de aislamiento ¿Cuáles son los motivos de esta reducción de las relaciones humanas tan “antinatura”?

  1. La disminución del peso de la familia no nuclear (primos, tíos, abuelos). Así, se resta un grupo social variado, de calidad y sobre todo presente en la vida de la gente.
  1. La desaparición de la vida en comunidad, las relaciones con vecinos o vendedores. La gran cantidad de gente y la movilidad de ésta, ha acabado con la tradición de la generación de vínculos entre todos aquellos que comparten un espacio. Hoy en día es casi extraño tener relación con tus vecinos, cuando en la época de tus abuelos era la norma.
  1. La fragmentación espacio-temporal de las ciudades, la cual causa destrozos en la arquitectura de la vida de los ciudadanos. Hoy en día es habitual tener que realizar largos trayectos para ir a trabajar, lo cual, tiene varias consecuencias. Para comenzar, genera estrés. Un estudio de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido observó que los ciudadanos que usan el transporte público a diario para ir a trabajar tienen más riesgo de ansiedad. Por cada minuto adicional de desplazamiento empeoraban las sensaciones, en una escala que valora la calidad de vida. Además, es una gran inversión de tiempo, pues es complicado descansar, trabajar o disfrutar en un metro en hora punta. Para finalizar, hay otra consecuencia de calidad cualitativa que condiciona la nueva vida. Al tener menos tiempo y requerir más para reunirte con cualquier persona o realizar cualquier actividad, el número de actividades disminuye. Amigos que no se reúnen, planes que ni se plantean… No hay tiempo para aquello que no sea estrictamente productivo o necesario.
  1. Desaparición de entornos sociales. En la etapa de estudiante, uno pertenece automáticamente a grupos y entornos sociales. En el aula y fuera. En un pueblo pequeño uno pertenece al pueblo. Un adulto en este siglo no tiene ningún grupo asociado más allá del trabajo. Vida de casa al trabajo y del trabajo a casa.

Las personas somos seres sociales

Conocer esta realidad nos permite darnos cuenta de que la corriente va en contra del entorno social que necesitamos. Somos animales sociales y no hay nada que dé más sentido a la vida de una persona que su relación con otras. Nuestra felicidad depende básicamente de la interacción con otro, nuestras metas siempre tienen personas detrás y, sin embargo, cada vez estamos más aislados. A través de la rutina, el individualismo y las obligaciones nos están haciendo olvidar lo bien que nos sienta reunirnos.

Ahora en cuarentena, todos hemos podido añorar los ratos de ir a clase, de estar con compañeros de trabajo o en una comida con amigos. No solamente añorar, sino también identificar que esa inútil compañía, era fuente de bienestar a niveles de los que no éramos conscientes. Nos hemos sorprendido viendo que trabajar seis horas en casa es mucho más difícil que ocho cuando se hace acompañado y no hemos podido entender por qué. Infraestimamos la importancia de relacionarnos con los demás para beneficio de nuestra condición mental.

El apoyo social reduce el impacto del estrés, la ansiedad, mejora nuestra autoestima, disminuye el riesgo de suicidio e incluso reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, pero, sobre todo, nos hace ser personas. No va a quedar humanidad como sigamos la actual evolución. Es necesario tener presente la importancia de incorporar las relaciones sociales en la agenda de nuestra salud, pero no es suficiente con un cambio individual esta vez. Esta pandemia de soledad necesita un cambio a nivel general, en el que se implique el conjunto de la sociedad o seguiremos enfermando, siempre más los que menos recursos tengan, pero todos, al fin y al cabo. Ya no son una anécdota los ancianos que se pasan semanas sin compañía, matrimonios que no ven a sus amigos, trabajadores sin más círculos que los del trabajo. Esta sociedad que progresa en tantos aspectos camina hacia atrás en algo tan humanamente capital. Y si no lo creen, miren cómo es la vida en lo que podría ser nuestro destino, países como Corea del Sur o Japón.

Para finalizar, hay que señalar, para dotar de relevancia al problema y también de esperanza, que países como el Reino Unido, cuenta con una secretaría de Estado específica para el tema de la soledad desde el 2018.

Por Jorge López Bernad

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