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Relación entre la motivación y la interacción social

¿Qué es la motivación? Todos sabemos a qué nos referimos cuando utilizamos o escuchamos esta palabra. No obstante, intentar definirla con palabras de una manera precisa no es tan sencillo. Una definición rápida podría ser que la motivación es un conjunto de estados internos que activan, dirigen y mantienen la conducta de los individuos hacia metas o fines determinados.

En esta definición, el concepto de conducta es central, y es que motivación y acción son dos conceptos inseparables. No obstante, podríamos hacernos la pregunta de, ¿qué va primero, la motivación o la acción? ¿Hacemos cosas porque estamos motivados, o estamos motivados porque hacemos cosas? Esta pregunta, así de primeras, puede parecer una tontería. Casi cualquier persona a la que se la formules te dirá que la motivación va primero, que para hacer algo, como por ejemplo ir al gimnasio, hay que estar motivado. Sin embargo, esto no es del todo así. La motivación y la acción conforman un curioso círculo virtuoso en el que ambas se retroalimentan: cuanto más hacemos, más motivación encontramos, y cuanto más motivados estamos, más hacemos. De hecho, el vínculo entre acción y motivación lo encontramos hasta en el origen etimológico del término, la palabra motivación proviene del latín motivus (movimiento) y el sufijo -ción (acción y efecto). Por tanto, no es de extrañar que una de las cosas que primero recomiendan muchos psicólogos y terapeutas a personas que se encuentran deprimidas y con falta de motivación sea que se pongan en movimiento, que hagan cosas, que se relacionen con gente, en definitiva, que se pongan en marcha y no se queden todo el día tirados en el sofá o en la cama.

Motivación e interacción social

Acabo de mencionar la idea de relacionarse con gente, y es que resulta que también existe un vínculo enorme entre motivación e interacción social. Al fin y al cabo, somos seres humanos, si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias a nuestra naturaleza social. Es lo que les permitió a nuestros antepasados apañárselas en la época de las cavernas, donde prácticamente todos los demás animales eran mucho más fuertes que nosotros. Se podría decir que el desarrollo de nuestro cerebro no es sino una especialización en procesar más eficientemente todo lo relacionado con lo social. No se me ocurre ni un solo proceso psicológico (atención, aprendizaje, pensamiento, etc.) que no se vea tremendamente influenciado por esta naturaleza social que nos caracteriza, y la motivación no es una excepción.

El fútbol es un deporte perfecto para ejemplificar la relación entre motivación e interacción social. ¿Quién estará más motivado, un chaval que se relaciona sin ningún tipo de problema con todos sus compañeros y disfruta del trabajo en equipo, o un chaval que tiene problemas para relacionarse y suele estar más aislado del grupo? La respuesta es obvia. Una interacción social adecuada y satisfactoria potencia muchísimo la motivación. Y no sólo ocurre entre compañeros, también es importantísima la comunicación entre los jugadores y su entrenador, o la relación que tiene cada jugador con su propio entorno (padres, hermanos, pareja, etc.). Cuando hay un ambiente positivo, de apoyo incondicional, de comunicación asertiva, etc., la motivación se dispara.

Al igual que entrenamos para mejorar nuestra condición física y nuestra técnica, no debemos olvidar trabajar también en nuestra motivación y prestar atención a todos los factores que nos mantienen motivados. Muchas veces, la gente achaca su motivación o su falta de ella a circunstancias externas, pero quizá sea mucho más efectivo mirarse uno mismo, hacerse las preguntas adecuadas y trabajar desde el interior, ya que es dentro de nosotros donde reside toda la energía que necesitamos para lograr nuestros objetivos.

Por Javier Ambrona.

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