La sociedad actual se caracteriza por la rapidez con que afrontamos las tareas del día a día, en la necesidad que tenemos de finalizar los trabajos y proyectos lo antes posible, ya sea en la escuela, el trabajo, conduciendo el coche, a la hora de pedir en un restaurante o incluso caminando por la calle. Esta celeridad puede influir en un aumento en nuestros niveles de estrés y ansiedad, lo que impide que podamos relajarnos e intensifica la probabilidad de desarrollar problemas relacionados con la ansiedad. Teniendo en cuenta que las sociedades dominadas por la urgencia sufren de un mayor nivel de estrés y que esto, a su vez, puede generar problemas de ansiedad, pretendemos mostrar cómo las prisas afectan a nuestra salud mental y como podemos contrarrestar este estilo de vida.
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¿Qué es la ansiedad?
Se denomina ansiedad a aquella reacción de alarma, miedo o nerviosismo ante acontecimientos que aún no se han producido, en los que el individuo anticipa su desenlace y que no suponen un peligro real para la persona.
El origen de la ansiedad se debe principalmente a la combinación de factores propios de la persona como la personalidad, las creencias o los factores genéticos y factores ambientales como disputas con los padres y profesores, problemas académicos, conflictos con el jefe o los compañeros, separación, divorcio o abandono, déficit en las competencias académicas, abuso sexual o maltrato, pérdida de trabajo y/o un trabajo estresante, de acuerdo con numerosas investigaciones. Sin embargo, el principal causante es el estrés.
Las situaciones que requieren una alta velocidad en la realización de una tarea aumentan los niveles de estrés y estas situaciones serán percibidas como amenazantes, favoreciendo el desarrollo de síntomas de ansiedad. Por ejemplo, cuando se tienen que entregar proyectos en el trabajo y no se tiene un periodo de tiempo muy grande para realizarlo.
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¿Cómo se pueden prevenir sus efectos?
El estrés percibido no finalizará una vez terminada la jornada laboral si no se tienen los mecanismos necesarios para hacerle frente. Afortunadamente, tenemos técnicas que pueden ayudarnos a disminuir los niveles de ansiedad derivados de este estilo de vida, y aunque son numerosos los métodos, únicamente hablaremos de dos: el Mindfulness y el control de la respiración.
El Mindfulness o atención plena es un procedimiento relativamente nuevo caracterizado por la combinación de meditación, atención y relajación. Se trata de vivir el momento actual sin valoraciones, es decir, observar las sensaciones corporales presentes en un momento determinado, aceptando lo que se siente sin evaluar o rechazar los pensamientos y emociones.
Por otro lado, el control de la respiración es una técnica muy sencilla que permite obtener todos sus beneficios siempre que se realice regularmente. Este método se puede ejecutar de varias formas, desde una respiración únicamente torácica (o zona pectoral), solamente diafragmática (o zona abdominal) o una combinación de ambas.
Tanto el Mindfulness como el control de la respiración requieren de un ambiente silencioso y sin distracciones, ropa cómoda y concentración.
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La ansiedad es una respuesta normal ante situaciones novedosas o estresantes, aunque comienza a ser problemática cuando no tenemos habilidades para enfrentarla. La urgencia en el día a día puede aumentar los niveles de estrés en el individuo y si este no tiene las herramientas adecuadas para combatirlo, puede convertirse en un problema.
Por Irene Velasco Pérez