No cabe duda que en los últimos años el auge de los videojuegos es cada vez mayor y que se están convirtiendo en una de las principales fuentes de entretenimiento. Tanto es así, que la industria de los videojuegos ha superado a la de Hollywood. Con esto podemos asumir que los videojuegos han llegado para quedarse y debemos adaptarnos a ellos y sacarles el partido que se les puede sacar.
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Ventajas y desventajas psicológicas de los videojuegos
Desde la Psicología se han estudiado diferentes videojuegos centrándose mayoritariamente en los aspectos negativos de éstos, pero existe una creciente investigación de los aspectos positivos. Algunos videojuegos, por su sencillez, están siendo utilizados para rehabilitación neuropsicológica, mientras que otros pueden ser utilizados para potenciar ciertas habilidades. En cuanto a los aspectos negativos, uno de los más estudiados y que más preocupación genera entre la sociedad es la agresividad que pueden generar, pero en este punto cabe destacar que hay cierta controversia entre los investigadores. Los resultados parecen revelar que es en los primeros momentos del uso de un videojuego nuevo cuando, debido a la euforia que genera, parece haber un aumento de la agresión. Una vez estamos más inmersos en el videojuego esto se suaviza.
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Adictos al videojuego
Otro de los puntos que más preocupa a la sociedad es la adicción que estos generan y, en cierto modo, debemos tomar precauciones en este aspecto. Los videojuegos tienen unos diseños de recompensas por horas de juego que en ocasiones pueden provocar la necesidad de muchas horas para conseguir las metas que proponen. Y es aquí donde mas cuidado debemos tener, en las horas que invertimos en jugar.
Lo que utilizan los videojuegos como recompensas son lo que se llama en Psicología reforzadores. Un reforzador es cualquier cosa que aumenta la probabilidad de que una conducta se vuelva a repetir. Ejemplos de reforzadores podrían ser las chuches que les compramos a nuestros hijos cuando se portan bien, un halago cuando sacan buenas notas o el nuevo traje o arma que ha conseguido nuestro hijo en el juego y nos cuenta con tanto entusiasmo. Volviendo al problema, el caso es que en muchas ocasiones para conseguir esos trajes o demás equipamiento debemos invertir más horas de las que deberíamos.
Como bien dice nuestro refranero, “en el punto medio está la virtud”. Cuando nuestros hijos juegan a videojuegos están potenciando ciertas habilidades que, aunque no nos lo pueda parecer, si les están proporcionando aspectos positivos en su día a día. Por este motivo, podemos pensar en los videojuegos como una actividad extraescolar más, pero siempre respetando unos horarios y unos límites.
¿Cómo mantener el control sobre los videojuegos?
Podemos utilizar a los propios videojuegos a nuestro favor como reforzadores, de manera que si nuestros hijos cumplen con sus obligaciones como estudiantes o nos ayudan en las tareas de casa podrán jugar sin problemas una o dos horas al día al final de la tarde. Esta actividad recreativa se debe realizar siempre después de haber cumplido con las obligaciones, ya que de esta forma aumentamos la posibilidad de que la conducta de estudio o de ayuda en casa se repita al saber que tras esta serán recompensados. Debemos recalcar de nuevo que se debe hacer siempre después de haber cumplido las obligaciones, porque de lo contrario la conexión que estamos creando entre la conducta de estudio y la recompensa del videojuego se rompería.
La duda que puede surgir en este punto es, ¿y cómo puedo llegar a un acuerdo con mi hijo/hija sobre este aspecto? Si bien estamos todos de acuerdo en que nuestros hijos van a preferir jugar antes que estudiar, también estamos de acuerdo en que queremos lo mejor para ellos y que sus obligaciones son importantes. Se trata de explicarles que tanto los estudios como los videojuegos tienen su parte de importancia, pero que tenemos que saber priorizar sin abandonar ni dejar de lado cualquiera de las dos cosas. Además, cada familia tendrá unos horarios diferentes y será en esos horarios donde deberemos buscar el espacio para cada actividad. Teniendo en cuenta que ambas actividades tienen su importancia y que disponemos de un horario limitado, podemos establecer una primera tabla de actividades al día que podremos ir revisando hasta llegar al punto de equilibrio en el que tanto nuestros hijos como nosotros nos sintamos cómodos. Al principio pueden surgir disputas como que las horas de estudio superen a las de juego, pero poco a poco podremos ir nivelando estos aspectos. Se trata, al fin y al cabo, de establecer un acuerdo en el que ambas partes salgan beneficiadas y no tengamos la necesidad de prohibir ni castigar con la retirada de su hobbie favorito.
Por Jorge Saiz