Las creencias son estructuras cognitivas que se desarrollan a partir de experiencias tempranas del individuo y de factores que le rodean. En ocasiones ciertos pensamientos sesgados influyen en nuestra conducta y generan conflictos.
En la etapa de la adolescencia surge una transición de la niñez a la vida adulta, momento en el cual se alcanza progresivamente la madurez sexual. Pero a su vez es un periodo en el que no se asumen las responsabilidades, ni los roles, lo cual genera conflictos consigo mismos y con las personas que les rodean.
Las creencias en el fútbol
Dentro del ámbito deportivo, más concretamente del fútbol, pueden surgir conflictos ya que en ocasiones las expectativas propuestas no se corresponden con la realidad, en cuanto al rendimiento, objetivos y las metas propuestas. En este período de la adolescencia, los jóvenes son muy vulnerables, lo cual en función del enfoque presentado puede dar lugar a acciones moralmente adecuadas o inadecuadas. Su marco de creencias interno no está suficientemente bien consolidado, puesto que habitualmente no se presenta la madurez necesaria para hacer frente ante ciertas dificultades o situaciones en las que no se perciben sus consecuencias o no empatizan con el equipo o con el resto de miembros con los que se convive. A su vez, es una época en la que esté marco de referencia externo produce una amplia focalización en los juicios sociales, ya que se presta una especial importancia a la opinión que el resto de compañeros pueda tener sobre uno.
A su vez, los jóvenes se suelen fijar ciertas metas en base al típico estereotipo de futbolistas famosos, por lo que en ocasiones las metas propuestas no suelen ser suficientemente realistas, lo cual les lleva a caer en la frustración o la agresividad y en la falta de entendimiento con los demás.
Según el profesor holandés Etty Jehn, existen dos tipos de conflictos, el de tareas y el de relaciones. El de tareas, se define como: “los desacuerdos de los miembros del grupo sobre el contenido de la tarea o manera de llevarla a cabo”. Mientras que el de relaciones, se define como: “las discrepancias e incompatibilidades que surgen entre los miembros del grupo debido a problemas personales no relacionados con el trabajo, si no con gustos, ideas o valores, que incluyen tensión personal, enemistad y hostilidad”.
Creencias y emociones grupales
Por ello, una de las principales funciones del entrenador debe basarse en el manejo de las emociones grupales. Ya que éstas son catalizadores de las acciones de sus jugadores, siendo capaces de incrementar la solidaridad grupal y de crear emociones compartidas y fomentar acciones comunes al grupo. Debe ser capaz de llegar a cada uno de los jugadores de forma individual, para que lleguen a cumplir sus expectativas, se sientan realizados y den lo mejor de sí mismos. Que el jugador llegue a entender que trabaja para un bien común del grupo es esencial para que tengan éxito y lleguen a los objetivos que se propongan. Para ello se debe ir tratando individualmente a cada jugador e irle motivando para que entiendan que la mejor forma de alcanzar las metas es colectivamente.
Por último, es importante saber gestionar los conflictos y roces para que no perjudiquen al grupo.
Por Marta Moretón.