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Hay algo que es inherente a todas las malas rachas en las que nos podamos encontrar. Ya estemos pasando por una lesión deportiva o por una crisis personal o existencial, existe un elemento común que nos ayuda a superarlas o, como mínimo, a sobrellevarlas. Nos referimos a lo que en psicología se denomina red de apoyo social, comúnmente conocida como amigos y familiares.

Y es que, el apoyo y la compañía de las personas que queremos y nos quieren puede ser necesario y suficiente para vivir felices, para tener una razón (motivación) por la que darlo todo día a día. El éxito profesional o económico, palidece ante la satisfacción que produce el tener una amplia red de apoyo social. Pero, ¿estamos seguros de quiénes son las personas que nos quieren? ¿Realmente queremos querer a las personas que queremos?

Las relaciones profundas planteadas a largo plazo son siempre complicadas, ya sean impuestas, como las que pudiéramos mantener con nuestra familia, o elegidas “libremente” por nosotros, como pudieran ser nuestros amigos y parejas. Esto es porque las personas somos muy diferentes unas de otras y, necesariamente, con el paso del tiempo, siempre chocaremos entre nosotras si establecemos este tipo de relación. De esta forma, para que dicha relación prospere, tenemos que asegurarnos de que esas personas nos aportan bienestar.

Perdernos en relaciones dañinas (o tóxicas, como se les llama últimamente) puede ser un error. La vida ya tiene bastantes problemas adscritos y nuestra red de apoyo social debe ser un facilitador y no una complicación añadida. La solución más fácil sería acabar con este tipo de relaciones, pero a veces puede ser menos doloroso intentar mejorarlas. Hay distintas claves para establecer relaciones sanas construidas desde la colaboración:

  • Libertad: Tenemos que dejar que la otra persona sea libre para decidir cuándo quiere pasar tiempo con nosotros, cómo desea pasarlo, cuánto tiempo… cómo quiere llevar su propia vida, qué decisiones toma… si interferimos en ello, lo más probable es que, sin darse cuenta, nos vaya alejando más y más para poder seguir su camino. No podemos situarnos en una posición de dominio, ya que no existe ningún rango que nos lo permita. La relación con esa persona se basa exclusivamente en el deseo mutuo de que dicha relación exista.
  • Asertividad: La confianza implica el poder hacer explícito las cosas que nos puedan ofender o molestar de la otra persona, siempre manteniendo la buena relación, es decir, con asertividad.
  • Incondicionalidad: La red social está para apoyarnos en las malas rachas, pero también para compartir las buenas. Debemos evitar acudir a nuestros amigos solo en momentos de tristeza o duda ya que esto termina por quemarnos. La idea es que esa relación aporte y sume todo lo bueno posible a nuestras vidas, por ello la amistad es incondicional, pero para lo malo y para lo bueno.
  • Compatibilidad: Nunca se han de poner todas las manzanas en una misma cesta. La variedad enriquece nuestra vida, por ello, cuanta más amplia sea nuestra red de apoyo social, mejor, ya que siempre puede que alguna relación se termine o, simplemente, pase por una época más fría y distante.

Para saber más, nada como analizar vuestras propias relaciones y preguntarse, ¿realmente estoy bien así? ¿No cambiaría nada? Os aconsejamos que nunca subestiméis la red de apoyo social, porque puede marcar la diferencia, y pensad que los amigos, las parejas y los familiares no tienen por qué estar “siempre ahí”, sino que lo estarán en función del bienestar que les suponga manteneros en su propia red de apoyo social. Es decir, que aparte de los estudios, gimnasio, aficiones y trabajo… ¡las relaciones personales también hay que currárselas! Y nada mejor que empezar por una buena relación con uno mismo, de dentro hacia fuera, para extenderlo a nuestra relación con los demás.

Jaime Marcos

@Jaimemarcosred

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