La mayoría de las definiciones del término loco recogen un mismo concepto parecido: padecer un trastorno, tener perturbadas las facultades mentales, comportarse de forma disparatada o perder el uso de la razón entre muchas otras similares.
Pedir ayuda psicológica puede ser debido a estas razones, pero también hay muchas otras que no las precisan. Pasar por un periodo estresante, querer superar una pérdida importante, o incluso una indecisión sobre qué camino tomar en la vida pueden ser razones más que válidas para acudir a terapia. Tampoco es necesario que exista una razón, muchas personas buscan hablar con una persona sus inquietudes del día a día sin presentar ningún objetivo o meta concreta.
- Artículo relacionado: Yo no estoy loco, voy al psicólogo
No hace falta estar loco para ir al psicólogo
A la mayoría de las personas les gusta sentirse escuchadas, tener la posibilidad de no ser juzgados, y hablar con un profesional que tiene los conocimientos y aptitudes para ello seguramente pueda aportar mucho más de lo que reste o perjudique. Otra posibilidad puede ser descubrir virtudes y/o inquietudes de uno mismo, o aspectos de nuestro entorno social o individual que no percibimos como importantes y toman un gran protagonismo sobre nuestro comportamiento diario.
Tony Soprano es un personaje ficticio de una serie de televisión, Los Soprano, ambientada en Nueva Jersey durante la década de 1970 y 1980, representa la mafia italioamericana de una manera similar que la película El Padrino (1972). Este personaje presenta tres núcleos principales en su vida: su familia, la mafia y la terapia. Tiene esposa, un hijo y una hija, y es jefe del grupo de mafiosos más importante de Nueva Jersey. La ansiedad que vive y sus posibles traumas lo han llevado a sentarse frente a una doctora para tratar de encontrar una solución a sus ataques de pánico.
El protagonista de la serie recibe un gran respeto de sus compañeros mafiosos, y le tienen en tan alta estima, que concebir la idea de que pueden enterarse que acude a terapia y se expanda es otro de sus grandes problemas. El prejuicio que tiene acudir a terapia cada vez se va haciendo más pequeño, pero el pensamiento de que esas personas están locas y son diferentes lleva arraigado en la sociedad muchos años. ¿Por qué podría ser diferente acudir a terapia que ir al oculista si se padece un problema de vista?
- Artículo relacionado: 7 beneficios de la Psicología online
¿Qué significa ir al psicólogo?
Los traumas, fobias, depresión y otros estados anímicos disfuncionales o trastornos psicológicos son muy comunes en nuestra sociedad, pero a pesar de todo siguen ocultándose. En muchas ocasiones no influye solo el temor a ser etiquetado como “loco”, puede aparecer una falta de confianza, o dificultades para compartir sentimientos y pensamientos, por ejemplo. Pero en verdad, y al contrario de los que la gente está acostumbrada, solicitar ayuda psicológica o psiquiátrica es un acto de valentía. Lo que no se debe hacer es no hacer nada, ya que puede agravar síntomas de alguna enfermedad, o bien una represión de emociones que se pueda exteriorizar con ansiedad o ataques de pánico.
“El mundo sería un lugar mejor si todas las personas pidiéramos ayuda cuando la necesitamos”, son las palabras de Rocío Penas, especialista de una plataforma de salud y bienestar.
En otras ocasiones la persona puede pensar, “esto no tiene solución”, “nadie me conoce mejor que yo”, “no me van a entender”. Cada persona es un caso completamente diferente, por lo que compartiendo la ayuda que se quiere recibir será más fácil encontrar un/una profesional que sea experto en ese ámbito.
Al igual que cada persona es diferente, cada profesional también lo es a pesar de estar regidos bajo un código deontológico que se debe cumplir. Por ello, la alianza terapéutica es muy importante, y será trabajo tanto del profesional como del cliente formar una relación profesional basada en la confianza.
Pedir ayuda, y también saber recibirla, son el principio de un camino que puede resultar muy exitoso, y junto a la probabilidad de que no sea así, siempre se puede cambiar de terapeuta o dejar de acudir a interés del propio cliente.
Por Sergio Palomo Rumschisky