¿Cuántas veces nos hemos callado algo por miedo a incomodar? ¿Cuántas veces hemos dicho “sí” cuando queríamos decir “no”? ¿Y cuántas veces hemos estallado tras haber acumulado frustraciones durante días o incluso semanas? Comunicarnos con los demás no siempre es sencillo, especialmente cuando lo que está en juego son nuestras emociones, nuestras necesidades o nuestros límites. En este punto, la asertividad aparece como una herramienta fundamental para relacionarnos de forma saludable, tanto en lo personal como en lo profesional.
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¿Qué es la asertividad?
La asertividad es la capacidad de expresar nuestras opiniones, deseos, necesidades y emociones de manera clara, directa y respetuosa, sin agredir ni someternos. Es el equilibrio entre la pasividad (ceder por temor o inseguridad) y la agresividad (imponer con violencia verbal o actitudinal). Cuando nos comunicamos de forma asertiva, somos capaces de defender nuestros derechos sin atropellar los de los demás.
¿Por qué es importante desarrollar la asertividad?
Porque la asertividad mejora la calidad de nuestras relaciones. Porque nos ayuda a poner límites. Porque nos permite decir lo que pensamos sin miedo al juicio ni a la confrontación. Y, sobre todo, porque nos permite vivir con coherencia interna: lo que pensamos, sentimos y hacemos está alineado.
En el ámbito personal, la asertividad fortalece la autoestima, mejora la comunicación con nuestras parejas, amigos o familiares, y evita muchos conflictos que surgen por malentendidos o por no saber expresar lo que necesitamos.
En el entorno profesional, una persona asertiva suele destacarse por su capacidad de liderar con respeto, tomar decisiones con claridad, resolver conflictos de forma constructiva y generar un buen clima laboral.
Pero… ¿cómo se desarrolla la asertividad? ¿Qué podemos hacer para entrenarla? A continuación, compartimos 8 tips prácticos y varios consejos adicionales que pueden ayudarnos a dar ese paso hacia una comunicación más sana y efectiva.
8 consejos para entrenar tu asertividad
1. Practicar el uso del «yo» en lugar del «tú»
Cuando usamos frases como «tú siempre haces lo mismo» o «tú me haces sentir mal», generamos una reacción defensiva en la otra persona. En cambio, si expresamos desde el «yo», asumimos la responsabilidad emocional de lo que sentimos.
Por ejemplo, podemos decir:
«Yo me siento frustrado cuando no me avisas con tiempo»
en lugar de
«Tú nunca me avisas nada».
Este pequeño cambio reduce la posibilidad de conflicto y facilita que la otra persona escuche sin ponerse a la defensiva.
2. Aprender a decir “no” sin sentirse culpable
Decir «no» no nos hace egoístas, nos hace honestos. Tenemos derecho a poner límites sin tener que justificarnos constantemente ni sentir culpa. Decir «sí» a todo puede conducirnos al agotamiento emocional, a la frustración y a un sentimiento de vacío personal.
Podemos usar frases como:
«Ahora no me es posible, gracias por comprenderme.»
«Prefiero no comprometerme si no puedo hacerlo bien.»
Poner límites también es una forma de cuidarnos.
3. Mantener el contacto visual y un lenguaje corporal coherente
La comunicación no verbal representa gran parte del mensaje. Una postura erguida, una mirada directa y un tono de voz sereno pero firme transmiten seguridad y confianza. Practicar una buena comunicación no verbal es tan importante como elegir bien las palabras.
Si decimos algo asertivo pero nuestro cuerpo refleja inseguridad (mirada baja, voz temblorosa, gestos dubitativos), el mensaje pierde fuerza.
4. Diferenciar entre opinión y hecho
Cuando hablamos, es fundamental dejar claro que lo que expresamos es nuestra percepción, no una verdad absoluta. Esto evita que el otro se sienta atacado o invalidado.
En lugar de decir:
«Eso está mal»
podemos decir:
«Desde mi punto de vista, esa opción no me parece la mejor.»
Así dejamos espacio a otras perspectivas y fomentamos el diálogo, no la confrontación.
5. Anticipar situaciones difíciles y preparar lo que queremos decir
Hay conversaciones que sabemos que nos costarán. Anticiparlas y ensayar mentalmente lo que queremos decir (o incluso practicarlo en voz alta) nos ayuda a afrontar esos momentos con más seguridad.
Hacerlo no significa ser rígidos, sino darnos una estructura interna para no bloquearnos o reaccionar impulsivamente.
6. Validar también las emociones del otro
Ser asertivos no significa hablar solo desde nuestro punto de vista, sino también escuchar y entender al otro. Validar no es lo mismo que estar de acuerdo, pero sí implica reconocer que sus emociones son legítimas.
Por ejemplo:
«Entiendo que te haya molestado, y también me gustaría que escuches cómo lo viví yo.»
Este tipo de frases construyen puentes en lugar de levantar muros.
7. Aceptar que no siempre gustaremos a todos
Uno de los mayores obstáculos para ser asertivos es el miedo a desagradar. Pero la realidad es que no podemos gustarle a todo el mundo, y eso está bien. Ser honestos, aunque no siempre agrade, es una forma de vivir en coherencia con nuestros valores.
A veces, decir lo que pensamos o sentimos puede generar cierta incomodidad en el otro, pero si lo hacemos desde el respeto, estamos actuando con integridad.
8. Hacer pausas antes de responder
Responder automáticamente, desde la emoción, puede llevarnos a reacciones que luego lamentamos. La asertividad requiere autorregulación emocional, y para eso es útil darnos unos segundos antes de responder.
Respirar profundo, contar hasta tres, o decir:
«Déjame pensar un momento»
puede marcar la diferencia entre reaccionar y responder.
Consejos adicionales para fortalecer nuestra asertividad
Además de estos ocho tips, hay otras prácticas que podemos incorporar en nuestro día a día para seguir desarrollando esta habilidad tan valiosa:
Entrenar la empatía
Ser asertivos no significa centrarnos solo en nosotros, sino también conectar con el otro. La empatía nos permite entender mejor las necesidades ajenas y comunicarnos con más sensibilidad.
Reforzar nuestra autoestima
Cuanto más nos valoramos, menos necesidad tenemos de agradar constantemente o de escondernos detrás del silencio. La asertividad crece cuando también lo hace nuestro amor propio.
Eliminar la necesidad de justificarlo todo
No tenemos que dar excusas constantes cuando decidimos algo. A veces, un simple “No me apetece” o “No puedo hacerlo ahora” es suficiente. Nuestra palabra y nuestra decisión tienen valor por sí mismas.
Utilizar frases neutras para abordar conflictos
Evitemos palabras cargadas o juicios que puedan tensar la conversación. Algunas fórmulas útiles pueden ser:
- “Me gustaría hablar contigo de algo que me está preocupando”
- “¿Podemos buscar juntos una solución?”
- “Esto es importante para mí y me gustaría que lo entendieras”
Pedir lo que necesitamos sin rodeos
A menudo damos vueltas para no parecer molestos, pero pedir lo que necesitamos no es ser exigentes. Es legítimo pedir:
- “¿Podrías ayudarme con esto?”
- “Necesito que me escuches sin interrupciones”
- “¿Podríamos acordar juntos cómo hacer esto?”
Aprender a gestionar la crítica
La crítica puede ser constructiva o destructiva. Saber distinguirla, escuchar sin reaccionar de inmediato, y responder desde la calma es parte de la asertividad.
Podemos responder con frases como:
«Gracias por tu opinión, la tendré en cuenta»
o
«¿Podrías darme un ejemplo concreto para entenderlo mejor?»
Practicar con personas de confianza
La asertividad se entrena. Y hacerlo en entornos seguros —con amigos, familiares o incluso con un profesional— puede ayudarnos a ganar seguridad para luego trasladarlo a situaciones más complejas.
No buscar tener siempre la razón
La asertividad no busca imponer ideas, sino expresarlas desde el respeto y permitir el diálogo. A veces el verdadero acto asertivo es saber escuchar, aceptar puntos de vista distintos y dejar de lado la necesidad de tener siempre la última palabra.

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Una reflexión final
Ser asertivos no es algo que se logra de un día para otro. Es un proceso que implica autoconocimiento, práctica, valentía y compromiso con uno mismo. Cada vez que elegimos expresarnos con respeto, poner un límite sano o defender una necesidad personal sin dañar a otros, estamos cultivando esta forma de comunicación que tanto bien nos hace.
Desde nuestra experiencia acompañando a personas en sus procesos de desarrollo personal, sabemos que la asertividad transforma. Mejora las relaciones, aumenta la autoestima y nos permite vivir con más paz interior.
No se trata de hablar más fuerte ni de imponerse. Se trata de hablar con claridad, con autenticidad y con empatía. Porque al final, comunicarnos de forma asertiva es una forma de cuidarnos y cuidar a los demás al mismo tiempo.
Por UPAD Psicología y Coaching