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Esta semana estamos asistiendo a uno de esos culebrones que tanto juego dan al fútbol de alto rendimiento. El pasado domingo, el jugador argentino del FC Barcelona, Javier Mascherano fue expulsado del partido contra el Eibar SAD por referirse a un asistente arbitral en los siguientes términos: “la concha de tu madre”.

Pues bien, desde entonces, el departamento jurídico del Barça ha aludido a varios atenuantes con el objetivo de reducir lo máximo posible la futura sanción a su jugador.

En primer lugar, señalan por una parte que Mascherano no se dirige al árbitro, sino que es un“insulto generalizado ya en el fútbol”, probablemente refiriéndose a que el jugador utiliza la expresión a modo de locución interjectiva, como quien dijera “¡Qué horror!”

Por otro lado y, en un intento de rizar el rizo, alegan un defecto de forma en el acta, lo que podría invalidarla, indicando que las palabras exactas del argentino fueron “la concha de tu hermana” y no “…de tu madre” como refleja el acta… en fin.

Y por si éramos pocos, la LFP se manifiesta en forma de Javier Tebas, quien relativiza el supuesto insulto desde el punto de vista cultural, quitándole hierro por ser una expresión típicamente argentina que no causa gran impacto en entorno español.

Lo primero que nos ha llamado la atención es la ausencia de alguna voz oficial condenando los insultos o las palabrotas en el fútbol. Las figuras de este deporte son, muchas veces, unmodelo a seguir por parte de los deportistas en formación, así como el fútbol es un medio idóneo para la transmisión de valores. Personalmente, solo he oído al entrenador del Barça, Luis Enrique, contextualizar un poco los hechos, aunque sin disculparlos.

No solo no se aprovecha la situación para intentar inculcar algo de urbanidad en los mensajes a los aficionados de este deporte, sino que perdemos el tiempo en dar una cobertura mediáticadesproporcionada a los pequeños “trucos” y los agujeros legales que utilizan los unos y los otros en su propio beneficio.

Por eso queremos romper una lanza por la educación en valores en el contexto deportivo. En otros deportes no se permite al jugador referirse a un árbitro en estos términos, y también juegan a altas pulsaciones (o incluso más). En este caso, hay una actitud despectiva de desaprobación a una figura o decisión arbitral, si ponemos el foco en la intención del jugador y en el fondo de sus palabras, más allá de si dice de su madre, de su hermana o de si habla en argentino o en chino (¿qué pasará cuando un futbolista chino insulte en chino a los árbitros? ¿Podemos ir a Argentina a insultar a los árbitros como sabemos en España?).

Tanto para la imagen del jugador y el club como para los intereses del equipo, quizás vaya siendo hora de minimizar nuestra atención en las decisiones arbitrales, sobre las que no tenemos ningún control, y maximizarla en nuestros propios objetivos.

Y más allá de pedir esta o aquella sanción para Mascherano, queremos llamar a la reflexión del aficionado, al covisionado de los padres con sus hijos de estas situaciones y a la toma de responsabilidades de las fuentes oficiales por utilizar la oportunidad que da el deporte para educar en valores a nuestros ciudadanos, sobre todo aquellos más jóvenes y maleables.

Jaime Marcos

@Jaimemarcosred

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