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Ghosting y responsabilidad afectiva

El ghosting está últimamente muy de moda y no sabemos muy bien por qué. Algunos conjeturan que la gente que lo hace es en realidad gente insegura y otros que lo hacen por egoísmo o porque creen que quedan mejor ante la persona a la que se lo hacen (eso de hacerse el o la interesante).

La realidad es que no importan las razones por las que se haga. Es algo que hace daño y que de no hacerlo puede evitar mucho sufrimiento a la persona que es “ghosteada”. No se trata de un “no hace daño quien quiere, sino quien puede”, es decir, que la persona que se siente dolida porque le han hecho ghosting es porque tenga baja autoestima, no se quiera o sea demasiado dependiente a nivel emocional de los demás. Puede que todo esto también se dé, pero el caso es que el ghosting duele y es por eso que debemos ser responsables afectivamente con los demás, sean personas conocidas o desconocidas.

¿Qué es el ghosting?

El ghosting no es ni más ni menos que te den calabazas. La razón por la cual a este hecho se le da un término anglosajón es más bien por la forma en la que te dan calabazas. Estás hablando con alguien por alguna red social, empezando a conocerle o conocerla y de repente, un día, sin mayor explicación deja de contestar a tus mensajes, no responde tus llamadas y, básicamente, desaparece como un fantasma (de ahí ghosting, de ghost, “fantasmas” en inglés). Este fenómeno se da independientemente de si ya has conocido presencialmente a la persona o no.

Los motivos por los que la gente hace ghosting pueden ser muchos, pero los principales pueden ser la falta de empatía, la carencia de habilidades sociales o la ansiedad que te puede generar el ser honesto con alguien. Sufrir cualquier carencia o miedos no te absuelve de tus malos actos, piensa que la persona que tienes en frente o al otro lado de la pantalla también lo puede estar sufriendo en esos momentos.

¿Qué es la responsabilidad afectiva?

La responsabilidad es un valor personal que es la plena conciencia de lo que digo y lo que hago. La responsabilidad afectiva consiste en que seamos conscientes de que nuestras conductas tienen consecuencias en las emociones de los demás, ya sea positiva o negativamente.

Cuando entablamos un vínculo con alguien hemos de tener en cuenta la empatía y la sinceridad. Crear falsas expectativas es señal de que no se están poniendo en práctica estos dos valores éticos. No importa si el vínculo se establece dentro de una relación “sin nombre” o el que aún no se ha puesto una etiqueta. Precisamente, es en las relaciones donde no existe un compromiso formal donde más se tiende a desatender las emociones de la otra persona, teniendo muy poca consideración con ella.

Aunque tú creas que no haces daño y que no es para tanto, la realidad es que sí. En conclusión, debes tener ética en las relaciones; cuando te embarcas en una debes tener en cuenta los sentimientos de la otra persona. Cuando desapareces de la vida de alguien, esa persona puede pensar que no merece que le des explicaciones, que ha hecho algo mal o que te ha ofendido y puede estar haciéndose atribuciones que no son reales. No se trata de que le engañes y hagas como que te sigue interesando, cuando no es así. Simplemente, comunica con tacto que ya no te interesa seguir conociéndole o que no te sientes a gusto por el motivo que sea.

Hacerse el o la interesante puede entrar dentro del flirteo, lo asumimos. Pero con esto, nos referimos a no dar todo incondicionalmente, renunciando a tu tiempo y necesidades. Dejar de contestar durante equis horas no te hace más interesante, te hace una persona que en realidad no eres tú. Nuestro consejo es que actúes de acuerdo con tus valores, no a dictados sociales que, además, suelen ser rígidos y limitadores.

En conclusión, desaparecer de la vida de alguien, aunque el contacto haya sido breve, puede causar daño a la otra persona y esto es algo que debemos aprender y tenerlo en cuenta en nuestras relaciones.

Por UPAD Psicología y Coaching

@upad_pc

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