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El perfil psicológico del Joker: ¿quién es Arthur Fleck?

Las enfermedades mentales han sido recurrentemente exploradas por el séptimo arte, el cine. Psicósis, Alguien voló sobre el nido del cuco, una mente maravillosa… el tabú y consecuente desconocimiento popular sobre el tema lo hace morbosa mente atractivo. Ahora, nos encontramos con Joker.


Basada en el clásico enemigo de los cómics de Batman, la cinta de Todd Philips construye su personaje a través de, no solo el trastorno mental, sino sus consecuencias a nivel personal y social. Intentaremos hacer una interpretación sobre el enfoque del film, no sin antes avisar que entraremos en spoilers sobre la trama del mismo.

Perfil psicológico del Joker

Arthur Fleck es un hombre a quien la vida ha machacado, que no ha sido feliz ni un solo minuto de su vida y cuya madre, dependiente de él, también ha estado interna en una institución mental. Es interesante cómo la influencia del ambiente y los genes está representada, Arthur lo tenía todo para desarrollar una enfermedad mental… ¡y vaya si la desarrolla!

Podemos destacar dos características manifestaciones de la misma: En primer lugar, el tic que padece en forma de incontrolables carcajadas ante situaciones de estrés (que podría estar basado en un síndrome pseudobulbar) y, por otra parte, tenemos lo más interesante: los deliriros.

Los delirios del Joker

Los delirios son pensamientos, ideas o percepciones sobre el mundo y su funcionamiento que son, a todas luces, falsos, pero que la persona que los asume como ciertos y actúa en consecuencia. La relación con su vecina o su primera visita (por lo menos) al programa de Murray son buenos ejemplos. Cabe destacar el preciado recurso narrativo que otorga esto a una trama donde algunos elementos pueden ser reales y otros imaginarios, como la naturalidad con que se toma la confesión de Arthur en directo, la ausencia de consecuencias al asesinato de su madre o la ambigüedad sobre si es o no hijo de Wayne.

Por ello, el valor de la película no es tanto ser un manual de psicología clínica tanto como un acompañamiento terapéutico en la vida de una persona con este tipo de enfermedad, sea más o menos verosímil.

Comportamientos y emociones del Joker

El rechazo y la exclusión son experiencias que facilitan el desarrollo de conductas, ideas y emociones desadaptativas (no en vano la histeria fue un trastorno asociado exclusivamente a mujeres durante décadas) y, para el personaje que nos presentan, esto significa la pescadilla que se muerde la cola.

Desde la madre que le reprende en el tren hasta la paliza que le propinan en el metro, pasando por su despido, el guión nos conduce a través de personas que actúan de forma «normal», protegiendo a sus hijos, sus intereses o defendiéndose de alguien extraño, a quien no pueden comprender y, por lo tanto, puede suponer una amenaza o estar actuando con mala voluntad.

Así, nos vamos sumergiendo en una ambientación tan hostil, que es difícil no creer que tengamos puestas las gafas de Arthur, como cuando es maltratado por el, hasta ahora, siempre afable Alfred, siendo posibe que hayamos asistido a eventos que, a pesar de que hayan podido darse, estén matizados por la perspectiva destructiva del Joker. De la misma forma, la sensación combinada de vergüenza ajena, compasión e incomodidad que nos embriaga como espectadores al presenciar cómo se trunca su primer intento de actuar como cómico, y el alivio consecuente que surge al ver que lo consigue remontar, no es sino otro ejemplo del esfuerzo del director por ayudarnos a empatizar con su personaje.

De la misma forma que cada uno de nosotros vemos la realidad con nuestras propias gafas, Phillips y Phoenix hacen un encomiable esfuerzo por hacernos vivir durante un par de horas los sentimientos de una persona con enfermedad mental, tiñendo nuestra propia perspectiva con lo que se que tiñe la suya, y dándonos a este respecto una posible clave explícita al principio de su historia: «Lo peor de tener una enfermedad mental, es que la gente espera que actúes como si no la tuvieras»… No sabemos cuánto de ese mensaje nos llega como sociedad, y cuánto como espectadores.

Por Jaime Marcos

@Jaimemarcosred

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