El otro día asistiendo a un partido de juveniles, observé cómo dos padres gritaban e insultaban a un árbitro ante la decisión, a su parecer, injusta de una jugada protagonizada por sus hijos. Un caso más de violencia en el fútbol.
Albert Bandura en su famoso experimento del “Muñeco Bobo Doll”, estudió a unos niños que observaban a un adulto que gritaba y pegaba a un muñeco. Cuando posteriormente se permitió a los niños jugar a solas con el muñeco comenzaron a imitar el comportamiento agresivo que habían visto en el adulto previamente. Bandura llamó a este fenómeno aprendizaje por la observación o modelado, y se conoce como la “teoría social del aprendizaje”. Este tipo de aprendizaje también se conoce como aprendizaje vicario, por imitación o aprendizaje cognitivo social, y se basa en una situación social en la que al menos participan dos individuos: el modelo (la persona de la que se aprende) y el sujeto que realiza la observación de dicha conducta, y la aprende. Estos procesos se basan en la habilidad que tenemos para guardar imágenes.
En nuestro caso particular y según la teoría de Bandura, los padres estarían siendo el modelo (agresivo) en el que los niños se fijan. Serían los “posibles” responsables de unas futuras o presentes conductas violentas de los niños. Pero de dónde han aprendido estas conductas los padres. Es por su educación, por la influencia temprana de otros modelos violentos, o pueden tener algo que ver las imágenes con las que continuamente nos inundan los medios de comunicación.
Un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí y un programa de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, cuyas conclusiones han sido publicadas en la revista Plos One; realizaron un experimento en el que trataron de ver cómo afectan a nuestro cerebro las imágenes violentas. Con este ensayo determinaron que la agresión es un rasgo que se desarrolla en conjunto con el sistema nervioso a través del tiempo, a partir de la infancia. Los patrones de conducta se solidifican y el sistema nervioso se prepara para seguir los patrones de comportamiento en la edad adulta.
Violencia en el fútbol
Si hacemos caso a estos estudios, los padres podrían haber estado expuestos en su etapa temprana, a una violencia que les habría “condicionado” para su posterior comportamiento agresivo.
Entonces, qué hacemos con las imágenes, con las fotos o vídeos que constantemente nos muestran de manera cruda los medios de comunicación. Porque, además de la influencia que pueden tener en las conductas presentes o futuras, existe la posibilidad de incitar a imitadores que deseen emular la conducta violenta representada en una imagen o en un vídeo.
Volviendo a nuestro caso particular de violencia en el fútbol, ¿es correcto que se emitan imágenes de violencia en el deporte, que puedan servir como modelo (vicario), para los padres e hijos; o es necesaria una “autocensura” de los medios de comunicación para que ésto no sea así? ¿Qué prevalece, la libertad de expresión o el peligro del uso incorrecto de la misma? Es el constante dilema de la libertad de información. Lo correcto podría ser encontrar un equilibrio, un término medio entre la información que se desea emitir, su contexto y el público al que va dirigido. ¿O no?
Por Pedro Marcos, estudiante en prácticas de la UNED.