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Principios básicos del rendimiento deportivo

Día a día en el mundo del deporte, clubes, entrenadores y jugadores basan su rendimiento en los resultados obtenidos en la competición. Nos hacemos preguntas tanto a nivel individual – ¿por qué no estoy obteniendo los resultados esperados?– como a nivel grupal – ¿por qué el equipo lleva una dinámica tan negativa de resultados?– siempre haciendo referencia a una misma palabra: RESULTADOS. Entonces bien, ¿por qué actuamos de esta manera? ¿Por qué somos tan “resultadistas”?

Vivimos en una cultura individualista en la que existen grandes dosis de competitividad y en dónde lo único que se nos exige, son resultados. Un ejemplo de ello es el currículum vitae, en dónde plasmamos de alguna manera nuestros resultados más sobresalientes para que las empresas fijen su atención en nosotros. Sin irnos tan lejos, desde pequeños nos inculcan que es más importante sacar una buena nota en matemáticas al final del trimestre que haber aprendido algo tan valioso como solucionar problemas a través de formulaciones verbales. En resumen, la cultura nos enseña a valorar más el resultado que obtenemos en una actividad concreta que el proceso que nos ha llevado a poder sacarla adelante. Nos hace en cierto modo “rehenes del resultado”, nuestro estado de ánimo depende, en numerosas ocasiones, de éstos. Sin embargo, el concepto de resultado definido por la RAE como “efecto y consecuencia de un hecho” puede ser positivo o negativo, siendo algo que en deportes colectivos como el fútbol, baloncesto o balonmano no podemos controlar completamente. Es decir, a nivel individual podemos haber hecho un partido excepcional pero cosechar una derrota o viceversa, un buen día del equipo a nivel general nos puede dar una victoria, aunque hayamos cuajado un mal encuentro.

Conócete, rinde y obtén resultados

Imagínate una escalera dónde en el último escalón se encuentra el resultado pero que para llegar a éste, tenemos que subir primero el escalón “rendimiento”. Pues bien, es sabido que los resultados que vayamos a obtener en una tarea concreta dependen, en mayor o en menor medida, de nuestro rendimiento en ésta. Pero, ¿qué conocemos por rendimiento deportivo? Para muchos el rendimiento es el resultado (positivo o negativo) obtenido en una tarea concreta, sin embargo, como bien comenta Billat (2002), “se puede hablar de rendimiento deportivo desde el momento en que la acción optimiza la relación entre las capacidades físicas de una persona y el ejercicio deportivo a realizar”. No obstante, en numerosas situaciones, podemos poseer unas capacidades físicas excelentes y haber entrenado muchas horas para lograr un objetivo concreto, pero no lleguemos a obtener el rendimiento deseado y por ende, los resultados son negativos. ¿Por qué sucede esto? ¿No es lógico que si presentamos unas buenas condiciones y entrenamos para un objetivo determinado, los resultados debieran ser positivos? Pues no siempre, no existe una relación matemática al respecto y es aquí donde entra el factor psicológico.

Haciendo referencia a la imagen de la escalera comentada anteriormente, los factores psicológicos se encontrarían en un escalón anterior al del rendimiento. Numerosos factores psicológicos intervienen en el rendimiento deportivo: la concentración, la autoconfianza, la autoestima, el control de pensamientos o la capacidad de percibirse a sí mismo capaz de realizar determinadas tareas (denominada autoeficacia percibida – entre otros Dosil, 2008). Al igual que el control que tenemos sobre el resultado en una tarea determinada de un deporte colectivo es relativo, sobre nosotros mismos, el control que podemos llegar a tener es absoluto. Es decir, es aquí donde sería recomendable centrar nuestros recursos para tratar de mejorar o de potenciar todos y cada uno de los factores psicológicos comentados anteriormente. Tal y como afirma Buceta (1998), “el funcionamiento psicológico de los deportistas puede influir, positiva o negativamente, en su funcionamiento físico, técnico y táctico/estratégico, y por tanto en su rendimiento deportivo. Es por ello que trabajando la concentración en situaciones puntuales de la tarea, mejorando la autoconfianza y la autoestima, gestionando los pensamientos que nos acechan antes, durante y después de la actividad, trabajando los juicios que realizan los deportistas sobre ellos mismos, aprendiendo a leer los resultados obtenidos desde una posición crítica y motivadora para aprender de ello y sin volcar estos factores psicológicos –autoestima, confianza o autoimagen- en dichos resultados para poder tener un mayor recorrido ganado a la hora de rendir al máximo nivel.

Por tanto, saber cómo somos realmente, cómo nos sentimos y nos conocernos es, a mi parecer, la base de un edificio dónde el entrenamiento es cada uno de los ladrillos que utilizamos para alzarlo, el rendimiento, el edificio en sí y los resultados, su finalidad última. Escalón a escalón, conócete, dando la importancia necesaria al factor psicológico, trabaja para obtener el máximo rendimiento posible y aumenta las posibilidades de obtener resultados acordes a las expectativas, tanto individuales como colectivas del equipo.

Por Ignacio García Giménez.

@naach10

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