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Cómo manejar las emociones negativas a nuestro favor

¿Crees que estás llevando la vida que quieres? Habrás podido responder: sí, no, más o menos, hago lo que puedo… Cualquiera que haya sido tu respuesta, te invito a preguntarte ¿qué te hizo responder así?, ¿cómo sabes si te gusta o no la vida que llevas? Seguro que ha sido a través de tus emociones.

Qué son las emociones y cómo influyen en nuestra vida

Una vida plena no se mide por el dinero que tengamos, ni por el número de títulos, ni por el número de viajes que realizamos, ni siquiera por el número de amigos. Lo que nos dice si nuestra vida es plena son las emociones que sentimos. La prueba de esto es que hay cantidad de personas millonarias que viven entre grandes lujos, algunos de ellos casi sin trabajar, y no son felices, al contrario, tienen un profundo sentimiento de infelicidad e insatisfacción. En cambio, hay personas que a penas poseen bienes materiales y quizá no pueden permitirse grandes lujos, pero que día tras día se sienten dichosos, alegres, completos y en armonía.

Y ojo, con este discurso no estoy defendiendo la existencia de emociones buenas y malas. Simplemente hay algunas que se sienten de forma placentera en el cuerpo y otras nos resultan desagradables. Pero todas las emociones que sentimos son buenas en el sentido de que todas pueden llegar a resultarnos muy útiles. Incluso aquellas emociones que se sienten de una manera desagradable nos proporcionan una información valiosísima. Tenemos que pensar que, si después de todo el transcurso de la evolución el ser humano sigue experimentando este tipo de emociones, como el miedo o la tristeza, es porque han resultado ser altamente adaptativas para la especie. Existen porque cumplen una función, ayudar a que nos adaptemos mejor en nuestro medio. Son parte de nuestra evolución y son necesarias para la supervivencia.

Hoy en día, desde los medios, las redes y la sociedad en general, parece que se nos anima a buscar sólo lo placentero y desechar lo desagradable. En mi opinión esto es un error. Si estás en un momento de tu vida en el que estás sintiendo emociones desagradables, mi consejo es que no intentes reprimirlas y acallarlas sin más, pregúntate qué han venido a decirte, qué cosas puedes hacer para volver a encauzar tu vida por el camino que esté más en armonía contigo.

Qué nos pueden enseñar las emociones negativas

El miedo es una emoción que sirve de alarma, nos avisa y nos mantiene alejados de situaciones y cosas que pueden costarnos la vida. Pero a veces sentimos miedo por cosas que no suponen un verdadero riesgo. Estas son las situaciones en las que tenemos que observar ese miedo y preguntarnos por qué está ahí. Normalmente ocurre cuando nos enfrentamos a algo nuevo, algo que nos genera incertidumbre o cuando no confiamos lo suficiente en nosotros mismos. Por lo tanto, el miedo puede enseñarnos a confiar más en nosotros mismos y en nuestros recursos. Tenemos que verlo como una invitación a superarnos a nosotros mismos y confiar en nuestros recursos.

Además, muchas veces nos dan miedo algunas de las cosas que más deseamos hacer. Esto convierte al miedo en un gran indicador de aquellas cosas que más nos apetecen y no nos atrevemos a realizar.

La ira la sentimos cuando nos sentimos agredidos o injustamente tratados. En este caso nos enseña a poner límites y evitar abusos. Pero en ocasiones, también sentimos ira cuando algo simplemente no sale como a nosotros nos gustaría. En este caso nos puede enseñar a soltar el control, nos hace ver que quizá somos demasiado rígidos respecto a cómo tienen que ser las cosas.

La tristeza surge cuando perdemos algo, y muchas veces viene a decirnos que dejemos ir pasado, que nos quedemos con lo aprendido y soltemos el resto, que aceptemos y disfrutemos las cosas tal y como son en el presente. También puede servir como una invitación a bajar un poco el ritmo y cuidarnos.

La envidia es realmente útil para identificar las cosas que queremos y nos gustan. De hecho, envidia y admiración son dos emociones que están muy cerca y que podemos utilizar para inspirarnos y marcarnos objetivos.

La culpa la sentimos cuando hacemos daño, ofendemos o decepcionamos a alguien. Esta emoción nos enseña a hacernos responsables y tomar acción de las cosas. Por otro lado, es posible que a veces sintamos culpa por cosas insignificantes como darle un pequeño codazo a alguien sin querer o incluso por tener pensamientos que consideramos inadecuados. La culpa aquí nos invita a la reflexión y a cuestionarnos algunas de nuestras creencias erróneas.

De esta manera, si utilizamos las emociones a nuestro favor, pueden convertirse en nuestra guía y permitirnos saber si lo que hacemos está alineado con nosotros y con nuestro bienestar, o no.

Estar en contacto con nosotros mismos, con lo que sentimos, puede ser un instrumento muy valioso para dirigir nuestra vida.

Por Javier Ambrona

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