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¿Cómo vivir con dolor crónico?

El dolor crónico es una problemática muy presente en la actualidad y contra la cuál aun no tenemos muy claro cómo luchar.

El tratamiento que primero se nos viene a la cabeza es el que se lleva a cabo por los médicos y enfermeros. Sin embargo, las unidades del dolor son limitadas y el tratamiento farmacológico a veces no es suficiente para conseguir que la persona lleve su vida con normalidad.

Además de la enfermedad que desencadene el dolor y de las características físicas de la persona, hay otros factores que intervienen en la percepción del dolor: los factores psicológicos.

4 factores que afectan a la percepción del dolor

Son muchas las investigaciones centradas en descubrir todas las piezas que componen el puzzle de la percepción del dolor. Entre los numerosos factores que han demostrado estar relacionados con cómo experimentamos el dolor, vamos a explicar cuatro de los más frecuentemente asociados a esta problemática.

Ansiedad

La ansiedad o los famosos “nervios” mantenidos en el tiempo, produce un aumento en la tensión muscular, en la percepción y en la recepción de los estímulos dolorosos. Esto quiere decir que cuanta más ansiedad sentimos, más sensibles somos al dolor.

¿Nunca os ha pasado que en una época en la que estabais muy estresados habéis empezado a notar dolores musculares? Normalmente aparecen en zonas como la espalda o el cuello. Si esto se suma a una situación en la que el dolor crónico ya estaba presente, la percepción de dolor se incrementa.

Depresión

La depresión es muy común entre las personas que sufren alguna patología asociada al dolor crónico.

Las enfermedades que producen dolor crónico suelen ser muy incapacitantes ya que limitan a la persona en numerosas actividades. Esta reducción en las capacidades y actividades de la vida diaria puede provocar pensamientos negativos que acaben aumentando el dolor percibido. La depresión también está muy relacionada con la presencia de ansiedad.

Estrategias de afrontamiento

Las estrategias de afrontamiento son esos mecanismos –cognitivos o comportamentales- que se activan cuando tenemos que hacer frente a una situación complicada, en este caso, el dolor. Estas estrategias pueden dividirse en activas y pasivas.

Las activas serían aquellas que se destinan a controlar o manejar el dolor, mientras que las pasivas serían aquellas que tienen como objetivo la evitación del dolor. Las estrategias de afrontamiento activas podrían ser la búsqueda de soluciones o de apoyo social, entre otras.

Mientras que las estrategias de afrontamiento pasivas podrían ser las de evitar la realización de actividades porque provocan dolor, pensar en otra cosa o técnicas de distracción.

Las estrategias de afrontamiento activas se han relacionado con una menor percepción del dolor.

Aceptación

La aceptación puede entenderse como la capacidad de reconocer que la evitación o el control del dolor a menudo no son eficaces, pero también puede entenderse como la realización de actividades pese a sentir dolor. Es uno de los factores más importantes en la regulación del dolor.

Trabajar la aceptación es trabajar la capacidad de abrazar las sensaciones desagradables, tanto mentales como físicas. Paradójicamente, el efecto que se consigue al abrazar estas sensaciones dolorosas es que disminuya su intensidad.

¿Qué hacer para seguir con mi vida incluso con dolor crónico?

Una vez revisados algunos de los factores que regulan la percepción del dolor, es importante tenerlos en cuenta.

La ansiedad y depresión son dos factores que erosionan la calidad de vida de una persona. Suelen producir pensamientos negativos que aumentan la intensidad con la que se percibe el dolor.

Es importante no dejarse llevar por esos pensamientos, no dejar que la vida se paralice por esta condición. Es el momento de encontrar alternativas, adaptar tu vida a la enfermedad no significa quedarse encerrado en casa.

Pon en marcha tus estrategias de afrontamiento activas. Pide ayuda y compañía a tus personas más cercanas o a profesionales.

Refuerza tu proceso de aceptación, hay numerosas actividades terapéuticas encaminadas a este objetivo, como por ejemplo la meditación o mindfulness.

Por ese motivo, dedica un tiempo a meditar, a aprender a localizar tu dolor y no intentar apagarlo, ya que evitar el dolor puede ser como intentar apagar un fuego con combustible.

Recuerda que los profesionales de la salud están ahí para ofrecerte las alternativas que tú aún desconoces.

Por Raquel Ruíz Juárez

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