He de reconocer que no he seguido de forma personal la historia de Pablo Ráez. Obviamente, me sonaba su caso, su cara, su lucha…, pero era para mí como el «soldado desconocido» del célebre grupo de rock norteamericano. He podido contemplar con gran curiosidad, como en los últimos días se ha armado un gran revuelo en las redes sociales, en torno a la noticia de su fatídico desenlace.
A la inmensa mayoría de muestras de condolencia, solidaridad, admiración y cariño, tanto de personas anónimas, como públicas, les han acompañado otras, para mi sorpresa, de desconocimiento e incluso de insolidaridad. Entre ellas, he podido leer una especie de crítica a modo de batiburrillo político-social-económico y filosófico, en el que un autor que escribía en un medio autonómico andaluz, cuyo nombre he decidido obviar para evitar aumentar su momento de gloria banal, se despachaba a gusto de una manera mezquina, ruin y canalla sobre la desgraciada historia de nuestro protagonista.
Pablo Ráez, un guerrero desconocido
Me resulta inhumano, instrumentalizar la muerte de una persona, para realizar una crítica al gobierno autonómico de su comunidad, al sistema neoliberal imperante, al pensamiento positivo, a la cultura de emprendimiento…, pero sobre todo, ante la existencia de una persona, que ha demostrado poseer tres características que espero y deseo, nunca se le atribuyan a semejante ser:
En primer lugar, Pablo Ráez ha sido un líder carismático, y a los hechos me remito. Personas con enfermedades como la suya hay muchas, pero Pablo ha sabido interpretar su enfermedad para conseguir un noble propósito: incrementar de manera increíble las donaciones de médula en nuestro país, generando sensibilización en la población.
En segundo lugar, ha sido un ejemplo actitudinal de afrontamiento ante la adversidad. Quizás como recalcan algunos, no tenga mucho mérito utilizar las redes sociales, en un momento como ese, para naturalizar una enfermedad tan jodida como la leucemia pero entonces ¿por qué no lo hace cualquiera? Para mí, contra lo que argumenta el innombrable energúmeno, si es un LUCHADOR, con mayúsculas, aunque le haya tocado padecer su enfermedad por la caprichosa aleatoriedad del azar.
Y en tercer lugar, es verdad…, él no ha podido salvarse…, jugó muy bien la última parte del partido pero terminó perdiendo…,¿acaso la vida son matemáticas?¿Acaso los que juegan bien siempre ganan?¿Acaso los que adoptan actitudes científicamente demostradas para contribuir al fortalecimiento del sistema inmune, ya deben superar enfermedades por ello? La respuesta desgraciadamente es no…, Pero para mí, por todo lo anterior, si es un HÉROE… un guerrero desconocido.
Por Carlos Rey