Cuando nos encontramos en el proceso exigente y desafiante de preparar unas oposiciones, uno de los enemigos más silenciosos y peligrosos no es el temario, ni la falta de tiempo, ni siquiera el cansancio acumulado. Es una creencia. Una idea que, sin darnos cuenta, puede filtrarse en nuestra mente y condicionarlo todo: la creencia en la inteligencia innata.
¿Cuántas veces hemos escuchado frases como «yo no valgo para esto», «hay gente que tiene cabeza para estudiar y otros no», o «si tuviera más inteligencia, ya lo habría conseguido»? Es probable que incluso nosotros mismos hayamos dicho o pensado algo similar. No estamos solos. Esta creencia es muy común, pero también muy limitante. Hoy queremos hablarte de la trampa del talento, cómo se instala en nuestra forma de pensar, y sobre todo, cómo podemos salir de ella para mejorar nuestro rendimiento y bienestar durante la preparación de las oposiciones.
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El mito de la inteligencia innata
Desde pequeños, muchos hemos sido clasificados bajo etiquetas como «listo», «torpe», «brillante», «normalito»… Estas etiquetas no solo definen cómo nos ven los demás, sino también cómo aprendemos a vernos a nosotros mismos. Así, desarrollamos una idea rígida y estática sobre lo que somos capaces de lograr, como si la inteligencia fuera un rasgo fijo con el que nacemos y que apenas cambia con el tiempo.
Esta visión es lo que Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, definió como mentalidad fija. Las personas con esta mentalidad creen que sus habilidades —como la memoria, la capacidad de concentración o la agilidad mental— están determinadas desde el nacimiento. Y, por tanto, el fracaso se interpreta como un reflejo de una supuesta falta de inteligencia o talento.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando intentamos preparar una oposición desde esta perspectiva? Sencillamente, todo se complica. Porque cada error, cada suspenso, cada olvido, no se vive como parte del proceso de aprendizaje, sino como una evidencia de no tener lo que hace falta. Nos sentimos incapaces, frustrados, y cada vez más lejos del objetivo.
La trampa emocional de la comparación
Uno de los efectos más dañinos de creer en la inteligencia como algo fijo es la constante comparación con los demás. En el entorno de las oposiciones, donde todo gira en torno al rendimiento académico y la competencia, es fácil caer en la trampa de pensar que si otro avanza más rápido, entiende mejor o memoriza con facilidad, es porque tiene más inteligencia que nosotros.
Esta comparación nos desgasta. Genera ansiedad, baja autoestima, desmotivación… y nos desconecta de lo que verdaderamente importa: el proceso personal de mejora.
Pero lo cierto es que la inteligencia no se ve, no se mide en exámenes sueltos ni en el número de temas que alguien lleva al día. La inteligencia es mucho más que talento natural. Es esfuerzo, constancia, adaptabilidad, estrategia, capacidad para aprender de los errores. Y todas estas cualidades se pueden entrenar.
El poder de la mentalidad de crecimiento
Aquí es donde entra en juego el concepto de mentalidad de crecimiento. A diferencia de la mentalidad fija, esta visión defiende que nuestras capacidades no están escritas en piedra. Que podemos desarrollarlas a través del trabajo, el esfuerzo inteligente y las estrategias adecuadas.
Las investigaciones de Dweck y otros psicólogos han demostrado que las personas con mentalidad de crecimiento tienen más probabilidades de perseverar ante las dificultades, recuperarse de los fracasos y mantener una motivación más estable. En el contexto de unas oposiciones, adoptar esta mentalidad puede marcar una diferencia abismal.
No se trata de pensar que todo es posible con solo desearlo, ni de caer en un optimismo ingenuo. Se trata de asumir que nuestras habilidades intelectuales pueden cultivarse, como se entrena un músculo. Y eso implica tener paciencia, aceptar los errores, pedir ayuda cuando lo necesitemos y buscar maneras nuevas de aprender más eficazmente.
¿Cómo saber si estamos atrapados en la mentalidad fija?
Quizá te estés preguntando si tú también caes en esta trampa. Estas son algunas señales frecuentes que pueden indicar que estamos funcionando desde una creencia rígida sobre la inteligencia:
- Nos sentimos incapaces de aprender algo nuevo si no lo entendemos a la primera.
- Pensamos que “no somos de números” o “no tenemos memoria”, como si fuera algo inamovible.
- Nos frustramos mucho cuando cometemos errores.
- Evitamos enfrentarnos a temas complejos por miedo a fracasar.
- Nos desmotivamos si no vemos resultados inmediatos.
- Creemos que si tenemos que esforzarnos mucho es porque no somos lo bastante inteligentes.
Si te has sentido identificado o identificada con alguno de estos puntos, no te preocupes. Es completamente normal. Muchos de nosotros hemos pensado así durante años. Lo importante no es culparse por ello, sino empezar a cuestionar estas ideas y abrirnos a una nueva forma de pensar.
La inteligencia se entrena: estrategias prácticas
Afortunadamente, la neurociencia lleva años confirmando lo que desde la psicología venimos observando en la práctica clínica y educativa: el cerebro es plástico, es decir, cambia con la experiencia. La forma en que estudiamos, nos relacionamos con el error y afrontamos los retos tiene un impacto directo sobre nuestras capacidades cognitivas.
Por eso, te compartimos algunas estrategias prácticas para cultivar una mentalidad de crecimiento y entrenar tu inteligencia:
1. Reformula el error como oportunidad
Cada vez que te equivoques, pregúntate: ¿qué me está enseñando esto? ¿Qué puedo ajustar? ¿Cómo puedo usar esta experiencia para mejorar? Cambiar la interpretación del error es uno de los hábitos más poderosos para crecer.
2. Pon el foco en el proceso, no solo en el resultado
El progreso en unas oposiciones no siempre se ve de inmediato. Si solo te fijas en si apruebas o suspendes, perderás de vista todo lo que estás aprendiendo. Celebra los avances, por pequeños que sean: entender mejor un tema, mejorar tu técnica de estudio, mantener la constancia durante una semana difícil.
3. Cuida tu diálogo interno
¿Te hablas con amabilidad o con dureza cuando fallas? El lenguaje que usamos con nosotros mismos puede reforzar o debilitar nuestra autoconfianza. Intenta sustituir frases como “no sirvo para esto” por “aún estoy aprendiendo esto” o “cada día avanzo un poco más”.
4. Rodéate de estímulos positivos
Comparte tu proceso con personas que valoren el esfuerzo, no solo el éxito. Escucha podcast, lee libros o sigue cuentas que hablen de superación real, con sus luces y sus sombras. Ver que otros también luchan, se caen y se levantan nos da perspectiva y nos recuerda que no estamos solos.
5. Establece metas alcanzables y medibles
Dividir el temario en objetivos pequeños, medibles y realistas puede ayudarte a mantener la motivación. Cada meta cumplida alimenta tu sensación de eficacia y refuerza tu compromiso con el proceso.
6. Cuestiona tus creencias limitantes
Cuando te descubras pensando “no soy inteligente”, pregúntate: ¿de dónde viene esta idea? ¿Qué pruebas reales tengo? ¿Es posible que esté confundiendo falta de resultados con falta de valor personal? Es clave diferenciar entre lo que pensamos y lo que es real.
Inteligencia emocional: el gran aliado en las oposiciones
Además de la inteligencia cognitiva, hay otro tipo de inteligencia que desempeña un papel fundamental en el éxito de unas oposiciones: la inteligencia emocional. Saber gestionar nuestras emociones, mantener la calma ante la presión, tolerar la incertidumbre y sostener la motivación a largo plazo son factores decisivos.
Trabajar la inteligencia emocional implica aprender a regularnos, reconocer cuándo necesitamos descansar, cuándo nos estamos exigiendo demasiado y cuándo necesitamos pedir ayuda. Implica entender que no somos máquinas, y que rendir también requiere equilibrio.
Cuando el perfeccionismo se disfraza de inteligencia
Otra trampa frecuente en opositores es el perfeccionismo. A veces confundimos ser exigentes con ser inteligentes, y nos imponemos estándares imposibles: “Si no me lo sé todo, mejor no me presento”, “No puedo cometer errores”, “Tengo que controlar cada detalle”.
Este perfeccionismo muchas veces nace del miedo. Del miedo a no estar a la altura, a defraudar, a fracasar. Y se alimenta de la idea de que ser inteligente es hacerlo todo bien, todo el tiempo. Pero esto es una ilusión.
Ser inteligente no es saberlo todo. Es saber gestionar nuestras limitaciones y aprender a convivir con ellas. Es saber cuándo seguir y cuándo parar. Cuándo revisar y cuándo confiar. Cuándo soltar el control y aceptar lo que venga.

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Psicología y oposiciones: un trabajo integral
Como psicólogos, hemos acompañado a muchas personas en sus procesos de oposición. Y lo que más nos emociona no es ver cómo aprueban (aunque también), sino cómo se transforman. Cómo descubren que pueden más de lo que creían. Cómo aprenden a valorarse más allá de los resultados. Cómo dejan de temerle al error y lo convierten en un maestro.
Aprobar unas oposiciones no solo es cuestión de saber. Es cuestión de creer en uno mismo, resistir, adaptarse y crecer. Y para eso, trabajar las creencias sobre la inteligencia es un paso fundamental.
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Sal de la trampa, cultiva tu potencial
La creencia en la inteligencia innata puede parecer inocente, incluso motivadora (“hay gente tocada por la varita”). Pero en realidad, nos atrapa en una narrativa en la que el esfuerzo no vale si no viene acompañado de talento. Y eso, simplemente, no es cierto.
Tú puedes aprender. Puedes mejorar. Puedes desarrollar estrategias más eficaces. Puedes entrenar tu inteligencia. Y, sobre todo, puedes cambiar la forma en la que te hablas a ti mismo.
La próxima vez que sientas que no eres lo bastante inteligente para esta oposición, recuerda: la inteligencia no es un don que se tiene o no se tiene. Es una capacidad que se construye, día a día, con cada paso, con cada intento, con cada caída y cada levantada.
Y ahí, en ese camino imperfecto pero auténtico, es donde reside tu verdadero poder.
Por UPAD Psicología y Coaching