Todos sabemos lo importante que es la cohesión en los deportes en equipo. El principal objetivo de los miembros que forman un grupo es mantenerse unidos, formando una piña que no se separa bajo ninguna circunstancia, en la que el esfuerzo de cada uno de los miembros es necesario para llegar a conseguir los objetivos grupales.
Por tanto, sin cohesión no hay equipo. Es el ingrediente fundamental que permite disfrutar del rendimiento y sufrimiento durante los entrenamientos y partidos, creando un vínculo entre los miembros que hace de puente hacia el éxito grupal.
Esta es percibida en gran medida tras las victorias y alguna que otra vez tras las derrotas. El conseguir objetivos grupales hace que aumente la confianza con el endogrupo, que se admire a los compañeros y uno se sienta orgulloso de pertenecer al equipo ganador. Pero ¿qué ocurre cuando las cosas no salen como esperábamos? Porque si las expectativas de los miembros del grupo eran muy bajas, y se esperaba un desastre en un partido determinado, todavía pueden creer que se ha cumplido la profecía y que son “adivinos”… pero, ¿qué ocurre si el grupo espera que todo vaya a salir a la perfección y, por cualquier circunstancia, el resultado dista mucho del deseado?
Esa “decepción” puede mermar la confianza con el endogrupo y con ello disminuir la cohesión grupal. Es entonces cuando se empieza a culpar y a hacer atribuciones externas. Muchas veces se carga contra el árbitro, otras se atribuye al tiempo atmosférico, a las condiciones del campo o a la hora del día a la que se ha jugado… Se buscan culpables individualizados donde no los hay.
El problema más grave aparece cuando se empieza a culpar del resultado no esperado a compañeros que no la tienen. Señalamos con el dedo al de al lado, en lugar de pararnos a analizar qué hemos podido hacer mal cada uno y qué queremos mejorar, tanto a nivel futbolístico como personal. Estudiar detalladamente qué actitudes y conductas podía haber tenido en lugar de estas disfuncionales que alejan al equipo de la cohesión y del rendimiento grupal.
Autocrítica como ayuda a la cohesión grupal
En muchas ocasiones las percepciones que los jugadores tienen sobre sus compañeros en un partido determinado son erróneas, y podemos pararnos a buscar culpables de las derrotas, pero esto no va a llevar al equipo a ninguna parte. Es importante tener en cuenta que, al tratarse de un deporte grupal, una derrota muy pocas veces viene determinada por un error de un jugador. Al portero pueden meterle un gol percibido como “absurdo” por el resto de jugadores, que podría haberse evitado por los defensas, pero si esa jugada que ha llevado al equipo contrario a subir un punto en el marcador se hubiese cortado en el medio campo, no se habría producido ese gol, y de esta forma en todas las ocasiones. Por tanto, el culpar a un compañero de la derrota del equipo es una conducta disfuncional que va a disminuir la cohesión y, como consecuencia de esto, estará alejando al grupo de su objetivo.
Es en estos momentos más que nunca cuando hay que fortalecerse como equipo y demostrarse a ellos mismos que son una auténtica piña, hasta en las peores derrotas. De manera constructiva se han de analizar los fallos como grupo, parándonos a pensar qué podemos y debemos cambiar para conseguir los objetivos individuales y así favorecer el acercamiento de mi equipo al objetivo.
Esto hará que aumente cada vez más la cohesión entre los jugadores, lo que llevará a una cooperación máxima en los entrenamientos y en los partidos, favoreciendo el mayor rendimiento individual y grupal.
El vínculo creado aporta un sentimiento colectivo de apoyo mutuo, necesario para superar las adversidades que acarrea el fútbol y disfrutar como nunca de los obstáculos superados y las victorias conseguidas, siempre en equipo.
Por Lara López Davia