Que mi marido esté loco por el fútbol, ¡lo soporto!. Que mi hijo viva con el balón pegado a sus pies ¡lo he asimilado!. Pero cuando mi pequeña (¡ella!) me ha pedido comprar unas botas del fútbol en vez de unas zapatillas de ballet, ¡esto sí que me ha dolido!
¿Qué hago? ¿Mi hija es normal? ¡Tu hija es absolutamente normal!
Si la pequeña ha decidido que el fútbol sea su deporte, significa que le gusta de verdad.
Aunque le muestres todas las bondades del ballet o gimnasia rítmica, ¡no va a funcionar!. No podrás quitarle el fútbol de la cabeza.
No trates de convencerla de que el fútbol no es un deporte para las chicas, que es poco femenino, que las niñas parecen marimachos y que no son muy inteligentes. Además de que no es cierto, éstas pueden ser tus creencias, con las que has crecido tú, pero no tu hija.
¡Alégrate mujer! Tu hija está creciendo y desarrollándose en un ambiente libre de prejuicios, estereotipos y discriminación. Algo bueno has hecho. Por eso, y solo por eso merece la pena no resistirte, hacer un esfuerzo e intentar comprender este deporte. Quizá descubras que el fútbol no te disgusta tanto como creías, incluso que tienes una pasión oculta (sin enterarte antes, claro).
¿Que a veces te parecerá un infierno? ¡claro que si!. ¡Prepárate!, lo que te espera son verdaderas pruebas de fuerza de voluntad: temblar de frio mientras la esperas en sus entrenamientos, levantarte pronto los sábados o domingos para ir a los partidos, las malditas bolitas de caucho que llenarán los calcetines de tu hija y toda tu casa (te harán maldecir muchas veces el fútbol y su césped artificial).
Pero lo más doloroso, será desengancharte del móvil (sobre todo de Whatsapp) durante los entrenamientos y partidos o te perderás una buenísima jugada de tu hija, un golazo o una falta que le han hecho. Lamentaras después no poder comentar nada (que es justo lo que ella estará esperando de ti).
Apoya su decisión, acompáñala a los entrenamientos y partidos. Sufre sus derrotas y celebra sus victorias. No sabes todavía lo gratificante que es ver la evolución de tu hija, aunque sea en este deporte que no te gusta nada.
Al final no importará dónde la acompañarás, si a un campo de fútbol o a una sala de ballet. Respetando las decisiones de tu hija y apoyándola, demostrarás tu amor incondicional de madre que os aportará alegría, felicidad y un sin fin de emociones que harán florecer vuestra relación madre-hija, haciéndola muy especial y, lo más importante, que tu pequeña se sienta muy segura en este mundo.
Por Antonina Tsykova, estuante en prácticas de la UNED