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Terapias de Tercera Generación: ACT

¿En qué se diferencian las terapias de tercera generación (TTG) respecto a otras terapias? Las TTG surgieron entre los años 80 y 90 en Estados Unidos. Mientras que las terapias de primera y de segunda generación se centran en buscar los causantes del malestar y alterarlos, sustituyéndolos por otros “más adaptativos”, las TTG buscan cambiar el contexto en el que se dan los eventos internos de las personas (es decir los pensamientos, recuerdos, sentimientos y sensaciones físicas.) El enfoque de estas terapias no es luchar en contra de los eventos internos no deseados, si no aprender a convivir con ellos mientras nos enfocamos en nuestros valores y metas.  Por ello se da importancia a la experimentación de las emociones, frente a la racionalización de las mismas.

Si bien el objetivo principal de las TTG no es el alcanzar la felicidad, la mayoría de los estudios clínicos demuestran que las quejas y los síntomas de malestar disminuyen considerablemente, especialmente en pacientes con trastornos crónicos.

¿En que consiste la terapia de aceptación y compromiso (ACT)?

La ACT se enmarca dentro de las terapias de tercera generación. Este enfoque terapéutico sostiene que la base de nuestros problemas y del sufrimiento está en el lenguaje, ya que los humanos relacionamos procesos cognitivos (percepción, conceptualización, categorizaciones y evaluaciones) con el lenguaje.

El hecho de que los problemas sean verbales, facilita que las personas tendamos a luchar contra nuestros propios eventos privados.  A nivel cultural, hemos aprendido que el sufrimiento “está mal” y que debemos hacer todo lo posible para que las emociones negativas se vayan cuanto antes. A esto le llamamos “evitación experiencial”; esa tendencia a no estar dispuesto a experimentar toda la gama de emociones que podemos sentir como humanos.  El no querer sufrir se vuelve problemático cuando ponemos todas las energías al servicio de evitar pensamientos, sentimientos, sensaciones que pueden resultar desagradables, en vez de enfocarnos en lo que realmente consideramos importante para nuestras vidas.

Por tanto, lo que nos provoca malestar no son los pensamientos o las emociones en si, sino cómo nos relacionamos con ellos.  El querer distraerse de las circunstancias que nos afectan y querer evitar el sufrimiento a toda costa resulta contraproducente, pues se enmascara la situación que contribuye al malestar y la solución se vuelve el problema.

La ACT se posiciona en contra de la evitación experiencial y parte de la idea de que el sufrimiento es parte de nuestra existencia, y las emociones como el miedo, la pena, la tristeza, etc. son normales y cumplen una función. Por ende, no se intenta alterar el contenido de los pensamientos, sino cambiar la relación con esos eventos internos que afectan en gran medida al bienestar.

El objetivo de este enfoque terapéutico es aumentar la flexibilidad psicológica. Esto quiere decir aceptar todos los eventos privados en el momento presente y elegir vivir de acuerdo con los valores y aspiraciones. La consciencia del aquí y ahora y la disposición a experimentar diferentes sentimientos y pensamientos son el primer paso para restablecer una vida valiosa.

Modelo terapéutico de ACT

En ACT se consideran seis procesos básicos para aumentar la flexibilidad psicológica

  1. Aceptación: Implica adoptar una postura sin prejuicios frente a la situación externa y frente a los eventos internos. La aceptación es distinta a la resignación, pues no se trata de aceptar pasivamente las circunstancias, sino enfrentarse activamente a ellas.  
  2. Defusión cognitiva o separación de los eventos internos: Se trata de percibir los pensamientos como pensamientos, los sentimientos como sentimientos, las sensaciones como sensaciones, sin el componente evaluativo y sin la urgencia de alterarlos. Para relacionarse de manera distinta con los pensamientos, los clientes pueden darle forma, tamaño, o color a los pensamientos y verlos desde una nueva perspectiva.
  3. Contacto con el momento presente: Consiste en experimentar la realidad tal como es y no a través de nuestros juicios.
  4. Yo como Observador: Se trata de entrar en contacto con ese aspecto de nuestro ser que se encarga de observar el mundo interior y exterior. Se puede entender también como nuestra “Meta-consciencia” o ese sentido estable del yo que permanece pese a las circunstancias cambiantes: ya sea cambios en nuestros cuerpos, salud física y mental, en el empleo, cambios de rol (como convertirse en madre/padre); cambios en la situación económica, etc.
  5. Valores: Son las direcciones de vida que elegimos libremente; funcionan como una brújula para construir una vida significativa.
  6. Acciones comprometidas: Consiste en establecer objetivos concretos relacionados a los valores para vivir de acuerdo a lo que queremos.

La eficacia de ACT se ha mostrado mas allá de los trastornos psicológicos; pues una amplia gama de personas se beneficia de este enfoque terapéutico. Ya sea para tratar la depresión, ansiedad, otros trastornos psicológicos, hasta el dolor crónico, el abuso de sustancias, el estrés, o el rendimiento deportivo y laboral.

Por Isabel Jaramillo

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